La imagen de cabecera me encanta porque es muy representativa de un cambio que se está dando cada vez más en nuestra sociedad. Todos hemos visto esas campañas publicitarias de chichinabo, ¿verdad que sí? "No pienses tanto las cosas"; "siente con intensidad"; "siente, vive, ¡sé feliz!". Obviamente no estoy queriendo decir que "sentir" sea algo malo, ni que se deban pensar las cosas hasta la extenuación (que tampoco es algo bueno), pero como para casi todo en esta vida, en el punto medio está la virtud. Como creo que ya he dicho en alguna ocasión, me gusta representar a la racionalidad como la parte de nuestra mente que lleva a la productividad, mientras que la emocionalidad es la que nos empuja a nuestra animalidad y mediocridad salvo casos excepcionales (desde un punto de vista productivo, pues también es la que alimenta nuestra felicidad y nuestra tranquilidad). No me apetece ahondar mucho en estos puntos porque ya lo he hecho en otras ocasiones, de modo que lo abordaré de una manera más práctica, con un caso hipotético. Aclaro de antemano que el caso hipotético va a estar exagerado, pero lo haré así para darle más vidilla.
Imaginemos que Charo (personaje ficticio, pero nombre escogido a posta) un día se levanta con ganas de... poco. Sencillamente coge el móvil, empieza a tirarle para abajo al Facebook, y se queda quieta en un anuncio random con muchas caras sonrientes, jóvenes saltando, y rayos de sol. "Sé feliz, siente cada día como si fuese el último, ¡no pienses en el mañana, que vives en el hoy!". El caso es que ese día Charo está muy receptiva, y por algún motivo el anuncio random le cala muy hondo. Charo tenía un examen de la facultad en un par de semanas; no era un examen difícil, pero se lo quería preparar con tiempo... hasta que vio el anuncio. "Jo, ¡qué rollo!", se dice Charo. "A mí lo que me apetece es sentir y ser feliz, estudiar solo me causa aburrimiento en el hoy", se insiste Charo. Resumiendo, Charo no llega a presentarse al examen porque dejó pasar los días yéndose de cañas y/o acariciando a su gato. Lo que Charo no sabía era que aquello solo sería la punta del iceberg de una cadena de acontecimientos que le vendrían a lo largo de los años, o mejor dicho, una cadena de acontecimientos que ella decidió aceptar.
A base de suspender, Charo se dijo que no servía para estudiar. La carrera la frustraba, y decidió dejarla porque estudiar no le daba felicidad "en el hoy". "Mucha gente se ha hecho rica dejando los estudios, eso no sirve para nada". Al principio estaba algo motivada a encontrar trabajo; "aunque sea algo pequeñito, se empieza por abajo", se dijo. Su primer trabajo (que le tomó meses encontrar) fue en una cadena de comida rápida. Los primeros días fueron bien... muchas meteduras de pata, pero como era la nueva y sus compañeros eran pacientes, no hubo demasiado problema. A la tercera semana, sin embargo, la gente empezó a hartarse de que no estuviese al nivel de exigencias que se le pedían. A la cuarta, lo dejó. "Este trabajo es una mierda, el encargado me habla mal y me hace sentir mal", se dijo Charo. "Si me siento mal, es que está mal", se insistió Charo. A medida que el tiempo la fue convirtiendo en una parada de larga duración, se vio con 20, con 23, y con 25 años. El sofá ya tenía la forma de su culo; el mundo laboral era cruel e incorrecto, pues no respetaba su forma de ser, no la dejaba ser feliz "en el hoy"; algunos de sus amigos empezaban a tener trabajos mejores o peores, a subir fotos de sus viajes a China y Polonia posando como los del anuncio random. "¡¿De dónde sacan el dinero?!", se preguntó Charo. ¡Qué SUERTE tenían algunos!
Y bueno, por resumir, Charo siguió su vida sin llegar a nada, pensando que todo estaba mal salvo ella, y echando pestes de todo. Nunca quiso volver a aprender ni a esforzarse, no consiguió mantener un trabajo por más de dos o tres meses, y cuando sus padres dejaron de poder cubrirle las espaldas, se vio sin nada... bueno, sí tenía algo: una adicción a sentir. ¿El problema? En su situación, lo que más a menudo sentía era frustración y cabreo, y en aquella espiral autodestructiva de solo sentir y nunca pararse a analizar, acabó siendo una de tantos cuyo deporte favorito es sobrevivir con cuatro perras pagadas en negro. Al llegar a los 65 (porque logró sobrevivir mucho así), se vio sin nada cotizado, y su respuesta fue "ayyy pobrecita yo, que el Estado no me paga una jubilación en condiciones, ¡con todo lo que me he esforzado!".
No quiero que esto parezca una crítica a muchas personas que llegan a la jubilación con una mano delante y una detrás, pues ciertamente hay muchísimas personas que SÍ se han esforzado y acaban comiéndoselas la mierda porque, en efecto, en nuestro país hay muchas cosas mal montadas. A donde quiero llegar es a informar sobre ese bucle tan peligroso y dañino que nos venden las grandes empresas de publicidad: "siente, siente y siente", que en traducción a un mundo no idealizado, significa "consume, consume y consume". Haciendo un resumen (reconozco que esta publicación me ha salido un poco improvisada), si te centras en el "siente todo lo que puedas", eso te hará un mediocre de larga duración. El mediocre de larga duración tenderá a trabajar peor, pues es menos competitivo. Siendo poco competitivo, no conseguirás o conservarás un buen trabajo. Cuando veas que la vida no es como te la vendieron, te frustrarás. Y... esa frustración sinergizará de una manera pasmosa con tu hiper-entrenada capacidad para sentir, una combinación que como podrás deducir, no será la más bonita, ni la que te vendieron en el anuncio random. Y un ciudadano frustrado y cabreado, no solo será alguien que resta mucho y que aporta poco, sino que además será alguien que encuentre increíbles facilidades a la hora de justificar sus peores praxis cívicas ("¡¡eso no pasa ná, lo hace todo el mundo!!").