Ya sabéis que andarse con hostilidades y cabreos no es lo mío, hasta las fedepataletas las suelo poner en clave de humor. Pero como dijo un sabio... el blog es mío, y me lo follo cuando quiero. Hoy toca.
En mi camino al trabajo (corto, 6-10 minutos según si es ida o vuelta) hay 2 rotondas que catalogaría como conflictivas: una de ellas por escasa visibilidad, y otra de ellas por tener bastante tráfico en hora punta. Hablemos hoy de la segunda de esas rotondas, y de una hora bastante punta como son las 14:15. Debo admitir antes de lo que viene que llevo menos de 2 años con coche, y aunque conducir en Segovia me ha creado ya bastante maña para el tema de salir en primera y en cuesta arriba... las cosas como son, es algo en lo que soy todavía un poco lento (aunque hace meses ya que no se me cala). Pues resulta que para entrar en esa rotonda hay una cuesta arriba, lo que dificulta el tiempo de reacción.
...Me dejo de preámbulos, voy con el relato.
Llego a la rotonda y había mucho tráfico, más del habitual. Miro a izquierda y derecha y
*PIIIIIII*
Ni tres segundo, ya me ha pitado el soplapollas de atrás. Presionado, intento buscar el momento de salir. En esas que veo un poco de hueco, pero resulta que en las otras dos salidas de la rotonda (las que no son ni la que yo voy a coger, ni de la que yo vengo) veo por el rabillo del ojo que hay dos coches de policía, con sendas patrullas. Me da un poco de canguele, dudo dos segundos, y el hueco que vi, pues se ha ido.
Espero... cinco segundos más. Contando, habrán pasado NADA MENOS QUE DIEZ SEGUNDOS desde que me paré.
*PIIIIIIIIII*
El soplapollas considera que yo debo arriesgarme por él a comerme una multa, pues hay no uno, sino dos guardias controlando el tráfico. Van pasando coches, pues es una rotonda muy concurrida y yo no entro por la avenida principal.
Lógico y normal tener que esperar un poco.
Se abre un nuevo hueco, uno de esos que aprovecharía alguien con experiencia al volante, pero no yo, pues podría provocar un accidente, o como poco, comerme una multa, ya que hay dos guardias a menos de 20 metros de mí.
*PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII*
No es toque de humor. El pitido del soplapollas esta vez fue más largo y más agresivo. Impropio de mí, empiezo a alzar el brazo derecho para hacerle un corte de mangas hacia atrás.
¡Qué a gusto me habría quedado!
Pero se abrió un hueco, uno más hecho para mí. Meto primera, salgo para la derecha. Sigo con mi vida, más cabreado que treinta segundos atrás.
Desearía que esta carta llegue al soplapollas retrasado que iba detrás de mí en la rotonda, ya que deseo hacerle llegar dos mensajes: uno, que siento mucho haberle robado quince segundos de vida (obviamente, estoy siendo irónico); dos, que ojalá me lo cruzase por ahí con la mala ostia que me ha dejado, no ahora, sino en el momento de los hechos. No le deseo la muerte, ni siquiera dos merecidos tiritos en las rodillas. ¿Una buena patada por el lateral del corvejón de mulo ese que gasta? Oh, eso sí; y más, hasta partirle los meniscos. A lo mejor así la próxima vez, sabiendo que está obligado a ir lento, decide salir tres minutitos antes para no ir con tanta puta prisa.
Soplapollas, subnormal, pedazo de asno, bestia impaciente. Y sobre todo, ¡imbécil!