sábado, 6 de abril de 2019

Un sueño la mar de extraño.



Mis más allegados sabrán que a veces tengo unos sueños verdaderamente raros, dignos de salir en un top de Dross. No es algo habitual, pero algunos se llevan la palma, y hoy me apetecía compartir en público el de anoche no tanto por lo raro que ha sido, sino por la sensación que me dejó en el cuerpo en las últimas horas de la noche. No espero ni deseo que nadie saque extrañísimas conclusiones sobre por qué lo habré tenido o qué significa. Sencillamente, relataré las partes que recuerdo a modo de resumen.

Pues bien, resulta que a pesar de lo pacífico que yo soy, y a pesar de que en general me gustan las leyes, este sueño empezaba de una manera bastante desagradable. Yo cometía un crimen bien gordo, no recuerdo si era un asesinato o algo así, y necesitaba desaparecer del mapa porque no me seducía la idea de ir a la cárcel. Muy casualmente, unos días antes un primo mío que no existe en el mundo real había sufrido un terrible accidente, y había quedado muy mal, sin posibilidades de recuperarse. Es decir, su cuerpo estaba en perfectas condiciones, pero estaba en estado vegetal o con sus capacidades mentales muy reducidas (tampoco lo recuerdo bien). El caso es que a su madre (es decir, a una tía mía que no existe) se le ocurrió una idea a lo Tim Burton con la que matar dos pájaros de un tiro: meter mi mente dentro de su cuerpo. Dado que ella aceptaba con resignación judía que había perdido a su hijo, se conformaba con ver cómo su cuerpo seguía moviéndose y viviendo, al tiempo que le hacía a su sobrino el favor que necesitaba, que era que yo me librara de la cárcel.

Y bueno... aquí es donde se remata la extravagancia del asunto; por medio de un procedimiento poco detallado (ya sabemos cómo son los sueños), en el mismo hospital en el que él estaba ingresado se hacía el cambio de mente (que no de cerebro, ojo). Lo sé... las absurdeces se empiezan a acumular, ¿cómo demonios va a intervenir la Seguridad Social en algo así, siendo yo un delincuente buscado? ¿Cómo se va a mantener intacta mi mente en su cuerpo, si el cerebro de mi supuesto primo debía estar bastante dañado tras su accidente? Pero bueno, vamos a lo importante. Resulta que el procedimiento ocurría de manera satisfactoria, y yo tomaba el cuerpo de mi primo manteniendo todo lo que yo ya sabía y conocía, por lo que debía cambiar de domicilio y empezar a vivir con mi tía, que ahora pasaba a ser mi madre. A partir de aquí, el sueño se convertía en una cosa de lo más normal, una convivencia madre-hijo sin nada especial: ella estaba relativamente feliz (todo lo que se podía, dadas las circunstancias), y yo podía seguir viendo a mi familia de toda la vida cuando me apeteciera, así que todo correcto y normal... salvo por un detalle.

Olvidé mencionar (a propósito) que mi accidentado primo era más joven que yo. Concretamente tenía unos 10 o 12 años menos, lo que me había metido en el cuerpo de un chaval en la edad de empezar una carrera. Y, ¿sabéis que es lo más extraño de todo? De alguna manera, mientras tenía ese sueño, mi cerebro se las apañó por bombardearme con una INCREÍBLE sensación de placer y de fuerza. Ya sé que tengo 30 años y no 80, pero el hecho de meterme en el cuerpo de alguien de 18 hizo que me sintiera totalmente renovado, vivo como nunca me he sentido. La sensación era muy parecida a la que siento cuando percibo la brisa de una tormenta de verano (que es una de las sensaciones más agradables que he experimentado en mi vida), pero multiplicada por diez, potenciada por toda la fantasía que se inventaba mi cabeza durante la experiencia. Así pues... imaginaos el final. Al despertar y verme donde estoy ahora (que no es que esté triste ni disconforme con mi vida precisamente), no pude sino pensar un "joder, ¡qué fastidio!". 

Sin dudas, una experiencia de lo más interesante, y que deseaba compartir con quien se pare a leer esto.

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