viernes, 17 de abril de 2020

El ramo tránsfobo y machista.


Hoy vengo con una anécdota de las bien sabrosas. La entonaré en clave de humor y la cerraré con una moraleja, pues la alternativa sería darle la importancia que en realidad tiene, y eso sería bastante deprimente para una publicación que busca entretener y hacer pensar.

Sigo de cerca un chat. Dicho chat se compone de bastantes personas (más de cien) de las cuales diría que son, EN GENERAL, bastante normales, racionales, y respetables, con la salida del tiesto ocasional e inevitable que puede ocurrir entre tanta gente. Bien... pues el caso es que hará dos semanas entró una persona que supe desde el principio que iba a ser conflictiva. Chica trans que, tristemente, cumplía (aparentemente, al menos) con todo el estereotipo hembrista que estamos hartos de ver a día de hoy (o sea, las ovejas negras del feminismo real y respetable). Por resumir, diré que en su primerito día, a mí, que me considero tremendamente suave y diplomático, me armó un cirio y me dio a entender que no podía ser FACTIBLE que hubiese cosas en mi pasado comparables en gravedad a las que ella ha vivido. ¿Motivo? Que ella es una chica trans. Así, tal cual. Lo gracioso es que en media hora se disculpó, y en otra media hora hablando conmigo por privado, volvió a cogerme asco y soltó por el chat (público de nuevo) una aclaración pasivo-agresiva que solo yo podía entender, apelando en clave a que no se había equivocado en su juicio inicial sobre mí.

Tras esa introducción, voy con el meollo. Anoche se lió el gran pifostio gracias a la susodicha. Podría poner aquí una transcripción de la conversación, que fue en su mayor parte relativamente respetuosa, si bien, de nuevo, bastante pasivo-agresiva, pero por cuestión de respeto y decencia hacia los involucrados y su intimidad, os ofreceré un resumen: la muchacha hizo alusión a cómo todo el porno que existe está pensado para hombres cis. ¡Pum! Y se quedó tan ancha. No debe conocer la regla 34 de Internet. Empezó a pedir formas de encontrar lo que ella llamaba "porno feminista", que tras pedirle una definición, calificó como "porno entre hombre y mujer en el que la mujer disfrute y no sea solo una figura de deseo" (o sea, que tampoco le valía el lésbico). La conversación se fue calentando, y tras muchos y divertidos vocablos y declaraciones como "cisheteronormativo", "comida machista", o "el porno solo ofrece estereotipos machistas y una educación sexual afectiva penosa", y tras tirarse muchos trastos a la cabeza unos y otros (sobre todo ella a los demás), y de hacerse muchas declaraciones obvias como que "un pene no hace a un hombre", apareció en la conversación la imagen que he puesto en la cabecera.

De más está decir que me partí el ojete cosa bárbara. Le pregunté por privado al chaval que colgó la imagen, y me dijo que la puso por poner, que ni siquiera tenía sentido la cita.

Me partí el ojete cosa bárbara por segunda vez.

El caso es que la muchacha, ya le saldría de inercia, dijo que el mensaje era transfóbico, y que le daba asco. Le pregunté por qué. ¿Qué parte de la cita es la que te ha ofendido exactamente?, le dije. Respondió que hacer alusión a la relación directa entre hombre y pene. Le pregunté que si no tenía nada que decir sobre la parte del ramo, y me dijo que no, que esa parte no tenía sentido.

Y tras este y otros horrendos ataques del estilo (que nos encargamos POR SI ACASO de aclarar que eran humor negro), la susodicha optó por hacerse la víctima y marcharse del chat (hice palmas con las orejas). ¿Lo más gracioso del asunto? Que detrás de ella se fueron dos más, una diciendo que no soportaba la falta de empatía que teníamos algunos, y otro diciendo que nos revisáramos las actitudes machistas, tránsfobas y el humor.

Y hasta aquí llego, que lo que empezó como un relato morboso ha acabado por hacerme sentir sucio; ahora, la reflexión:

De más está decir que ni de cerca estoy criticando a las personas trans ni al colectivo LGBT (el cielo me libre...), sino a la tendencia más o menos natural que existe en la humanidad a caer en la polarización. La susodicha no es más que un ejemplo más del "si no estás conmigo, estás contra mí", ya que para ella no había términos medios; todas sus aportaciones al chat eran o "qué chuli tu gato", o "eso es tránsfobo y machista", parecía un auténtico estereotipo con patas y, lejos de parecerme ridícula o lamentable, voy a decir que lo que más me transmitía era lástima. Y no lástima de "qué patética, me das lástima", como dicen los malos de las pelis, sino lástima de "pobrecita, es una víctima más". Y no una víctima de los malvados machistas que discriminan a las personas trans, sino una víctima de la tendencia más arriba descrita: la polarización.

La polarización es una repugnante estrategia que los políticos de todas las épocas han utilizado desde siempre para facilitar la colaboración hacia ellos de determinados colectivos, por medio del enfrentamiento con otros colectivos a base de premisas simplistas. "Mi dios es el único legítimo"; "¿una mujer que no reza? debe ser una bruja, quemémosla"; "el comunismo lo es todo"; "esos sucios sociatas van a vender nuestro país a Venezuela"; "esos putos fachas defienden el machismo heteropatriarcal"; y un largo etc.

Cada día que pasa me doy más cuenta de que la personalidad es un don del que no disponen todos, es algo difícil de conseguir, aun más difícil de cultivar, y todavía más difícil de conservar, pues la sociedad y los que nos rodean se encargan de juzgarnos a todos lo suficiente como para someter a las mentes más débiles (que son mayoría). Dicho esto, debo admitir que yo también caí en un poco de polarización durante la conversación de la que hablé antes, pues no soy ningún superhéroe. Es verdad que la muchacha llevaba unos cuantos días tocándome las narices y que estaba deseando que se largara, lo que me hizo ponerme un poco más bromista de la cuenta, pero al mismo tiempo, aclaro que hubo muchas veces en las que me cargaba de paciencia y la intentaba hacer pensar. Sin éxito. Pues nada, chica... oféndete, que eso sí que parece que se te da bien; espero y deseo que algún día madures, o serás una desgraciada toda la vida, es algo que ya he visto ocurrir antes.

Antes de cerrar, dos declaraciones:

-Aunque ya lo he dicho, no tengo absolutamente nada en contra de los LGBT, ni siquiera en contra de la gente polarizada y/o sin personalidad. Doy por hecho que son una mayoría abrumadora, y que hay que convivir con ellos. Es responsabilidad de todos (también de ellos) el dar educación, y hacerles ver que hay algo más que unos cuantos miles de aliados y un porrón de millones de enemigos a su alrededor. Como me gusta decir, todos somos y dejamos de ser ciudadanos mediocres de manera intermitente.

-A la parte más oscura del colectivo LGBT, es decir, los hembristas radicales; sí, esos que no saben que son ellos, pero que curiosamente se darían por aludidos y se ofenderían si leyeran estas palabras... con todo mi cariño: ¡DESPERTAD! ¡OS ESTÁN HACIENDO TRABAJAR GRATIS PARA GANAR DINERO Y CREAR AGENDA POLÍTICA! ¡CADA DÍA QUE PASÁIS ASÍ, ODIÁIS MÁS AL MUNDO, Y EL MUNDO OS ODIA MÁS! ¡CREÁIS Y PERPETUÁIS EL PROBLEMA QUE DECÍS QUERER ERRADICAR!

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