sábado, 10 de agosto de 2019

La fiebre del valor añadido.



Un día, un cocinero o camarero pensó que era buena idea ponerle un mondadientes en lo alto a una hamburguesa. Al siguiente, su vecino dijo "¿y si uso platos más modernos?". Al siguiente, uno vio una noticia sobre que en Francia se estaban empezando a poner de moda los restaurantes de cocina artística: mínima cantidad de comida, plato bonito, y precio inflado...

No creo que esté diciendo nada nuevo, lleva pasando desde hace ya muchos años (por no decir décadas), pero el caso es que cada vez se hace más difícil encontrar una tasca de barrio en la que comer barato y bien, en la que pagar sola y exclusivamente por el servicio de la comida. Porque ese es el secreto aunque muchos no lo comprendan: cobrar más por un plato bonito no es una estafa (normalmente), es cobrar más por vender un sentimiento, lo que se viene a llamar "valor añadido" en el mundo del marketing. ¿Está feo que se tire tanto de valor añadido de un producto simple? Sin duda, está súper feo porque obliga a la competencia a adaptarse, y al cliente, a pagar más. ¿Es incorrecto o inmoral? Por supuesto que no, cada cual es libre de vender buenas ideas si la gente paga por ellas, y cada cual puede poner su dinero en lo que le venga en gana... y ahí es donde radica el problema, que no todos tienen la misma cantidad de dinero.

La globalización sigue avanzando por más que le pese a los independentistas; y con esta frase no me refiero solo a un cierto número de catalanes, sino a todos aquellos que creen que es "guay" o que "expresa sentimiento" el "sentirse" parte de una tribu pequeña en detrimento del progreso. El caso, que no me quiero ir por las ramas, es que cada vez hay más turismo, y eso implica que los países con menor poder adquisitivo descubren posibilidades al poder sangrar a gente de mayor poder adquisitivo. ¿Por qué venderle a los vecinos de siempre un plato como siempre, si puedes vender menos comida por más dinero a costa de invertir en un poco de apariencia? No hay ningún motivo para no hacerlo más allá de la pereza, o el sentimiento de "eso es una estafa" (que no lo es). Y esto, al fin y al cabo, también pasa a ser un simple sentimiento y, por lo tanto, algo egoísta en una mayor o menor medida.

Desde que ando moviéndome por aquí y por allá, y desde que "salí de barrios y pueblos moderadamente pequeños" (entre comillas, porque siempre evito las grandes urbes), se me hace cada vez más difícil encontrar un bar barato que no esté intrínsecamente unido al concepto de cutre e insalubre. Es raro encontrarse una hamburguesa por menos de 6-8 putos euros en España, y aquí en Noruega (desde donde escribo esto), te pueden sablar hasta 20 sin alzar la ceja (por no hablar de los 10 de la cerveza que acompañe, pero ahí ya nos metemos en políticas e impuestos del país). Desde luego, las cosas hay que saber reconocerlas, te las presentan en un plato precioso, con su mondadientes, con sus ingredientes bien puestos y súper bonitos para que te abran más aún el apetito. Cuando me termino el plato, me paro a pensar en si ha merecido la pena gastar 20 eurazos por una simple hamburguesa con salsa, patatas, y un poco de guarnición, y la respuesta es un "sí". El problema, claro, es que después viene la segunda pregunta: "¿quise yo pedir esto?", y la respuesta es "no".

La conclusión más obvia: la restauración seguirá avanzando por ese camino, y cada vez se verán menos bares pequeños y tradicionales, aunque no creo que se lleguen a extinguir nunca. Aquellos que no gusten de cocinar, cada día se verán más y más en la tesitura de si pagar grandes sumas por comer sano a base de comprar sentimientos, o si pagar pequeñas sumas por comer de manera insalubre con rápidos precocinados y ultraprocesados. ¿Queréis una idea de negocio que lo petaría? Abrid una cadena de bares/restaurantes que ofrezca comida sana y barata, "al método tradicional". El cómo hacerlo sostenible... si lo supiera, ya estaría buscando financiación para montarlo yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario