martes, 16 de octubre de 2018

Las aventuras de JC: Marcando el terreno.

Para contaros esta anécdota necesito poneros antes en antecedentes: por resumir, que tampoco hay que regocijarse en el morbo, la relación de nuestro JC con su padre no era demasiado buena. Según nos contó un día, su familia era bastante pudiente por el trabajo de su padre, y precisamente por esto no eran pocas las veces en las que su padre le echaba en cara que fuese un mimado. Lo más gracioso (y absurdo) del asunto era que ese mismo padre le daba al niño una paga bastante considerable mientras estudiaba, paga que era ADEMÁS de los costos de la Universidad, la residencia de estudiantes, y la comida, paga que bien rivalizaría con algunos de los salarios de mierda que se ven a día de hoy dados en negro, con la diferencia de que dichos salarios se otorgan tras una explotación más o menos manifiesta mientras que nuestro JC... bueno, dejémoslo en que no es frecuente que un estudiante tenga sueldo, sino al revés. No me voy a meter en los métodos pedagógicos de cada padre, voy al turrón.

A lo largo de una conversación bastante larga, JC nos contó todo lo expuesto anteriormente y unos cuantos detalles más. Como al muchacho le salía el dinero por las orejas, era raro el mes en el que no se había comprado varios videojuegos originales nuevos... por no hablar del iPhone. En efecto, por aquellas fechas en las que los smartphone estaban empezando a verse, nuestro JC tenía un iPhone último modelo por el cual pagaba dos cuotas: la de la conexión telefónica, y la del propio dispositivo. Por decencia y respeto a su privacidad no mencionaré las cifras... pero sí os diré que me parecieron bastante alarmantes cuando las dijo en voz alta. El caso es que nuestro compañero nos contó con pelos y señales todo eso, tratando de liberar algo de la frustración que sentía por el machaque al que lo sometía su padre cada pocos días.

-Hombre, yo no me voy a meter en decirte lo que tienes que hacer pero... si tanto te molesta, ¿por qué no le dices que deje de pasarte tantísima pasta? -intervino el friki en los últimos compases de la conversación.

-¿C-cómo? -respondió JC con cierta inseguridad.

-Claro, hombre. A ver, te saco solo dos años y a lo mejor me equivoco, pero si le dijeras a tu padre que deje de mandarte tantos billetes le recortarás las excusas para llamarte mimado. No podrás gastar tanto, pero seguramente te acabarás sintiendo mejor contigo mismo. -El muchacho meditó sobre sus palabras durante unos momentos.

-Puede ser... Necesito consultarlo con la almohada.

Pues sí... se lo pensó. Pasó lo que quedaba de tarde y de noche. Era ya el día siguiente, y tras una mañana normal con sus clases y/o alguna práctica, nos volvimos a encontrar con él en el salón del piso. La cara de JC desbordaba felicidad, estaba verdaderamente radiante.

-¡T-tío, tío, a-al final te hice caso! ¿Sabes? Estaba ya muy harto de esa situación, así que esta mañana llamé a mi padre y le dije que no podía ser, que no podía seguir así la cosa. Me puse firme, y le d-dije que... que si me iba a seguir llamando niño mimado, ¡pues que no quería su dinero! -El friki dudó unos instantes, como sintiéndose responsable.

-Pero a ver... ¿qué le has dicho? ¿Te ha quitado la paga?

-No, hombre, no...

Y vaya que si no. De nuevo, como no quiero revelar más datos de los necesarios para unas risas, lo resumiré en que su padre le cortó el grifo... o sea, parte de él; concretamente, le podó una undécima parte del salario. Vamos, que le redujo la paga en aproximadamente un 9%, lo que le daba aún unos márgenes bastante amplios para pagarse el iPhone, algún que otro videojuego, y varios caprichos más si sabía administrarse. Pero bueno, aquí lo importante es que a nuestro JC le crecieron por lo menos cuatro pelos en el pecho aquel día. Si es que... en el fondo estaba hecho todo un rebelde.

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