jueves, 6 de diciembre de 2018

Las aventuras de JC: el perro robot.


Esta la recuerdo como la más incómoda, a la par que desternillante, de cuantas anécdotas de JC podría contar. Como tal, resulta que se montó en hasta tres escenas separadas en el tiempo, pero como no quiero aburriros, resumiré la primera en una breve introducción. Ya os he comentado en alguna ocasión que JC era un estudiante de física y, además, era un gran fanático de todo lo que fuera tecnología moderna, ya fuesen videojuegos, o cosas más potentes como la robótica. El caso es que determinado día (debía ser a principios de diciembre) nos dijo que al cabo de un par de semanas iba a haber una exposición de robótica en Córdoba, y que la esperaba con gran ilusión. Nos frió a detalles sobre lo avanzadísimo que era todo, la de científicos que iban a exponer sus proyectos, y la de presupuesto y esfuerzos que habían invertido en el evento. Hasta aquí... todo bien.

Pasó dicho par de semanas. Quedarían escasos días para Navidad, y en una tarde ya muy avanzada se escuchó el sonido de la tarjeta en la puerta. Con el silencioso en su cuarto, y conmigo y el Friki en el salón, solo había dos personas posibles: o el portero, que nunca vendría sin hacer un aviso, o nuestro co-protagonista favorito:

-¡M-muy buenas, chicos! ¡¿Qué tal?! -saludó JC, con una sonrisa de oreja a oreja. Antes siguiera de que nos diese tiempo a contestar, nuestros ojos se fueron un poco más abajo... y no, no hablo de la entrepierna.

-Eh, buenas, JC. ¿Qué traes ahí, loco? -le pregunté, fijándome en una caja enorme, que bien alzaría hasta su cintura desde el suelo.

-¡Pues una c-cosa que me he comprado en la feria de robótica! ¡M-mirad qué chulo!

Como si de un unboxing poco ortodoxo se tratase, JC se lió a romper precintos y envoltorios de papel, excitadísimo. No pasó ni medio minuto cuando nos mostró la gran caja de cartón en la que iba su nueva adquisición... y aquí debo hacer un pequeño paréntesis. Quiero que visualicéis lo siguiente: una enorme caja de cartón, con un perro dibujado en cada uno de los laterales (tipo Golden Retriever), y todo ello sobre un estampado similar a este, con letras en una fuente del estilo de "Comic Sans":

Sip. Tal cual. Un estampado de patitas de perro de colores. Recién salido de la feria de robótica. Ni que decir tiene que me quedé mirando el paquete con incredulidad, al igual que hizo el Friki. Continúo el relato.

-¿Q-qué os parece? -preguntó, con la adrenalina a flor de piel.

-Eh... muy... -el Friki gruñó algo, antes de continuar con la palabra adecuada- ¿bonito?

-Buaaah, tendríais que haberlo visto en la exposición, ¡era i-increíble! -En ese momento, JC se llevó una mano hasta la boca-. Vi cómo uno de los c-científicos que lo diseñaron le ponía una mano en l-la boca así, como estoy yo, y el robot se la mordisqueaba como si estuviera jugando con él. -En ese otro momento, JC imitó un mordisqueo sobre el dorso de su mano, a medio camino entre juguetón y algo patético, pero sin pasarse.

-Te gusta el trasto, ¿eh? -repuse yo.

-¡Me encanta! ¡E-estoy deseando que llegue la Navidad para enseñárselo a mi f-familia! Siento deciros que no os lo p-puedo enseñar, porque quiero estrenarlo allí... -añadió, con una fuerte y creíble nota de pesadumbre.

-Ah, no te preocupes, si nosotros estamos ya hartos de perros -lo excusó el Friki, a lo que respondí mordiéndome un dedo para no descojonarme.

-Ah... b-bueno, de verdad que lo siento, chicos. Ahora, si no os importa, v-voy a ver si lo recojo por ahí hasta las vacaciones.

Por aquello de que había centímetros entre nosotros y su cuarto, y la puerta no aislaba demasiado (tenía una rejilla), nos obligamos a comportarnos y no despollarnos ahí mismo, de modo que aplazamos la risa hasta el día siguiente...



Y el tiempo pasó. Transcurrió la Navidad felizmente, y ya estábamos listos para retomar el curso (al menos en cuerpo; en mente, era otro tema). JC fue el último en llegar, cosa normal porque era el que más cerca vivía de la residencia. El caso es que después de ponernos un poco al día, a el Friki se le ocurrió el comentario más adecuado.

-Oye, JC, ¿y tu perro robot? -preguntó, y me forcé a fingir una tos.

-Ah... sí... -De pronto, su rostro se volvió algo más sombrío de lo que estaba segundos atrás-. P-pues... ¿sabéis qué? Me ha decepcionado mucho. Cuando lo mostraron en la exposición, lo presentaron como si fuese algo puntero en IA [lo pronunció como /ai/ /ei/], y sin embargo, cuando lo probé en casa... no sé... como que me supo a poco, ¿sabéis a lo que me refiero? -el Friki se cruzó de brazos y asintió en silencio, transmitiendo complicidad.

-Creo que sí. Igual... no sé, te pareció que te habían vendido algo diferente, ¿no? Como si fuese... ¡qué se yo! ¿Un juguete? -Y aquí fue cuando se me distorsionó la cara: la mitad derecha quería sonreír, y la otra mitad la forzaba a no hacerlo.

-¿Juguete? -JC miró al techo, y se quedó pensativo-. ¿Sabes, F-Friki? Pues sí, algo así. Como si me hubiesen vendido un juguete para niños en la exposición de robótica. -Aquí no pude más; tuve que abrir la ventana y asomarme para no reírme en la cara del pobre-. Fede, ¿estás bien?

-Sí, sí, de lujo -dije, extinguiendo otra risa más-. Nada, que me ha dado un mareo. Dame dos minutos.

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