domingo, 22 de diciembre de 2019

Otro sueño perturbador.



He vuelto a tener uno de esos sueños que me hacen despertarme con una sensación de "what the actual fuck, Fede?". En este caso, no era tanto el sueño en sí, como la naturaleza del mismo, un poco del rollo de un rompecabezas extraño al estilo de la Alegoría de la Caverna o la teoría del gato de Schrödinger... paso a relatarlo.

Embebido en otro sueño que no viene a cuento, resulta que iba yo con un grupo de amigos para presentarnos a un desafío. Viajábamos a un lugar perdido de la mano de dios, muy del estilo de lo que se puede ver en una típica peli de la guerra de Vietnam (o sea, mucha vegetación, ríos, etc.). Ni idea de cuál era el lugar... probablemente inventado por mi mente, aunque me llama mucho la atención que durante el propio sueño yo sacaba mi móvil para saber dónde estaba y... ahí, en medio de Google Maps, se veía un mapa totalmente completito, con su orografía, sus ríos, los nombres de los pueblos cercanos que obviamente no recuerdo y que, sin embargo, eran tan reales para mí como inventados en un sueño. Me cago un poco en mi estampa, porque luego cuando necesito inventarme algún nombre para mis escritos, me las veo y me las deseo...

Pues bien, resulta que habíamos ido a tan inhóspito lugar, como decía, para tomar un desafío. Según una leyenda inventada por mi cabeza, en dicho sitio había una cabeza reducida de estas estilo magia vudú que, si la encontrabas, podías pedir un deseo. No era pedirle un deseo al jefe del lugar, sino un deseo potente y trascendental al estilo del genio de la lámpara, algo digno de atraer a gente de todos los lugares del mundo para intentarlo... de no ser por los riesgos que entrañaba. La cabeza reducida estaba custodiada por una tribu de aborígenes que estaban adaptados a su tiempo (vamos, que en vez de ir con lanzas y taparrabos, custodiaban el lugar con rifles, metralletas, y todo un ejército), pero que sin embargo eran fieles a su costumbre y, mientras se respetasen las normas, permitían a cualquiera participar en el desafío. ¿En qué consistía dicho desafío? Imaginad un pasillo artificial, una pasarela de tierra (de hecho, de colchonetas, para hacerlo aún más extravagante), situada entre una verja a la izquierda, y un río "infranqueable" a la derecha. El pasillo era de un kilómetro de longitud, y al final del susodicho pasillo, te esperaba la susodicha cabeza reducida. Obviamente no iba a ser tan fácil... aquí es donde se complica.

La verja tenía una parte superior (por encima de las rodillas aproximadamente) que quedaba expuesta y permitía ver el otro lado, mientras que la parte inferior (por debajo de las rodillas) estaba cerrada, hecha de acero macizo. Detrás de la verja había una gran cantidad de ametralladoras de clavos automatizadas. Cada una de ellas custodiaba una sección de cien metros del pasillo (o sea, que había diez "torretas"), y si te detectaban, te disparaban tras unos segundos. Dichas ametralladoras no eran "letales de necesidad", no te matarían con uno ni dos clavos, pero sí que lo podrían hacer si no te rendías al recibir unos cuantos impactos. Dicho de otra forma: tenías unos cuantos segundos para recorrer metros de 100 en 100 a toda velocidad, y si no lo conseguías y te empezaban a caer clavos por el cuerpo, tu única manera de salvarte sería tirarte al suelo para cubrirte con la parte inferior de la verja, o seguir corriendo con la esperanza de llegar a tiempo a la siguiente sección del pasillo, con una absoluta incertidumbre, pues no había señales de hasta dónde llegaba el radio de acción de cada torreta. Ah, y otro detalle más: aunque no te decían cuánto, tenías una cantidad de tiempo limitada para recorrer el kilómetro; era suficiente como para recorrerlo corriendo, pero no suficiente como para recorrerlo arrastrándote (era todo muy conceptual y abstracto, recordemos que sale de un sueño).

Digamos que esas eran las reglas fundamentales del macabro y mortífero juego. A simple vista puede parecer que era una sencilla prueba de velocidad... pero no es así necesariamente. En el sueño se veía cómo uno de mis colegas (uno muy deportista) se las ingeniaba para calcular a la perfección en qué momento las metralletas empezaban a disparar, y justo en ese momento se lanzaba al suelo para recorrer los últimos metros de la sección en cuestión a la máxima velocidad que podía. Pero claro... tanto correr, tirarse al suelo, arrastrarse a toda leche, levantarse, seguir corriendo... cuando llegó a la sección cinco se empezó a cansar, y le cayeron clavos a tope (le siguió una imagen extremadamente grotesca y desagradable, con clavos, sangre y gritos... un sueño que rozaba con una pesadilla, ya sabéis), lo que hizo que se rindiera. De aquí, de hecho, se deducen dos nuevas normas del juego: 1)puedes inventar trucos y estrategias variadas para superarlo (aunque no se podían llevar objetos de fuera, como escudos o similar); 2)si dejas a alguien participar antes que a ti, puedes aprender de sus estrategias para aumentar tus posibilidades... pero te arriesgas a que te levanten el premio.

A modo resumen, eso era lo que quería contar. Llevo un rato quebrándome la cabeza sobre cómo y por qué ha elaborado mi mente un dilema así. ¿Cómo resolverlo? También me planteo otras cosas, como los diversos detalles de la experiencia: el cómo mi mente se había inventado un mapa de Google enterito, los detalles del "juego", las enseñanzas de la vida que se pueden sacar de esas reglas (si observas a alguien arriesgar, puedes copiarlo, pero él puede tomar ventaja sobre ti por haberlo hecho antes). No sé, no sé... una parida muy grande. Una experiencia de lo más llamativa.

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