Hoy vengo a hablar sobre un par de conceptos que me resultan fascinantes desde que empecé a estudiar etología animal allá por primero de carrera, los conceptos de dominación y sumisión. No, no veréis relatos sobre cuerdas, esposas y fustas (de momento).
Me gusta empezar estas publicaciones con definiciones, pero esta vez estoy perezoso y no quiero recurrir a la RAE. Podría decirse que una relación de dominación y sumisión se da cuando algún animal se aprovecha de otro (lo domina), y el otro termina aceptándolo (se somete). Esto puede ser desde una escena grotesca e indeseable como el hecho de que alguien te entalle por la calle y te hinche la cara a guantazos sin ningún motivo y sin obtener represalia (típica víctima que se queda congelada por el terror), hasta algo tan discreto como que un comercial te saque un 3% más tras una elegante y bonita negociación. Claro, dirán algunos que no es lo mismo, pues lo primero provoca un trauma de tres pares de cojones mientras que lo segundo a veces hasta te deja con una sonrisa, pero lo cierto es que al final, en concepto primigenio, el resultado es muy similar: el dominante consigue lo que quiere, que es comerse el espacio del dominado, sea en forma de céntimos, o de sufrimiento y estrés intensos.
Dada esta introducción, me meto de pleno en un asunto que está muy de moda y que, aunque por suerte yo no he llegado a padecer en mis carnes, sí que he visto casos muy de cerca. Como decía antes, la dominación puede adoptar formas muy diversas, pues no será lo mismo una situación consensuada y bajo control (ejemplo, juegos de cama), que una situación indeseable y violenta (ejemplo, el de arriba de la paliza por la calle), que una situación... llamémosla relativamente discreta, pero igual de indeseable, y es la que aquí voy a desarrollar. Dentro hipótesis:
Pensemos en una situación no tan rara, de un empleado que se encuentra relativamente indefenso ante su jefe. Quizás su jefe no es el mayor de los hijos de puta, y quizás el empleado no es el mayor de los pringaos, pero lo cierto es que el jefe es listo y tiene poder, y el empleado igual es también listo... pero no quiere arriesgarse a según qué cosas. Resulta que ambos son trabajadores de una gran empresa (tipo cadena de comida rápida), y al jefe le llega una orden de arriba: a partir del siguiente lunes, los trabajadores deben estar SIEMPRE puntuales en su horario, ya vestidos de uniforme, y ya listos con la cara al público. Además, resulta que se pone en marcha una campaña por la que mejorar la imagen de la empresa: a última hora, no se cierra la entrada de clientes hasta pocos minutos antes del cierre, lo que lleva a atender a 1 ó 2 clientes más por día, y a salir como 3 ó 4 minutos más tarde, a diario. Al empleado más sumiso y tontuelo no le importará mucho... total, son menos de 10 minutos de diferencia, y ni se lo plantea. Pero entonces llega el empleado que es más listorro, y se dedica a hacer cuentas: unos 6 minutos más al día, que son 30 minutos más a la semana, que son (tirando por bajo) 120 minutos más al mes (vamos por 2 horas), que son 24 horas más al año. Lo sé, no he contado con que haya vacaciones, pero tampoco he contado con que algún día se quede más tiempo (o menos). El caso es... si tirando un poco para abajo, esos empleados echan 20 horas extra al año, ¿alguien se las paga? "No", dice el jefe, "son medidas para mejorar la imagen de la empresa, tu horario sigue siendo el mismo que dice tu contrato, con un par de cambios pequeños. ¿De verdad vas a contar hasta los minutos que te toma cambiarte? Venga ya, hombre...". Esa y otras triquiñuelas son las que podría inventarse el jefe para el salir del paso. Las que le funcionen, bingo; las que no... las suplirá con otras, y así hasta que consiga recobrar el control. El resultado es que los empleados acaban echando unas 20 horas extra al año, no remuneradas, que no se pueden definir de otra manera que con la palabra ESCLAVITUD. Y todo, ¿por qué? Porque el jefe tiene una herramienta (el poder), que le permite imponer una relación de dominación y sumisión con sus empleados. Por medio de esa herramienta, consigue exprimir unos valiosos minutos diarios de esclavitud, que no son otra cosa que conformismo forzado.
Sí... le doy muchas vueltas a cosas así. Son temas en los que, pienso, todo el mundo debería pararse a pensar. Igual que en los consejos para ahorrar que doy aquí y allá, hay que saber manejar toda clase de economías personales, incluidos los tiempos de trabajo. Claro está que si te rebelas como individuo, y más en un trabajo de mierda, es muy probable que te acaben echando. Pero bueno... pienso que poner un granito de arena para crear conciencia y que cada vez sean menos los "individuos" que no se conforman es tarea de todos, y aquí pongo el mío.
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