domingo, 20 de octubre de 2019

No te acostarás sin saber algo nuevo...



Vamos con una fedeanécdota cortita. Resulta que llevo ya casi un año yendo al gimnasio. Al principio hacía las cosas más de rutina, tipo me daban la hoja de ejercicios y me limitaba a seguirla a rajatabla. Lentamente, fui adaptando esa hoja de ejercicios a mí (lo que se debe hacer), en plan ajustar los pesos, las repeticiones, y todo ese rollo de mantenerse en el RIR 2 (creo que se escribe así, lo de llegar a dejar dos repeticiones en reserva para optimizar el entrenamiento). Últimamente estoy yendo un paso más allá, probando distintos ejercicios para seguir optimizando, quedándome con los que más me gustan y/o dan mejor rendimiento... vamos, nada extraordinario, se supone que todo el mundo debería entrenar así a medida que se familiariza con el funcionamiento del gimnasio.

El caso es que hay un grupo muscular que siempre se me ha resistido mucho, los dorsales. Casi siempre que el monitor pasa por mi lado mientras hago dorsales (el típico ejercicio de bajar la barra en vertical con ambos brazos) me corrige algo, porque es un ejercicio que se me hace, o mejor dicho, hacía, realmente difícil y frustrante. No me daba la típica sensación de ardor o dolor a medida que me iba cansando, sino que sencillamente mi cuerpo me pedía parar y/o hacerlo de manera incorrecta, metiendo hombros y cosas así. Bueno, pues en la última semana me llevé una sorpresa.

En base a esto mismo, le dije al monitor que me dijese otros ejercicios de dorsales, porque ese se me hacía antipático. Aunque me los dijo, me dijo también que seguramente lo estaba haciendo mal, que debía probar con menos peso y esforzarme por hacer el ejercicio bien. Dado que no me suelo dejar llevar por el ego en el gimnasio, y mucho menos cuando el tío que sabe es quien me corrige, pues decidí hacerle caso. Al día siguiente bajé un par de placas y, como es lógico, hice el ejercicio sin ninguna clase de problema. La sorpresa fue... que después de llevar casi un año haciendo ese mismo ejercicio, esta fue la primera vez que me dieron agujetas, lo que me dejó ver que, efectivamente, estaba haciéndolo mal, ya que anteriormente no reclutaba suficientes fibras musculares ni las sobrecargaba lo suficiente. En otras palabras: con menos peso, pude sobrecargar de manera más adecuada un grupo muscular que con más peso, al permitirme aprovechar mejor todo el recorrido de la contracción muscular.

¿Que por qué cuento esto? Primero, porque me apetece. Segundo, por la moraleja: hay que dejarse asesorar por los profesionales. A veces por ignorancia, y a veces por ego, nos dejamos llevar por una información mal aprendida que nos impide dar lo mejor de nosotros mismos. Más pensar, menos sentir.

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