viernes, 19 de octubre de 2018

Diferencias entre opinión y juicio (by me).

Hace unos días vi un programa en la tele (lo pillé de mi abuela que la tenía puesta, pues yo no tengo tele de normal) que me hizo sentir una fuerte vergüenza ajena. No obstante, debido a que siempre procuro extraer el lado positivo a las cosas, me dio por darle vueltas y vueltas al asunto sobre lo que estaba viendo (de lo que hablaré más adelante), y decidí que cuando me cuajara más o menos el concepto, acabaría por escribir sobre ello. Conque... ahí voy.

Imaginad lo siguiente, que está muy de moda, y lo pondré muy extremo para que quede más patente y claro: dos amigos, un chico joven y en forma, y una chica gorda de las que apenas si pueden saltar a la pata coja (y no hablo de un caso de hipotiroidismo o similar). Los dos tienen la misma edad, los dos han recibido educaciones similares, y los dos tienen una situación financiera parecida, o sea, que digamos que inicialmente solo se distinguen en su aspecto físico y en su sexo. A esto que un día la muchacha le cuenta que ha tenido que ir al médico porque se sentía muy mal (palpitaciones, mareos...), y le han diagnosticado que tiene colesterol alto. El muchacho, que es SU AMIGO, le dice, en presencia de las amigas de ella: "a ver... yo te lo he dicho varias veces, pero es que si te inflas a comer y no lo bajas haciendo ejercicio, es normal que te pase". Y entonces... se arma la marimorena: las amigas de ella lo tachan de machista, de falocéntrico misógino, de tirano, de intolerante... y a ella le dicen todas esas cosas tan de moda, sobre que lo importante es quererse a sí mismo, y que el peso da exactamente igual. Aunque lo pueda parecer, esta publicación no va enfocada al tema de los gordos que se aceptan y se quieren como son (que darían para otra publicación la mar de interesante), sino al hecho de algo que quizás ha pasado inadvertido. ¿Os habéis dado cuenta de que el muchacho del supuesto de arriba, en ningún momento le ha dicho a su amiga que no coma, que haga ejercicio, o ni siquiera que esté fea, gorda, y que esté MAL lo que está haciendo? Pues allá es donde voy.

Ya sabemos lo que hay a día de hoy por todos lados, todas estas dictaduras sociales en las que la persona lista se tiene que quedar callada mientras el idiota grita, se ofende, y escupe; toda esa basura del ofenderse por nada, y el censurar a gente que ha dicho una cosa controvertida porque puede dar lugar a algún malentendido derivado de sus palabras (malentendido que, en principio, ni siquiera tiene por qué estar implícito en el mensaje de la persona que habló). Es aquí donde quiero hacer hincapié: según la R.A.E., las palabras "opinión" y "juicio" son bastante similares (juicio tiene más acepciones, pero podemos encontrar a la segunda dentro de la definición de la primera), pero sin embargo mi experiencia de vida me lleva a decir que la palabra "juicio" es bastante más potente que la otra. Yo diría que dar una opinión es simplemente decir lo que piensas, sin segundas y sin tratar de imponer nada (lo que viene siendo tratar de buscar una simple argumentación), mientras que hacer un juicio es algo más severo, algo que trata de corroborar o de censurar algún concepto o situación, para conseguir algo más que expresar una idea en sí misma.

Dicho lo de arriba, vuelvo a lo que comenté al principio para terminar de perfilarlo: lo que vi aquel día en la tele fue uno de estos programas de españoles por el mundo, o como se llame. En él, entre las muchas cosas de las que se habló (algunas interesantes), salió cómo se celebraba una fiesta caribeña tradicional... pero maquillada de estilo moderno. Se presentó un baile público (cuyo nombre no recuerdo, aunque iba muy por la línea del "daggering") que me hizo morderme los labios, pegarme pellizcos por debajo de la mesa, y abrir mucho los ojos invadido por la necesidad de hincar la cara entre mis manos (cosa que no hice, por evitar preguntas de respuesta obvia de los presentes). En aquel momento me imaginé allí, en el Caribe, en el centro de aquella festividad de varios cientos de personas rozándose y dándose puntazos como macacos en su "baile sensual" (como ellos lo calificaban), padeciendo por toda esa vergüenza ajena y... totalmente incapaz de hacer nada. ¿Por qué digo esto? Imaginad lo siguiente: ¿qué habría pasado si, en medio de todos ellos, me hubiera dado por decir lo que pensaba (que me parecía soez), es decir, por manifestar una "opinión"? Pues que los más tranquilos de ellos me dirían que nadie me obligaría a permanecer allí (cosa que es cierta), pero los más gritones de ellos (y habría muchos) considerarían mis palabras como un "juicio", se sentirían atacados, y me pondrían de fascista para arriba. Eso, claro, en el caso de que no me tachasen de "maricón", pues recordemos que en Jamaica todavía es ilegal el declararse homosexual... Lo más gracioso del asunto es que a una persona como yo jamás se le ocurriría insinuar que pararan, pues nunca pasaría de expresar una opinión ante algo que me disgusta mientras no piense que sea "malo" (y lo soez, para mí, "malo" no es).

Bueno, después de haber soltado esas perlitas sobre los gordos y el baile caribeño de la vergüenza ajena, recalco que mi único objetivo era hacer distinción entre lo que es expresar una opinión y tratar de imponerla. Por favor, antes de "juzgar" a alguien por hablar, fijaos en si ha dicho algo con segundas. O sea... fijaos MUY bien, no seáis perros rabiosos idiotas que sacan conclusiones erróneas de manera precipitada. Eso SÍ es "malo".

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