-¡Joder! ¿Has visto cómo iba ese pobre chaval?
-¡Más hinchado que tus pelotas! ¡JAJAJAJA!
-... -Luis no respondió. Ya estaba acostumbrado a aquellas "bromas" de su chillona, manca, y colorida compañera, pero no por ello resultaban menos hirientes.
-Bueno, a ver, ¿quién viene ahora?
-Un diabético. Resulta que se fue a tomarse unos roscos con unos amigos y cuando se quiso dar cuenta se había equivocado de jeringa. Vamos, que no le quedaba insulina y ha venido para acá asustado.
-Pues venga, ¡pásalo! ¡A ver si se va a morir por tu culpa!
Luis obedeció. Al fin y al cabo, y aunque su supervisora tuviese la misma edad que él, él era el chico de prácticas. Cuando volvió a la consulta de enfermería, con un diabético asustado colgado de su hombro, su compañera estaba como casi siempre: sentada y dispuesta a gritar.
-¡Venga Luis, joder! ¡Que los he visto más rápidos!
-Siéntese usted por aquí, caballero. Enseguida estoy con usted.
Luis seguía la filosofía del "mejor lento y bien que rápido y mal", pero era difícil aplicar dicha filosofía en aquellas condiciones. Con un sueldo lastimero, una supervisora tiránica, y un trabajo estresante con una sala de espera inagotable, era difícil encontrar un segundo para estirar el cuello y aliviar tensiones. Pero... a una semana de terminar su contrato, y tras seis meses de vivir así, ya estaba acostumbrado. Tomó el frasco de insulina, cargó la dosis en una jeringuilla, y esperó al lamentable momento que tantas veces se repetía.
-Bien, ya sabes, sujétala en su sitio. -El paciente los miró un tanto intrigado.
-¿Pueden... explicarme un poco qué ocurre? -Luis le levantó la camisa al paciente, y arrimó la aguja hasta que quedó perpendicular a su barriga.
-Nada, nada, esto a usted no le concierne, solo relaje la tripa. -La supervisora de Luis se puso en cuclillas, y sacó la lengua.
-Eh, eh, ¡¡eh!! ¡¿Qué coño?! -Luis mascó la tragedia... pero ya era tarde. Su compañera se puso en pie.
-¡¿QUÉ PASA, ATONTAO?! ¡¿QUE NO TE VALGO COMO ENFERMERA O QUÉ?!
-Señorita, yo... no he dicho eso.
-¡¿SEÑORITA?! ¡¡Y QUÉ COÑO SABES TÚ SI ESTOY CASADA O NO!! ¡¿EH?! -El paciente empezó a respirar con pesadez.
-El señor necesita su insu...
-¡AH! ¡¿AHORA HASTA EL BECARIO ME VA A DECIR CÓMO HACER MI PUTO TRABAJO?! ¡¡SUJETA LA JERINGA!! ¡¡Y TÚ, COMO VUELVAS A DECIR ALGO DE QUE NO TENGO BRAZOS, TE ARRANCO LA POLLA DE UN BOCA'O!!
-Yo no he...
Pero el paciente se quedó ahí y se puso rígido como una tabla... excepto en la tripa. Luis sujetó la jeringa para su compañera, y su compañera la empujó hasta que penetró en la piel, con su lengua. Una vez dentro, empujó el émbolo, de nuevo con su lengua. Todo transcurrió en un par de segundos... estaban ya acostumbrados.
-¡No ha sido para tanto! ¡¿No?! -La enfermera se puso en pie.
-No... pero seño... enfermera, tiene usted que comprender que... es un poco raro...
-¿Raro? ¡ESPERO QUE NO ESTÉS HABLANDO DE MIS BRAZOS!
-¡No, enfermera, no! ¡Hablo de que me levanten la camisa y una chica joven se pongan en cuclillas y me acerque la lengua a la tripa!
-Ya sabía yo... ¡YA SABÍA YO! ¡PANDA DE ENFERMOS, NO OS SALVÁIS NI UNO! ¡LÁRGATE DE AQUÍ CON TU DIABETES A OTRA PARTE! ¡MACHISTA! ¡OPRESOR! ¡ENFERMO!
El paciente no abrió la boca. Se levantó de la silla y se fue. Una vez Luis se quedó solo con su supervisora, se hizo el silencio, pero durante demasiado poco tiempo.
-¡Seguro que tú también has pensado alguna cosa rara! ¡Todos los hombres sois unos cerdos!
-No... te recuerdo que estudié lo mismo que tú, y en tu misma clase. Lo que pasa...
-¡¿QUÉ?! ¡¿QUÉ PASA?!
-¡Pues que si nos dejaran a los becarios tocar los medicamentos, las cosas serían más... menos absurdas!
-¡HABER ESTUDIA'O!
-¡Lo hice! ¡Y con mejores notas que tú!
-¡Y de lo que te ha servido! Tanto libro, tanto libro, ¡aquí lo que cuenta es la actitud, y la bondad!
-Y las convocatorias para colectivos desfavorecidos, ¿no?
-Si encima se cachondeará... menudo desagradecido de mierda. Tenía treinta curriculums de muchachos mucho más guapos que tú, y te cogí a ti por hacerte el favor. ¡Así me lo pagas!
-A mí no me parece mal que haya convocatorias para colectivos desfavorecidos, pero debería haber más trabajo para los que nos lo curramos.
-¡¿Y YO NO ME LO CURRO?! ¡PONTE A RELLENAR PAPELES, ESTÚPIDO!
<<Sí, porque tus manos no van a ser las que lo hagan>>, pensó Luis. Su compañera se marchó a llamar al siguiente paciente, mientras él seguía tragando la absurda situación. Pero antes de ponerse a hacer papeleo... sacó su móvil.
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