martes, 13 de octubre de 2020

Otro sueño estrafalario


Hoy he tenido otro de esos sueños que bailan peligrosamente en el filo de la navaja, entre lo que podría ser catalogado como un sueño emocionante y con chicha, y lo que podría ser llamado pesadilla rocambolesca.

En estas que estaba yo en un día normal y corriente... o mejor dicho, en noche cerrada. Total, que suena la vibración del móvil y me despierta. Pum, alarma del curro indeterminada (cosa graciosa, porque esta semana no estoy yo de guardia), conque me toca vestirme y tirar para allá. Cosas del reino de Morfeo, resulta que en este caso las instalaciones de mi trabajo no eran como son en el mundo real, sino que eran una especie de búnker al que había que acceder por medio de una propiedad privada. ¿Qué propiedad privada? Pues empecemos con el despliegue de absurdeces: la susodicha no era otra que la casa de mi jefa. O sea, no mi jefa/administradora, que se llama Ana, sino mi jefa/jefa, otra señora con la que apenas tengo contacto en el día a día y que se llama Sara. Para más inri, la casa de Sara (en la que no he estado nunca) tenía el aspecto de la casa de mi difunta abuela, que para quien no lo sepa, es una casa de pueblo bastante enorme y bastante de puta madre.

Pues nada, que por aquí comenzó el estrés. Tal como voy entrando en el acceso al búnker de las instalaciones de trabajo (que se entraba por el cuarto de baño de mi abuela), me asomo por una ventana y veo a una comitiva de saqueadores. Era una hilera de no menos de veinte personas que estaba llevándose de todo: muebles, dinero, joyas... a saber de dónde las sacaban, porque esa casa está medio vacía hoy día. Viéndome superado por la situación, llamo por teléfono a mi jefa/administradora Ana y se lo explico. Me dice con toda la calma del mundo:

-OK, ¿¿pero los peces están bien??

-Pues no sé, ¡ni siquiera he entrado en las instalaciones aún!

-Vale, ahora llamo a la policía. Tú ve a mirar los peces.

Os ahorraré un puñado de estresantes detalles que poco os aportarían (alarmas, carreras inagotables por pasillos secretos que no existen en el mundo real, instalaciones de nuestro centro que parecían más bien de la NASA con algún que otro acuario gigante de por medio, etc...). Miro al móvil de nuevo, y veo que la alarma provenía de la sala 7. Cosa graciosa, porque es la única sala de nuestras instalaciones que no tiene alarmas activadas... pero eso para otro día. Me voy a la sala 7 y me encuentro con que la mitad de los tanques están desbordándose, y las tencas (dato curioso del día: tenemos tencas en esa sala), peleándose por no morir ahogadas. Aquí ya la escena se tornaba extravagante en extremo, pues salía agua hasta de unos acuarios vacíos que tenemos allí, e incluso de lugares que directamente no podían expulsar agua, como los botones que sirven para manejar las bombas de agua... todo muy loco. Y yo, en medio del meollo, y muerto del estrés.

A todo esto que nunca llegué a colgar la llamada...

-¿Cómo lo llevas, Fede?

-Pufff... ¡está saliendo agua hasta de los botones!

-¡¿Cómo va a salir agua de los botones?!

Fede le manda a su jefa un vídeo de agua saliendo de los botones.

-Ahh... sí... eso nos pasó una vez cuando estábamos solo dos allí trabajando... No te preocupes, tienes que ir arriba y darle al magnetotérmico de la enfriadora.

Fede sube corriendo para arriba, a darle al magnetotérmico de la enfriadora. Otro dato curioso del día: la sala 7 no tiene enfriadora, que yo sepa. Pero eso para otro día.

En ese momento me desperté. No por estrés o miedo, sino porque me despertó un ruido. Me levanto, miro... no hay nadie (normal). "Habrá sido el viento", aunque la ventana estaba cerrada. Bebo agua; hago un pisiño; me vuelvo a dormir.

Y... vuelvo al mismo puñetero sueño (sí, esas cosas que pasan en las pelis).

Llego a las enfriadoras, y me cruzo de frente a Sara, mi jefa/jefa. O sea... no era Sara, porque tenía una cara totalmente diferente. Pero las cosas de los sueños, ya sabéis.

-¡Sara! ¡¿Qué haces aquí?! ¡Que te están robando la casa!

-Bueno, bueno, las cosas una por una, que ya ha llamado Ana a la policía. No te estreses, vamos a mirar el magneto primero.

Total, que miramos el magneto (que no es el malo de los X-men, sino un interruptor). Efectivamente, el magneto, o mejor dicho, el automático para este sueño, estaba para abajo. Lo pongo bien, y la alarma se para.

De aquí para adelante el sueño siguió siendo igual de loco, pero por algún motivo la sensación de estrés fue decreciendo (cosas de la fisiología del sueño, ¡vaya usted a saber!). Nos fuimos de nuevo para la sala 7, la mitad de las tencas habían vuelto solas a sus tanques, y la otra mitad las devolvimos nosotros, sacadera en mano. Llegó Ana, llegó la policía, volvimos para la casa y nos topamos de pleno con los ladrones (que, sorpresa, resultaron ser gitanos... qué sueño más racista :/ ).

Y poco más, de aquí en adelante la cosa se fue calmando con tan solo algunos detalles lovecraftianos de por medio, como tentáculos saliendo de las paredes y algún que otro mosquito gigante. Todo de lo más normal. Un ratete más charlando con los policías y echando a los ladrones, y sonó el despertador. Fin. Ya podéis seguir levantando el país.

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