miércoles, 15 de mayo de 2019

La filosofía del cuello de botella.



Por suerte y por desgracia, el bien y el mal no son cosas absolutas en esta vida, sino que se comportan como un espectro en nuestra población. Ya traté de expresar esta idea en una de mis publicaciones favoritas del blog, la de la población latente ( https://federicadas.blogspot.com/2018/08/la-poblacion-latente.html ), y es precisamente porque es una idea compleja a la par de importante que quiero darle un enfoque diferente, por la que me gusta llamar en mi cabeza, "la filosofía del cuello de botella".

La mayoría lo sabe: casi nadie es totalmente bueno; casi nadie es totalmente malo; todo está hecho por un conjunto de grises. En parte, esto viene por la educación, ya que nuestros padres y la propia sociedad nos enseñan a no ser un cabronazos egoístas y a pensar (incluso si es de vez en cuando) en el bien común. El voto del vecino vale igual que el mío, y el bienestar de su hijo es tan respetable como el tuyo, a menos que alguno de los implicados en estas ecuaciones resulte ser alguien que fastidia más de lo que aporta. Sí... en parte es por la educación... pero, ¿cuál es la otra parte? Seguro que si le das vueltas sacas más de una, pero creo que se puede resumir en una: el miedo a las represalias. Obviamente, si yo voy a una tienda y veo algo que me gusta, se espera de mí que pague por ello. ¿Por qué no lo cojo sin más? Pues porque es propiedad de otro, porque mis padres me han enseñado que cogerlo sin pagar es robar (y eso está mal), y porque si robo habrá represalias, ya sea una multa, o un merecido puñetazo en los dientes si el tendero tiene malas pulgas. De alguna manera, en la publicación sobre la población latente hice ya hincapié en el punto de la educación, así que aquí... quedaos con el otro punto, la importancia del miedo a las represalias.

¿Por qué es tan importante ese miedo a las represalias? Bueno, es bastante obvio que se encuentra en nuestra naturaleza. La presa huye del depredador si está hambriento... pero no lo provoca si no lo está. ¿Qué ocurriría si eliminásemos o, al menos, atenuásemos ese miedo a las represalias? Aquí es donde entra en juego la filosofía del cuello de botella, algo que se me ocurrió a lo largo de muchos minutos perdidos en la carretera como pasajero/copiloto de un coche ajeno. Poneos en situación: ciudad mediana o grande, hora punta, atasco de tres pares de narices, y estás intentando entrar en una avenida tipo travesía desde una vía de servicio con un "ceda el paso" más grande que una Catedral de Burgos. Seguro, puede que tengas suerte y alguien se apiade de ti para dejarte pasar (creedme, a veces pasa), pero... ¿es lo habitual? No, y punto. Una gran parte de la población, encontrándose en un estresante atasco, lo primero en lo que piensa es en un "no, este a mí no se me cuela, ¡por mis huevos que no!". ¿Qué es lo que hace especial esta circunstancia? ¿Por qué me fijé en un cuello de botella "carreteril" en lugar de en alguna otra circunstancia semejante? Por algo bastante sencillo: el anonimato que esta circunstancia otorga. Los coches tienen las lunas hechas de tal manera que no permiten ver de manera nítida desde fuera adentro, además de que las posibilidades de interactuar con alguien, incluso durante un atasco, son muy dificultosas además de efímeras (o sea, de segundos, y a gritos). Ese pensamiento del ciudadano medio, el de "este no se me cuela, por mis huevos", muy posiblemente nazca de la idea de toda una maraña de toxicidad, proveniente de esa protectora sensación que otorga el anonimato. Y no hablemos ya del típico que te pita en el semáforo si tardas más de medio segundo en arrancar... 

Pero... ¿y si la cosa fuera ligeramente distinta? ¿Y si toda esta circunstancia ocurriera en la cola del supermercado, con posibilidad de hablar cara a cara, mano a mano, y con "miedo" a una posible represalia? Bueno, bien claro está que todos nos hemos cruzado con el típico imbécil que se cuela... pero, ¿a que no pasa tan a menudo como el que se intenta colar en una rotonda? Es más, imaginad que las tornas se vuelven, y que eres tú quien por algún motivo (prisa) NECESITA colarse en el supermercado. ¿No es cierto que con buena educación, no es descabellado pensar en que alguien te deje colarte? Y es que ahí es donde, para mí, radica la cuestión. En un "cuello de botella" (o sea, una situación con anonimato, como podría ser también un foro de Internet) se despersonaliza la situación, y se elimina uno de los dos factores que mantienen el orden y la ciudadanía a flor de piel: el miedo a una represalia. ¿Triste? Tela. ¿Cierto? Yo diría que sí.

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