Este fin de semana me sumé a un plan que me propuso un amigo hace varios meses: ir a Lisboa durante un finde, primero, para un concierto de mis queridos Iron Maiden, y segundo, para echar unas minivacaciones. Pues aquí ando haciendo tiempo desde un blablacar para contar el primer relato de tamaño viaje que, con sus más y sus menos, ha terminado siendo una bonita experiencia. Comienzo con el día 1, que igual arranca más de una risa:
Lo primero, claro, era el asunto de cómo puñetas llegar a Lisboa, sin tener coche, y teniendo un día para llegar y relativamente poco dinero para desperdiciar. Durante no menos de una semana, peleandome con la web de renfe y el puñetero blablacar (que logró la proeza de cancelarme tres viajes en un finde), conseguí finalmente cuadrar tres viajes en tren. Cabe destacar el detalle de que no conozco a nadie de confianza en Valladolid ni Medina del Campo, por lo que un error en cualquiera de los viajes intermedios significaría quedarme tirado en una ciudad desconocida, sin posibilidad de ir para adelante o para atrás sin desembolsar más y más pasta, de ahí que estuviera EXTREMADAMENTE ESTRESADO. Sin más, procedo al relato.
1) Allí estaba yo, con el bonobús en la mano y más calor que en la comunión de charmander (porque creedlo o no, en Santander pega el sol en estas fechas). Tras llegar a la estación, dos chiquillos en la misma, dando un porculo impresionante a un transeúnte que no fui yo porque puse cara de pocos amigos. Finalmente me monté en el alvia de turno, con la tensión de no saber si llegaría a Valladolid con tiempo suficiente para el siguiente. Al fin y al cabo, contaba con una generosa, pero no sobrada cantidad de cuarenta minutos, suficientes par ir holgado, pero no para que renfe lo considerase enlace. En fin... el tren se retrasó 20 minutazos, pero como tenía 40, lo logré. Y en todo el durante, dándoles un porculo que rivalizaba con el de los chiquillos esos a mis futuros compañeros de vacaciones, por el grupo de whatsapp que habíamos creado. Por suerte resultaron ser gente amable y risueña, no me mandaron a zurrir mierdas con un látigo.
2) Llegada a Valladolid, con sólo veinte minutos de espera. Esta fue fácil... le pregunté a un revisor, y me dijo que el tren a Medina del Campo era siempre puntual, pues era un recorrido corto y predecible. Me quedé tranquilo con su explicación, mandé un mensaje de positividad a mis futuros compañeros de vacaciones, y me preparé para el siguiente.
3) Llegada a Medina del Campo, con tiempo de sobra, demasiado, de hecho. Una hora dando vueltas por una estación desierta, de noche ya, buscando por donde entraría el tren hotel que me llevaría a Lisboa. La primera media hora fue aburrida... la segunda no tanto. Suena un mensaje por megafonía que dijo algo así como "HFOWVGOHJQGXJRIJQHJFOSBHCIIOQBGIRJJ". Total, que me acerqué al tren y vi a un señor saliendo. Que qué había dicho la megafonía, le pregunté. Que el tren llegaría a los andenes 3 y 4, me respondió. Que cómo se comía eso, le pregunté. Que venía en dos trozos y después se acoplaban, me contestó. Total, que entre inseguridad y tal, di más vueltas en el subterráneo que un idiota al que le pica el culo, porque los andenes 3 y 4 no estaban comunicados en superficie. Conclusión... llegó, me monté y, graciosamente, fue el único tramo del viaje para el que no me pidieron el billete. Me senté al lado de un coreano que estaba editando un vídeo de una performance en Madrid, y me quedé sobado en poco rato, pues realmente llevaba ya muchas horas despierto.
Próxima entrada, día 2...
No hay comentarios:
Publicar un comentario