Uno de mis secretos más desconocidos, no tanto por "peligroso" o "vergonzoso", como por "fuera de lugar" (vamos, que no suele darse la situación de contarlo), es que hay muchos momentos del día a día en los que imagino conversaciones o situaciones totalmente ficticias. Hoy, por ejemplo, tal como iba volviendo para casa, me he cruzado a una pareja de canis, de esos que son más raros de encontrar en Segovia que en Sevilla (gracias a Dios). Ya sabéis... jóvenes, chándal, escuchando música a todo trapo, cantando reguetón der weno, dando gritos, y haciendo alarde de un soberbio nivel cultural. El caso es que me he imaginado a mí mismo acercándome a ellos y preguntándoles algo en plan "¿por qué os gusta comportaros así?". En mi cabeza, los ficticios canis me respondían toda clase de cosas tóxicas e idiotas, desde un "¿y a ti qué te importa?", hasta un "¿así cómo?". Siguiendo con el escenario ficticio, me he seguido imaginando más y más respuestas, algunas incluso racionales y educadas, entre las que ha acabado destacando (para mí, claro) la más lógica: "porque nos gusta". A un "porque nos gusta", inmediatamente habría contraatacado yo con un "¿y por qué os gusta?"; más allá del "para gustos, los colores", solo se me ocurriría una respuesta final para esa pregunta: "porque está chulo", "porque mola".
A continuación me voy a permitir el pecar un poco de simplista, pero bueno, es para ayudarme a transmitir la idea que tengo en mente. Supongamos por un momento que todo aquello relacionado con la "subcultura cani" es negativo e indeseable: mala educación, gusto por productos simples, comerciales y no virtuosos, simpleza en general, machismo, y un pequeño etcétera de basura mental. Volviendo al final del párrafo anterior, ¿por qué podría molarle a alguien el pertenecer a un grupo así, y el comportarse así? Estoy perfectamente dispuesto a creerme que algunos de ellos simplemente lo hagan porque les gusta el componente cosmético. Es decir, no a todos nos gustan las camisetas de grupos de rock o los trajes, no todos disfrutamos de melodías musicales elaboradas y complejas, y no todos tenemos inquietudes sociopolíticas o grandes sueños. ¿Que te gusta llevar un chándal a todas horas y parecer un zarrapastroso? Bueno, me parece genial. Pero... ¿y el componente social? ¿Por qué elegiría alguien el comportarse como un indeseable que desafía a la autoridad por sistema y sin motivo, que la lía siempre que puede, que abusa de los débiles de su entorno social, y que a veces hasta roba o hace cosas peores sabiendo que eso solo le reporta un placer infantil y cruel a cambio de un elevado grado de marginación social, a veces incluso en el largo plazo? Bueno, pues aquí habría muchos matices de los que hablar, pero yo me voy a centrar en dos posibilidades: o lo haces porque eres el jefe, o porque eres un borrego.
Así pues, empecemos por lo gordo: el jefe cani. En todo círculo social hay jefes, ojo, pero quería resaltar este porque me resultaba gracioso y en consonancia con lo que he experimentado hoy. Debe haber de todo... pero aunque no soy un experto en sicología, suele decirse que el cabecilla de una pandilla de macarras es un chaval que no ha tenido una infancia fácil. A veces será alguien que ha nacido con alguna clase de sicopatía, pero en la mayoría de los casos será alguien que ha DESARROLLADO algo parecido, que es lo que se llama sociopatía. Igual su padre le pegaba, a lo mejor su madre le tiraba la botella de whisky a la cabeza al verlo pasar por la puerta ("¡¡por tu culpa nunca fui actriz, niñato!!"), quizás era malo en los estudios y en vez de encontrar apoyo y comprensión resulta que se topaba con una correa y una hebilla... en definitiva, creo que todos sabréis ya por dónde voy. Por supuesto que no estoy diciendo que un jefe cani deba sí o sí ser un niño traumatizado, debe haber otros muchos casos que vayan por el sentido opuesto, como el de ser un consentido toda su vida (y muchos casos intermedios y más complejos). El caso... es que al final se llega a un proyecto de persona caracterizado por una cosa muy concreta: como en casi todo mal de la sociedad humana, nos encontramos con alguien que ha desarrollado su dominancia latente de una manera incorrecta y descontrolada. El traumatizado lo habrá hecho por frustración y problemas de ira, mientras que el consentido lo habrá hecho por no haberse encontrado con algo que se lo impida (como pasa con el típico perro que se sube a las barbas del dueño).
Y llegamos al otro tipo, el borrego. Este... es mucho más penoso, ya que en la mayoría de los casos se tratará de una persona que, si le hablas en solitario, te encontrarás con que es un chaval legal y buena gente, pero en cuanto se deja consumir por la mentalidad colectiva del grupo, se convierte en un idiota más. Una auténtica lástima... ¿qué hace que un proyecto de buena persona termine así? El tiempo, la fuerza de la costumbre, una zona de confort tóxica. Imaginad a un niño normal de 3 o 4 años. Un día se le acerca otro niño de los del grupo de los jefes canis, pero con un desarrollo mucho más temprano e inofensivo (recordemos que cuando yo era un niño, ni había reguetón, y que los niños de 3-4 años no queman contenedores). Se hacen amigos, y quizás al principio eran "algo traviesos", pero no eran bestias... pero claro, los años, las hormonas, el paso del tiempo en definitiva, hará que todos y cada uno de estos borregos (porque son muchos, jefe no habrá más de uno o dos por pandilla) vayan mamando lo que su jefe le sugiere u ordena, y cada vez se volverán más y más conflictivos. Algunos de ellos se darán cuenta a tiempo y reconducirán su vida (muchos, de hecho), pero otros se dejarán arrastrar por su jefe como una auténtica putita, ya que a cierta edad, lo que suele pasar es que el jefe persiste en su conducta abusiva e infantil y se va quedando solo, momento en que empieza a actuar como un maltratador sicológico con sus propios amigos, para tratar de retenerlos. Toda una pedazo de lástima...
En fin, una publicación un tanto sui generis, pero este blog no va siempre de cosas concretas, a veces me gusta divagar. Mi yo racional de hoy día me hace ver a estos individuos con una mezcla de pena y repugnancia. Pena, porque la mayoría de ellos son víctimas de una infancia desafortunada; repugnancia, porque también tengo derecho a tener una propia opinión, irracional y sesgada, y me ha tocado aguantar muchísima mierda de esta clase de hijos de puta. Son víctimas, sí... pero solo hasta cierta edad.
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