sábado, 25 de julio de 2020

Carencia, equilibrio y decadencia.



Esta publicación nace, a su vez, de otro par de publicaciones (divulgativas) que me he cruzado en el pasado. La primera hacía referencia a algo que me llamó la atención, pues se decía que "Europa está en decadencia". La segunda describía de una manera muy interesante, a modo resumen, que no es posible "ser feliz". Me voy a explayar un poco más en esta última.

Para hablar sobre la felicidad, primero habría que dar una pincelada sobre qué es "ser feliz". La manera más rápida de abordarlo sería atajar por que la felicidad es una reacción bioquímica del cerebro, que se da ante la descarga de determinadas sustancias (dopamina, serotonina, y otras tantas "-inas" de las que yo no controlo demasiado, y que realmente os dan un poco igual). Dicho de otra manera: cuando ocurre algo que tú percibes como "bueno" (que puede venir por muy diversas vertientes), te llegará una descarga de alguna o varias de estas sustancias y te sentirás feliz. Sin embargo, todos los que sabemos algo sobre bioquímica, sabemos a su vez lo cruel que ha sido la evolución, pues existen múltiples mecanismos de compensación para paliar estas "intoxicaciones momentáneas", y que se traducen en la dependencia y la tolerancia. Como Internet está que se cae abajo sobre todos estos conceptos, solo diré que cuando "eres feliz", tu cuerpo y tu mente se encargarán muy amablemente de aceptar ese estado como una nueva normalidad, de tal manera que la próxima vez que quieras "ser feliz", necesitarás más. O lo que es lo mismo: la felicidad es siempre momentánea, y a menos que dispongas de una máquina que te bombardee el cerebro con "sustancias felices" de una manera constante y creciente (algo que, dicho sea de paso, te convertiría en el peor de los yonquis), lo mejor es aceptar la realidad de que el cerebro humano fue diseñado para sobrevivir y, de manera secundaria, BUSCAR la felicidad, pero no para ser feliz de manera prolongada.

Bien... esto era un preámbulo para lo que quería hablar aquí. Imaginemos tres situaciones ficticias de estas que me encantan: un poblado con una carencia de bienestar social (quizás, gobernado por un caudillo totalitario), un poblado con una situación equilibrada de bienestar social (es decir, que hay ratos de felicidad, y ratos de trabajo, gestionados por una disciplina y una educación adecuadas), y un poblado que se encuentra en un estado de decadencia, con DEMASIADO bienestar social (sí, esto es posible; como ejemplo un tanto exagerado, pensad en la estación espacial de Wall-E, donde toda la humanidad se ha visto convertida en gordos consentidos que tienen todo lo que quieren al instante, convirtiéndose en llorones e inútiles). ¿Qué creéis que ocurriría si estos tres poblados estuvieran muy cerca los unos de los otros? Obvio: el pueblo totalitario invertiría en armamento y conquistaría al pueblo decadente porque le resultaría un paseo, o bien el pueblo equilibrado, junto al totalitario, le plantarían una guerra económica al pueblo decadente de la que sacarían una gran tajada. Punto y final. ¿Alguna vez habéis escuchado la frase "tiempos fáciles crean gente débil? ¿O, "la comodidad alimenta la debilidad" (sí, esta última es de Rengar del LoL, lo sé)?  La verdad es que me vienen que ni pintadas para explicar todo esto.

Pensad en la situación histórica que nos está tocando vivir. Lo que en otra época habría sido que un señor con uniforme se presentase en la puerta de tu casa para reclutarte para la guerra, bajo amenaza de cárcel por traición si dices que no, en nuestro tiempo se ha convertido en unos meses de confinamiento y en acostumbrarse a una nueva normalidad que implica distanciamiento social y el uso de mascarillas. No me voy a poner cascarrabias a decir que si nuestros abuelos hubieran tenido para elegir entre la guerra y una mascarilla se nos caería la cara de vergüenza porque cuñaos los ha habido en todas las épocas, pero sí que quiero matizar el detalle de la decadencia que, en efecto, estamos viviendo en muchas sociedades del mundo civilizado (España incluida).


Ya sabéis la guerra interior que tengo con la dualidad sentimientos vs. racionalidad. Como últimamente digo demasiado a menudo, no se trata de que nos convirtamos en robots sin sentimientos; para eso están los Cybermen de Dr. Who, un ejemplo fantástico de lo que sería una sociedad que solo piensa en el progreso como medio y como motivación, sin sentimientos de ninguna clase. Sin embargo, sí que he dicho ya en multitud de ocasiones que escuchar a los sentimientos DEMASIADO lleva a lo que nos está tocando vivir: piel fina, seudociencia, adultos infantilizados, falta de motivaciones y productividad. Obvio que todavía hay gente pobre y en circunstancias miserables pero, ¿cuántos hay en el mundo civilizado a los que no les llegue para una cerveza al final del día? Unos más y otros menos, sé que los extremos más crueles de la Campana de Gauss están ahí, pero casi todos tenemos frigorífico, agua corriente, un excedente económico (más grande o más pequeño) para vicios, aire acondicionado y/o calefacción, un miniordenador con redes sociales, cámara y teléfono en el bolsillo... y aquellos a los que les falte algo de eso, como mínimo tendrán en la mayoría de los casos un hogar familiar al que volver si algo se les tuerce.

No estoy diciendo que esto sea malo, ni muchísimo menos; lo que busco hacer ver es que lo que en otra época se ha visto como carencia de bienestar, en estos tiempos lo estamos empezando a vivir como exceso. Sigue habiendo de todo (paro, pobreza, desnutrición infantil...), pero resulta obvio que la balanza social está inclinándose cada vez más hacia el lado de los consentidos y los mimados cuando antes estaba en el de la miseria, y esto, aunque diría que es "menos malo", lleva a una nueva amenaza social, que es la de la ya mencionada decadencia. La decadencia lleva a la creación de individuos poco competitivos y productivos, a la falta de iniciativa, al "la mascarilla me molesta, me la pongo por debajo de la nariz", al no aguantar trabajos duros porque no tienes una verdadera necesidad de hacerlo, y a un largo etcétera de cosas igual de malas que, si bien no comprometen tu supervivencia como lo hacen el hambre y la enfermedad, sí que comprometen la salud mental y, por supuesto, al progreso social.

Este es ya el séptimo párrafo, así que voy cortando. ¿Mi consejo? Ya lo sabéis, lo digo siempre: disciplina, fuerza de voluntad, vida sana. Hoy mismo me ha costado un trabajo bestial ponerme a hacer un gazpacho porque "hace calor", y hasta me olvidé ayer de ir a comprar unas cosas porque "hacía calor". Me he dado dos tortazos, he salido a la calle, y a la vuelta de comprar estaba más espabilado y con ganas de hacer cosas. A cada cual lo que le funcione... no os dejéis marchitar.

martes, 7 de julio de 2020

No somos todos iguales



Tranquis, que no vengo a soltaros una chapa neonazi ni nada que se le parezca, solo un poco de filosofía de la que me gusta, de la de hacer pensar. No sé vosotros, pero yo me crié escuchando esa frase seudobuenista de que "todos somos iguales". Tal vez no en el sentido de que seamos clones, pero sí en el sentido de que quien sea guapo y fuerte, será más tonto, o quien sea listo e ingenioso, igual le gana la pereza demasiado a menudo. Debo decir que la cantidad de caracteres que conforman a una persona es tan amplia que, por simple entropía y probabilidad, esto tiende a ser más o menos así. Sin embargo... todos sabemos que en los extremos de la campana de Gauss se dan circunstancias poco probables, pero existentes; y muy, muy crueles.

Pero tampoco vengo a hablar sobre ese matiz. Ayer le estuve dando más y más vueltas al tema del valor del dinero y a cuánto odio los robos. Y más allá de eso se halla el máximo exponente del concepto del robo, que es la corrupción. Así que sí, vengo a hablar de dinero, de desigualdades, y de dinero, y de verdades que puede que escuezan a más de uno.

Estoy casi seguro de que todos habréis escuchado alguna vez esa mítica discusión sobre los impuestos; aquello de:

"-¡Los ricos deberían pagar igual o más que los pobres, que para algo tienen dinero de sobra!

-No, porque si les subes los impuestos, entonces se llevarían su riqueza a otro país."

Aaahh... un tema muy complicado, trataré de abordarlo desde un punto de vista simplificado. Por lo pronto, voy a simplificar diciendo que para mí un rico es un empresario currante y moderadamente honrado; no meto aquí a su hijo mimado ni a su pareja mantenida, hablo solo de esa persona que se levanta a primera hora del día para que su negocio prospere, con la esperanza de, algún día, poder dejarlo en manos de otra persona y vivir de las rentas.

Sí, existe gente así. No todos son gente que han heredado una fortuna y que se dedican a maltratar a cientos de empleados mientras engullen billetes en un traje caro diciendo "oink, oink".

¿Por qué se crean estas desigualdades de impuestos? Bueno, yo no he estudiado economía ni política, pero apostaría a que se tratan de incentivos para potenciar las empresas más grandes. Toda empresa se convierte en un motor económico para el Estado, y las más grandes empresas, en verdaderos pulmones, pues toda transacción genera impuestos. Pero entonces... ¿qué pasa? ¿Acaso el rico es más que el pobre, y por eso se gana ese incentivo para pagar menos? Bueno... es complicado; tal vez no sea "más" a los ojos de los dioses y los hombres, o a los ojos del universo. Sin embargo, debido a que la sociedad está montada como está montada, la respuesta rápida es un "sí". La respuesta compleja es un... "sí, pero...". ¿Cuál es el pero? Bueno, creo que todos sabemos que en nuestro mundo, se suelen premiar los sacrificios personales cuando se hacen con inteligencia. Cuando una persona invierte tiempo y esfuerzo en formación (una carrera o similar), se distinguirá del resto y tendrá mayores posibilidades de acceso a trabajos mejores pagados (y recalco lo de las mayores posibilidades, ya sé que las cosas están ahora más complicadas que nunca para entrar en el mercado laboral). De igual manera, una persona que invierte tiempo, esfuerzo, y un considerable sacrificio económico en fundar una empresa, se está arriesgando un huevo, y sobre todo si no tiene experiencia. Después de montar la empresa, toca tener un buen modelo de negocio, perseverar, enfrentarse a constantes fracasos, etc., etc.

Como esta publicación no va exactamente sobre empresas, voy a dejar esta sub-trama aquí, y a centrarme en el tema. Cuanto más invierte una persona en sí misma, más se distingue, y más poder obtiene a la hora de generar valor para la sociedad. En ese sentido, creo que es totalmente coherente que alguien que se esfuerce y se dedique constantemente a invertir en sí mismo (su empresa, en este caso), tenga cada vez mayor posibilidad de conseguir un buen salario, y en definitiva, poder.

Pero... ¿sabéis qué? Que no es oro todo lo que reluce. Como bien dijo Ben Parker, "todo gran poder conlleva una gran responsabilidad". Y... oh, sí, eso también se aplica al mundo real, no solo a los superpoderes. Cuando has invertido mucho en ti mismo y "sabes mucho", vas poco a poco convirtiéndote en una autoridad de tu campo, sea como empresario, como investigador, o como profesional de cualquier campo. Un médico de 60 tacos que lleve toda la vida estudiando y formándose será una auténtica eminencia en su campo... pero eso no le da derecho a mentir en un diagnóstico al saber que nadie lo va a pillar, ¿verdad? Un mecánico que tenga aceite de baterías corriéndole por la sangre de la de años que lleva arreglando coches seguramente sabrá un montón pero, ¿le da eso derecho a estafar a un cliente que se fíe de su buen criterio ante un caso complicado? ¿Os suena eso de que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey? Pues cuanto más escalas en cualquier árbol del conocimiento, más cuenta te das de la cantidad de ciegos que hay, y más tuerto te vas volviendo.

Resulta que hay mucha gente que empieza emprendiendo en base a un sueño (incluso si ese sueño es tan insulso como "hacerse rico"), pero muchos de ese mismo grupo acaban perdiendo la perspectiva. El poder corrompe, que se suele decir. Como decía al principio, es complicado, pero si me pusieran una pistola en la cabeza posiblemente yo me decantaría por que me parece justo que un gran empresario pague menos impuestos, como incentivo a quedarse en ese país y a seguir ejerciendo su labor. Pero claro... siempre y cuando eso no te convierta en un hijo de puta. Si resulta que ese % de impuestos que te estás ahorrando no lo compensas con ética, y encima lo utilizas para lavar y robar pasta... entonces no solo no mereces ese trato especial que tan duramente te has ganado, sino que lo que mereces es un babuchazo empapado en mierda por la cara.

Como siempre, esto es una opinión personal. Quién sabe... igual dentro de unos años pienso algo diferente.