domingo, 13 de enero de 2019
Las aventuras de JC: final.
Desde que empecé esta serie, a cada capítulo que escribía se me ocurrían otros dos, porque verdaderamente la convivencia con JC dio lugar a unas personajadas increíbles. Sin embargo, dado que no todas ellas resultaron igual de impactantes/graciosas y que me quedan ya muy pocas en el tintero (concretamente, esta, y otras dos que no fueron la gran cosa), creo que es un momento tan bueno como cualquier otro para poner punto y final a aquellas anécdotas. No obstante, pienso hacerlo dando un puñetazo en la mesa con la que considero la más loca de todas (literal, y figuradamente) y en la que, curiosamente, no estuve presente. Por la naturaleza de la anécdota, no me será posible poner ninguna línea de diálogo.
Según me contó el Friki, coprotagonista de la escena, estaba él metido en su cuarto, con la puerta cerrada y viendo un capítulo de una serie en su portátil, con los cascos puestos y sin emitir ninguna clase de ruido. En estas que llegó nuestro JC al piso y saludó con un "muy buenas, ¿hay alguien?" gritado al aire, pero como nos pasa a muchos en alguna que otra ocasión, el Friki no tuvo ganas de saludar y se hizo el ausente. Así pues... JC se creyó solo en el piso.
Pasaron unos cuantos minutos, y nuestro aspirante a físico favorito recibió una llamada. El Friki asegura que al principio no estaba prestando atención (normal, recuerdo lo de los cascos puestos), pero a medida que pasaron más y más minutos de una larga llamada, el aire se fue caldeando, y JC empezó a alterarse e incluso a gritar. El infiltrado de la escena dedujo que hablaba con su madre, pues así era como la llamaba, además de que parecía que hablaban de algún tema que le estaba tocando la fibra al chavalote. El estrés se fue tornando en ira, y los gritos en auténticos berridos de bestia acorralada. El caso es... que lo siguiente que escuchó Friki Snake fue un "¡NI SE TE OCURRA COLGARME! ¡¿EH?! ¡NI SE TE OCURRA COLGARME!", seguido de un "¡QUE ME HA COLGADO! ¡QUE ME HA COLGADO! ¡TENGO QUE MATAR A ESTA HIJA DE PUTA... TENGO QUE MATARLA... TENGO QUE MATARLA!". La guinda que puso el pastel fue que, en palabras suyas, el Friki se puso muy rígido y se abrazó al "cuchillo pana'ero" que casi siempre tenía en su mesa, no porque fuera un sicópata, sino porque era demasiado perro para llevarlo a la cocina después de prepararse el desayuno.
Como dije al principio, solo cuento con el testimonio de mi amigo para creer esta loca anécdota, pero sabiendo lo que vi durante aquel año, y sabiendo lo distinta que puede llegar a ser la gente desde la intimidad hasta que se pone en juego el teatro social, sinceramente, soy más que capaz de creérmelo. Pocos días después, JC nos dijo que se iba a ir de la residencia en la que vivíamos. Es decir... su padre seguiría pagándola por si alguna vez lo necesitaba, pero según él, le estresaba vivir allí. Sí... le estresaba vivir en una residencia de estudiantes que estaba en mitad del campo, sin ninguna clase de ruido, y prefería pegarse una hora de ida y otra de vuelta diariamente en coche desde su pueblo hasta la facultad. En fin... ese era nuestro JC, esas eran sus costumbres, y había que respetarlas.
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