He tenido una semana tirando a jodida, y no precisamente por difícil, que ha sido todo lo contrario, sino porque incluso siendo fácil, me ha costado mantener el ritmo por problemas de sueño (nada especial ni resaltable). El caso es que ahora me viene un puente de puta madre, y como en este mismo momento estoy bastante agotado y se me han bajado las "barreras", me he decidido a hacer una publicación un poco distinta y en este preciso momento, ya que si me paro a pensarlo o espero a mañana, sé que pensaré un "anda ya" y no lo haré. Aunque en esta etapa de mi vida sé que estoy creciendo mucho como persona, también siento que cada vez se me atrofia más la capacidad de transmitir emociones, y eso no es bueno. Esta publicación, pues, va a ser para mí un ejercicio emocional, y para ello, me toca abrirme un poquito.
No es ningún secreto (aunque pocos lo sabrán) que siempre he sido muy miedoso. Da igual que parezca un vikingo de más de metro ochenta... el caso es que al final la que rige es la cabeza, y yo siempre he sido muy cagazas. Obviamente, esta vulnerabilidad (que dicen que hay que llamarla así) va mejorando día a día, pero lo cortés no quita lo valiente. Una de las consecuencias de ser así es el hecho de que, desde que tengo uso de razón, recuerdo haber tenido sueños bastante perturbadores con cierta frecuencia (poca, pero constante), y eso, cuando no eran directamente pesadillas bien gordas. Es bastante lógico, ¿no? Si eres miedoso, le tienes miedo a más cosas de lo habitual, y por lo tanto, es más fácil que sueñes con cosas a las que tienes miedo. Aunque he llegado a tener etapas (cortas) en las que literalmente me daba miedo hasta el irme a dormir (hablo de cuando era muy chico), en general esto es algo que he llevado bastante bien, sobre todo a partir de cierta edad. Lo cierto es que esta clase de cosas son las que hacen crecer a uno, y como dijo Tyrion Lannister (palabra arriba o abajo), cuando asumes y aceptas algo negativo de ti, es cuando puedes empezar a utilizarlo como una armadura.
Pero bueno, me estoy desviando del tema del que quería hablar. Como decía al principio, en esta etapa de mi vida (vivir solo, por mi cuenta, haciendo un doctorado y con las riendas totales de mi vida) siento que estoy creciendo mucho. De hecho, jamás me habría imaginado que una de las cosas que más me harían crecer era aquello que, durante casi toda mi vida, había considerado que era algo innecesario, por no decir que incluso estúpido: ir al gimnasio. Dicen que cuerpo y mente son uno y... pues oye, que a modo resumen, es verdad. Te ves más fuerte, más grande, el cuerpo te pesa menos, las cosas te dan menos pereza, y ganas seguridad en ti mismo a base de disciplina y fuerza de voluntad (porque, oh sí, da un HORROR DE PEREZA irse al gimnasio, incluso si lo tienes en la puerta de casa como yo). Bueno, pues el tema es que mis idas al gimnasio se componen de dos partes: entrenamiento funcional, y kickboxing . Y con este último es con el que voy a enlazar todo.
¿Recordáis lo de los sueños jodidos y las pesadillas? Algunos de ellos suelen (o mejor dicho, solían) terminar como en las pelis, en un punto de terror en el que se disparan las alarmas y acabo despertándome. Y aquí viene lo chulo: ¿sabéis qué? Que en los últimos cuatro o cinco meses... esto está cambiando. Obvio que sigo teniendo esos sueños perturbadores, pero el matiz "pesadillesco", como que va desapareciendo. Lo que antes habría sido (por poner un ejemplo) un pandillero viniendo a intimidarme o a atacarme, se va convirtiendo poco a poco en una situación diferente. Si bien estas situaciones siguen apareciéndose en mis "viajes oníricos", ya me ha pasado en más de una ocasión que, en lugar de hacerme un ovillo y quedarme a verlas venir, me veo a mí mismo estudiando a la persona que tengo enfrente. En concreto, ha habido ya dos sueños en los que me he visto a mí mismo liándome a piñas con el susodicho indeseable, y aunque todavía no sé si esto podría ocurrir así en la vida real, joder, qué bien sienta darle la vuelta a las tornas y tomar el control de la situación. Aunque sea solo un sueño, convertir una situación de tensión/miedo en algo positivo por medio de un directo-directo-crochet-mawashi-ura mawashi geri, está a otro nivel. ¿Qué ha cambiado? Sencillamente, que ahora siento que PUEDO, y antes no.
Y bueno, como al principio dije que esto era para mí un ejercicio emocional, antes de cerrar, quisiera dedicar unas palabras a los que han hecho esto posible. Siempre he pensado que la figura del maestro/profesor/mentor/etc es una de las más admirables y nobles que existen en este mundo, pues aunque muchos se olvidan de ello, no dejan de ser personas que dedican su vida a enseñar a otras personas a crecer. Por ello, y sin olvidarme de los compañeros de kickboxing, le dedico en especial esta publicación a Rober, mi maestro, ese tío que una vez me sacó el aire de un puñetazo en el estómago y acabé en el suelo por puro novato, pero que ahora, aunque sin dudas podría hacerlo de nuevo porque es un máquina, seguro que le costaría un pelín más de trabajo. Igualmente, y aunque las clases que me ha dado han sido menos, estas palabras aplicarían también para Eutimio, dueño del gimnasio y maestro sustituto cuando falta Rober; tío simpático, paciente y comprensivo donde los haya. Y como actualización, a 29 de abril de 2021, quisiera incluir también a Rosa por sus clases de entrenamiento funcional; tras un mes un poco duro de adaptación a esas clases tan intensas, noto que también voy mejorando, que tengo más fondo, y que con su paciencia y perpetua sonrisa todo sigue, en general, hacia adelante. Un abrazote para todos, en especial para los tres mencionados, y muchas gracias.