Esta publicación nace, a su vez, de otro par de publicaciones (divulgativas) que me he cruzado en el pasado. La primera hacía referencia a algo que me llamó la atención, pues se decía que "Europa está en decadencia". La segunda describía de una manera muy interesante, a modo resumen, que no es posible "ser feliz". Me voy a explayar un poco más en esta última.
Para hablar sobre la felicidad, primero habría que dar una pincelada sobre qué es "ser feliz". La manera más rápida de abordarlo sería atajar por que la felicidad es una reacción bioquímica del cerebro, que se da ante la descarga de determinadas sustancias (dopamina, serotonina, y otras tantas "-inas" de las que yo no controlo demasiado, y que realmente os dan un poco igual). Dicho de otra manera: cuando ocurre algo que tú percibes como "bueno" (que puede venir por muy diversas vertientes), te llegará una descarga de alguna o varias de estas sustancias y te sentirás feliz. Sin embargo, todos los que sabemos algo sobre bioquímica, sabemos a su vez lo cruel que ha sido la evolución, pues existen múltiples mecanismos de compensación para paliar estas "intoxicaciones momentáneas", y que se traducen en la dependencia y la tolerancia. Como Internet está que se cae abajo sobre todos estos conceptos, solo diré que cuando "eres feliz", tu cuerpo y tu mente se encargarán muy amablemente de aceptar ese estado como una nueva normalidad, de tal manera que la próxima vez que quieras "ser feliz", necesitarás más. O lo que es lo mismo: la felicidad es siempre momentánea, y a menos que dispongas de una máquina que te bombardee el cerebro con "sustancias felices" de una manera constante y creciente (algo que, dicho sea de paso, te convertiría en el peor de los yonquis), lo mejor es aceptar la realidad de que el cerebro humano fue diseñado para sobrevivir y, de manera secundaria, BUSCAR la felicidad, pero no para ser feliz de manera prolongada.
Bien... esto era un preámbulo para lo que quería hablar aquí. Imaginemos tres situaciones ficticias de estas que me encantan: un poblado con una carencia de bienestar social (quizás, gobernado por un caudillo totalitario), un poblado con una situación equilibrada de bienestar social (es decir, que hay ratos de felicidad, y ratos de trabajo, gestionados por una disciplina y una educación adecuadas), y un poblado que se encuentra en un estado de decadencia, con DEMASIADO bienestar social (sí, esto es posible; como ejemplo un tanto exagerado, pensad en la estación espacial de Wall-E, donde toda la humanidad se ha visto convertida en gordos consentidos que tienen todo lo que quieren al instante, convirtiéndose en llorones e inútiles). ¿Qué creéis que ocurriría si estos tres poblados estuvieran muy cerca los unos de los otros? Obvio: el pueblo totalitario invertiría en armamento y conquistaría al pueblo decadente porque le resultaría un paseo, o bien el pueblo equilibrado, junto al totalitario, le plantarían una guerra económica al pueblo decadente de la que sacarían una gran tajada. Punto y final. ¿Alguna vez habéis escuchado la frase "tiempos fáciles crean gente débil? ¿O, "la comodidad alimenta la debilidad" (sí, esta última es de Rengar del LoL, lo sé)? La verdad es que me vienen que ni pintadas para explicar todo esto.
Pensad en la situación histórica que nos está tocando vivir. Lo que en otra época habría sido que un señor con uniforme se presentase en la puerta de tu casa para reclutarte para la guerra, bajo amenaza de cárcel por traición si dices que no, en nuestro tiempo se ha convertido en unos meses de confinamiento y en acostumbrarse a una nueva normalidad que implica distanciamiento social y el uso de mascarillas. No me voy a poner cascarrabias a decir que si nuestros abuelos hubieran tenido para elegir entre la guerra y una mascarilla se nos caería la cara de vergüenza porque cuñaos los ha habido en todas las épocas, pero sí que quiero matizar el detalle de la decadencia que, en efecto, estamos viviendo en muchas sociedades del mundo civilizado (España incluida).
Ya sabéis la guerra interior que tengo con la dualidad sentimientos vs. racionalidad. Como últimamente digo demasiado a menudo, no se trata de que nos convirtamos en robots sin sentimientos; para eso están los Cybermen de Dr. Who, un ejemplo fantástico de lo que sería una sociedad que solo piensa en el progreso como medio y como motivación, sin sentimientos de ninguna clase. Sin embargo, sí que he dicho ya en multitud de ocasiones que escuchar a los sentimientos DEMASIADO lleva a lo que nos está tocando vivir: piel fina, seudociencia, adultos infantilizados, falta de motivaciones y productividad. Obvio que todavía hay gente pobre y en circunstancias miserables pero, ¿cuántos hay en el mundo civilizado a los que no les llegue para una cerveza al final del día? Unos más y otros menos, sé que los extremos más crueles de la Campana de Gauss están ahí, pero casi todos tenemos frigorífico, agua corriente, un excedente económico (más grande o más pequeño) para vicios, aire acondicionado y/o calefacción, un miniordenador con redes sociales, cámara y teléfono en el bolsillo... y aquellos a los que les falte algo de eso, como mínimo tendrán en la mayoría de los casos un hogar familiar al que volver si algo se les tuerce.
No estoy diciendo que esto sea malo, ni muchísimo menos; lo que busco hacer ver es que lo que en otra época se ha visto como carencia de bienestar, en estos tiempos lo estamos empezando a vivir como exceso. Sigue habiendo de todo (paro, pobreza, desnutrición infantil...), pero resulta obvio que la balanza social está inclinándose cada vez más hacia el lado de los consentidos y los mimados cuando antes estaba en el de la miseria, y esto, aunque diría que es "menos malo", lleva a una nueva amenaza social, que es la de la ya mencionada decadencia. La decadencia lleva a la creación de individuos poco competitivos y productivos, a la falta de iniciativa, al "la mascarilla me molesta, me la pongo por debajo de la nariz", al no aguantar trabajos duros porque no tienes una verdadera necesidad de hacerlo, y a un largo etcétera de cosas igual de malas que, si bien no comprometen tu supervivencia como lo hacen el hambre y la enfermedad, sí que comprometen la salud mental y, por supuesto, al progreso social.
Este es ya el séptimo párrafo, así que voy cortando. ¿Mi consejo? Ya lo sabéis, lo digo siempre: disciplina, fuerza de voluntad, vida sana. Hoy mismo me ha costado un trabajo bestial ponerme a hacer un gazpacho porque "hace calor", y hasta me olvidé ayer de ir a comprar unas cosas porque "hacía calor". Me he dado dos tortazos, he salido a la calle, y a la vuelta de comprar estaba más espabilado y con ganas de hacer cosas. A cada cual lo que le funcione... no os dejéis marchitar.