domingo, 26 de enero de 2020

Carta a una pasivo-agresiva.



He estado unos días fuera de juego por una visita al hospital. A modo resumen, hubo una pequeña complicación, pero todo ha salido bien al final. El caso... es que durante esos días tuve una experiencia un tanto amarga (y muy fugaz), pero dado que no quiero salpicar ni humillar a nadie, me limitaré a dar los datos estrictamente necesarios, con matices filosóficos de los que me gustan. Y para hacerlo más entretenido, lo escribiré en forma de carta, aunque va dirigido a alguien que, muy probablemente, nunca llegará a leerla.

Estimada cirujana de guardia:

Me gustaría hacerle llegar unas palabras tras mi estancia en el hospital en el que usted trabaja. Lo cierto es que, en su inmensa mayoría, el trato que he recibido allí ha sido extraordinario en cuanto a amabilidad. En cuanto a calidad y ética profesional... por desgracia no ha sido tan bueno, si bien ha sido suficiente (esto, aún, no va por usted). Sin embargo, es en este punto de la amabilidad en el que quiero centrarme, pues quizás sea usted la única que ha constituido la excepción que confirma la regla.

Lo sé... no debe ser fácil evaluar un caso clínico siendo un médico de guardia, no teniendo acceso a un correcto seguimiento (pues usted solo me vio durante un día), y teniendo en cuenta que usted debía tratar con muchos otros pacientes en solitario. Sin embargo, considero que hay cosas que usted no hizo del todo bien, y como las críticas constructivas son una gran bendición, aquí vengo con mi granito de arena. Aunque pueda parecer que me burlo o que me meto con usted, nada más lejos de la realidad.

Usted vio mi caso dos veces: la inicial, al comienzo del día, y otra a última hora. En la primera ocasión me dijo usted (palabra arriba o abajo) que "si yo lo consideraba adecuado, la mandase llamar al final del día para evaluar la evolución de mis lesiones, en cuyo caso, trataría de encontrar tiempo en su agenda para hacerlo". Esto fue, en efecto, lo que yo hice, pues por motivos que aquí no considero adecuado plasmar, me hallaba en unos días de elevada incertidumbre y quemazón mental, y deseaba cuanta más información mejor sobre mi caso. Sin embargo, lo que debió ser una sencilla revisión, se convirtió en algo... dejémoslo en "más violento de lo deseable" (tampoco es que fuese algo extremo, ¿eh?), y a continuación describiré el por qué.

Usted llegó a mi habitación (y la de mi compañero, pues no estaba solo) tirando a tarde, con las luces ya apagadas (esto, OBVIAMENTE, no es un problema, es algo habitual en los hospitales). No le diré que vino gritando y dando pisotones, porque no fue así, pero era fácil percibir que estaba usted, cuanto menos, algo quemada y molesta (desconozco si por estar en medio de una guardia intensa, o por el motivo que a continuación describo). Tras llegar, detalles y palabras arriba o abajo, extraje como importantes 3 cosas:

-Se quejó (suavemente) de que usted no me había dicho que vendría a verme si la llamaba, sino que lo haría si disponía de tiempo. A esto añadió (tras un adormilado "vale" por mi parte), que en boca de la enfermera, "nosotros habíamos sido muy insistentes". Mi respuesta a este punto: tiene usted razón, puede que yo tergiversase sus palabras, y que quienes estaban conmigo y yo mismo fuésemos un tanto intensos a la hora de solicitar su presencia. Como defensa diré lo mismo que antes, que estaba en unos días complicados por la incertidumbre (y sobre todo el día anterior al acontecimiento aquí señalado).

-Tras hacer la exploración, me dijo usted que "todo estaba igual, como yo mismo podría haber visto". Esta fue la primera alarma real que saltó en mi cabeza. Graciosamente, como veterinario de formación que soy, sé evaluar un hematoma como el de mi caso. Sin embargo... ¿de verdad cree usted que en mi situación como paciente se me puede pedir que evalúe mi propio caso? No me explayaré más aquí... tan solo diré que fue la primera señal que, más allá de mi habitual paranoia, me hizo confirmar su estado de cabreo general.

-En general, y a lo largo de la visita, mantuvo usted un estado bastante tenso: gestos fuertes, tono de voz algo alterado (si bien dentro de lo correcto), exploración rápida y algo brusca... y sobre todo, el detalle de irse sin dejarme tiempo a contestar más que un par de "vales", y de dejar las luces encendidas y la puerta abierta. Incluso si su estado de cabreo hacia mí estuviese justificado (cosa que pongo en duda), ¿de verdad cree que eso le da motivos para fastidiar a mi compañero de habitación? Porque yo estaba en situación de levantarme y apagar... pero mi compañero era un señor de edad avanzada, y bastante jodido...

En fin, a pesar de que esto pueda parecer una pataleta (que en parte, lo es, pues es una de las funciones de los blogs), el motivo real de esta publicación es hacer algo de crítica constructiva. Usted es una doctora relativamente joven (desconozco su edad, pero no creo que llegue a los 35), y el hecho de ver en usted una conducta tan amarga por un detalle, a mis ojos, tan nimio como el de ser insistente en que sacase tiempo para, al fin y al cabo, hacer su trabajo, créame si le digo que me apena. Sí, me apena, no me molesta. ¿Sabe por qué? Porque estas son las cosas que van destruyendo la paciencia de los profesionales lentamente. Si usted cede a esos impulsos pasivo-agresivos desde una edad tan temprana y con tanta facilidad, es muy probable que de aquí a diez años sea uno de esos doctores cabreados con el mundo, que se limitan a hacer su trabajo (muchas veces, mal), por haber perdido una vocación que, en principio, es de las más nobles que existen.

Total, y a modo resumen: en el remoto caso de que llegue usted a leer estas líneas, y de que sepa que van dirigidas a usted, le ruego que aprenda a tomar aire. Tal vez sea usted una víctima del sistema (ya sabemos que la sanidad pública tiene demasiados pacientes para demasiados pocos profesionales), pero en lugar de cabrearse con el paciente para crear nuevas víctimas, quéjese a quien tiene la culpa de verdad. Y en última instancia... al menos dialogue; habría sido tan sencillo como dejarme cinco segundos para decir un "lo siento" a lo de la insistencia.

Sin rencores, un cordial saludo,

Fede.

lunes, 20 de enero de 2020

Como la vida misma: 10


-Perdone, se ha equivocado.

Tras la aclaración se escuchó un *click*, y el telefonillo se quedó en silencio. Gabriel no supo muy bien qué hacer; tenía entre sus manos un paquete para entregar, y aunque la dirección era la correcta, estaba ante un rascacielos de una de las ciudades más grandes de España, y no tenía el piso. ¿Se suponía que debía ir llamando uno por uno? ¡Puff! ¡Qué pereza! Se disponía a volver a la centralita, cuando una muchacha llamó su atención.

-Perdona, ¿eres de Barbarorl? -le preguntó.

-Así es. Por casualidad... ¿conoces a Yennefer Sánchez Rodríguez?

-¡Soy yo! ¿El paquete es para mí? -La muchacha adoptó una pose de extrema felicidad.

-Ehmm... sí, así es. ¿Puedes echarme aquí un garabato?

El repartidor sacó un aparato con el que gestionaba los repartos, y le dio un pequeño lápiz de plástico a la tal Yennefer. <<¡Vaya nombre!>>, pensó, seguro que sus padres eran unos frikis, como los de su prima Khaleesi.

-Disculpa... ¿Yennefer?

-¿Sí?

-Mira, no quiero tocarte la moral, pero es que estas cosas pasan demasiado a menudo... La próxima vez que hagas un pedido, ¿podrías poner al menos tu dirección completa? -La muchacha alzó media ceja.

-Lo hice. Es decir, puse la mitad de la dirección en el campo habilitado para ello, y después puse el resto en la caja de comentarios.

-Imposible, lo sabría. Te has tenido que equivocar.

-¿Me estás llamando mentirosa? -Gabriel sonrió con aire condescendiente-. Mira, chaval... mi hermano fue repartidor de Barbarorl durante unos años, y sé que en ese cacharrito podéis acceder a los comentarios. ¿Por qué no lo miras?

-Porque no me...

-¿No te...? -le interrumpió. <<Bah>>, se dijo a sí mismo Gabriel, y recuperó su cacharro de las manos de la clienta con no poco cuidado. <<Te vas a enterar de lo que vale un...>>.

-Mira, hay un comentario. Pone... -Gabriel se quedó frío.

-Mi piso, ¿verdad?

-Ehmm... -Gabriel tragó saliva.

-¿Y qué más pone? ¿Por qué no lo lees entero en voz alta? -<<Mierda>>, pensó. La vergüenza le impidió leer en voz alta, pero en el comentario ponía que entregasen el pedido por la mañana por cuestiones de disponibilidad. Eran las 17:32.

-Mira, no me voy a poner chula porque no es para tanto. No te has leído el comentario; no has hecho bien tu trabajo; eres solo uno de muchos. Hazlo mejor la próxima vez, ¿vale?

-Ehmm... -Gabriel se empezó a rascar la cocorota, y a sudar.

-Es... literalmente te pido que leas una línea de texto por pedido. No es mucho, ¿no?

-Ehmm... -Gabriel sintió una tensión agolpándose a la altura de donde asoman los pepinos, como solía ocurrirle cuando se ponía nervioso.

-¿Verdad que vas a poder hacer eso por mí a partir de ahora, señor repartidor de Barbarorl?

-Ehmm... -La tensión incrementó en poder. Gabriel sacó un pañuelo para secarse el sudor de la frente.

-¿Por favor?

-Ehmm... -Y... la tensión disminuyó... Por suerte había bastante gente en la calle, y había sido un pedo totalmente ninja. Pero...

-¿Verdad que...? ¡¡AAAHHH!!

En una fracción de segundo, Gabriel, un flashed más de aquella España de 2059, estaba envuelto en una nube de vapor color amarillo fosforito. Antes de poder preguntarse qué ocurría, la tal Yennefer estaba acribillando la pantalla táctil de su móvil. En cuestión de segundos, se oyeron unas sirenas de policía que se acercaban a su posición.

jueves, 16 de enero de 2020

Elevados estándares.


>>Día intensito en el curro.
>>Vuelvo a mi puesto a última hora.
>>Miro el móvil: petado de notificaciones.
>>Entre ellas, una llamada perdida.
>>Número desconocido, de prefijo 91 (Madrid).
>>Tal como lo miro, vuelve a sonar.
>>Mismo número, lo cojo.
>>"¡Hola mu benas, mi boble Jon! ¿Co quén tego flasé dablá?"
>>"¿...Perdón?"
>>"¡Hola mu wenas, mi noble es Jon! ¿Co quién tengo plasel de hablá?"
>>"Emmm... no veo necesidad de decirle mi nombre, caballero".
>>"¡Oh! ¡Primero, pelmita desil-le que mucha grasia por su tempo, é usté mu considelado po atendem-me!"
>>"..."
>>"Llamo dael-la jeguro buscá, ¡quero oflesere la mejó..."
>>[La línea se entrecorta, no oigo el resto]
>>"¡¿...Perdón?!"
>>"Llamo dael-la seguro bulcá, ¡quiero oflesé la mejol cubiertera dercado!"
>>"¡¿...KHÉ?!"
>>"Llamo-de-A-des-las, se-gu-ros-bucales. ¡Qui-e-ro ofleséle la me-jol cu-ber-tu-ra de mer-ca-do!".
>>"Ah... mire usted, le voy a ahorrar su tiempo y el mío de paso, pero ya tengo dentista y es familiar".
>>[...Silencio incómodo]
>>"...Y por lo tanto, no voy a comprar nada, que tenga un buen día".
>>[...Otro silencio incómodo]
>>[...El publicista de sabrosura creisicura de Adeslas cuelga sin mediar más palabra]

domingo, 12 de enero de 2020

Como la vida misma: 9



<<Otro ataque de ninjas>>, pensó Raquel mientras miraba las noticias en su 3D-visión. Nadie sabía muy bien por qué, pero en un mes ya habían tenido lugar trece de aquellos ataques en distintos lugares del país, y aunque algunos de ellos se habían cobrado la vida de su objetivo, la mayoría habían sido tan chapuceros como el de aquel día en la oficina del gobierno. Pero bueno... era solo una noticia más.

Raquel veía pasar las horas desde el sofá, haciendo un poco de zapping 3D-visivo. De pronto, mientras miraba un documental sobre gatitos, la imagen cambió de manera súbita y apareció una reportera en un noticiario.

-Estimados 3D-videntes, interrumpimos la transmisión para hacer llegar una noticia de última hora fuera de lo común. A día de hoy, el Ministerio de Trabajo Digno ha emitido una convocatoria de empleo público fijo. En dicha convocatoria, se espera un total de nada menos que cinco plazas para salir a sorteo.

La reportera siguió hablando mientras a Raquel se le abrían los ojos de par en par. ¿¿Cinco empleos?? Debían estar de guasa...

-Anda mira, Raquelilla... -dijo su madre con timidez, desde la puerta del salón-. ¿Y si... y si echas el curriculum para eso? A lo mejor consigues una plaza...

-¡Mamá, que no me calientes la cabeza, coño! ¡¿No ves que eso es nada más que para los enchufados?! ¡Si es que eres tonta!

-Ya... bueno... pero, ¿quién sabe? A lo mejor si lo intentas...

-¡Que no, joder! ¡Que no, que no te enteras de cómo funciona el puto mundo!

-Pero... pero hija es que... es que te veo ahí tirada desde hace ya... va para siete años, ¿no?

-¡Y más que van a ser como no mejore esto! ¡Me cago en la puta, con lo que me lo curro, y no sale nada!

-Ya... sí, hija... ya sabemos que el mundo va muy mal... Pero no tienes nada que perder, ¿no? ¿Y si echas el curriculum para ver si cuela?

-¡Si fuera solo echar el curriculum estaría echado desde antes de la noticia esta de mierda! ¡No sabes tú la que hay que liar! ¡Que si carta de motivación, rellenar una encuesta, hacerse una cuenta en el Ministerio, ir a sacar nosequé papeles, rellenar un formulario por la red, y un montón de cosas más! ¡¡Solo el procedimiento ya desmotiva!!

-Y... y... ¿te has parado a pensar que quizás esa es parte de la gracia? No sé... como para hacer de filtro...

-¡¿Filtro de qué?! ¡¿Me estás llamando puta floja de mierda?! Es eso, ¡¿verdad?!

-No hija, no... yo nunca te llamaría eso... -Su madre suspiró-. ¿Cuándo fue la última vez que echaste un curriculum, Raquelilla mía?

-¡¿Y eso qué impor...?! -Raquel miró a su madre, y de pronto paró en seco. Algo la hizo sentirse mal-. Pues... pues... ¡¿qué se yo?! Estuve una temporada mandando dos o tres por día, ¿no te acuerdas?

-De eso hace dos años, cariño... y duraste una semana... Nadie te va a traer el trabajo a casa...

-¡Ya sabía yo! ¡Ya me estás llamando floja otra vez! ¡Cualquier día cojo la puerta y me largo, no aguanto más este puto maltrato doméstico y psicológico!

-Pero hija... yo...

-¡Que me dejes!

-...Bueno, ya te dejo. Perdona, hija mía, por molestarte... -Su madre desapareció en la puerta, y se escuchó un último grito desde la cocina-. ¡Acuérdate de venir a comer en quince minutitos!, ¿vale, cariño?

-Qué pesada, coño... -masculló Raquel, mientras cambiaba de canal. De pronto, se escuchó el timbre de la puerta-. ¡Mamá, ve a abrir!

sábado, 4 de enero de 2020

RdL: El Cazador de Dioses



Ha pasado algún tiempo desde que no hacía una de estas, así que ahí la lleváis. A menos que me falle la memoria, debería ser la cuarta y última novela (por ahora) de mi colega Román Pinazo, espero que os sirva si habéis visto por ahí su publicidad y no os decidís a leerlo:

El cazador de dioses es una novela corta de ciencia ficción futurista. Al más puro estilo de Alien: el octavo pasajero, El cazador de dioses relata en unas 60 páginas una historia de crisis y supervivencia en una nave espacial, con un interesante elenco de personajes.

LO PEOR:

-Brevedad: lo dije en El baile de los sátiros y lo repito aquí. La novela está bien montada, pero se me hizo TAN corta que cuando la terminé me quedé pensando "¡¿y ya está?!". Para algunos la brevedad es un punto a favor porque no te crea un compromiso de largo plazo... no sé, a mí se me hizo muy corta.
-Las descripciones: a diferencia de otras novelas del autor, en este caso me sentí un poco perdido al leerla. No es que esté mal escrita, ni mucho menos, pero he de reconocer que por algún motivo hubo un par de escenas en las que me resultó complicado seguir los detalles.

LO MEJOR:

-Intriga: la trama está bien montada. No llega al punto de ser una novela de terror, pero para tener tan pocas páginas, lo cierto es que el suspense es potente, y piensas a cada momento quiénes sobrevivirán (sí, muere gente; no lo considero spoiler, pues ya lo he comparado con la primera de Alien).
-Originalidad: vale, lo reconozco... decir en la misma publicación que es comparable a la peli de Alien y que es original puede pecar de contradictorio. Sin embargo, los acontecimientos que llevan a la creación del némesis de la historia me parecieron la mar de originales.
-El preámbulo: tanto el prólogo como la descripción de los personajes, hecha a modo de fichas corporativas de los mismos, te meten mucho en la historia. No llega a dar tiempo a cogerles cariño o a sentir empatía por ellos, pero sí que se desarrolla un leve colegueo.
-El precio: es gratis, joder.