Estaba yo sacando a Obama de la Casa Blanca en la tranquilidad del cuarto de baño, sabiendo que esperaba a unos amigos para una partida de rol. Uno de ellos, que vivía enfrente, pues se adelantó, de manera que al tocar el timbre tuvo que abrirle el mismísimo JC. Por aquello de respetar el anonimato no diré el nombre de mi amigo, así que para darle identidad al diálogo lo bautizaré temporalmente como Antonio. Total, que entre que yo salía y tal, pues Antonio se acomodó en el salón, y JC se puso a darle la chapa sobre los temas que a él le apasionaban (física, problemas, números, y demás). Dado que no todo el mundo tiene la misma paciencia que yo, digamos que Antonio se empezó a sentir violento al cabo de unas pocas frases (se notaba incluso a través de la puerta del váter), de modo que resumiré la mayor parte del diálogo diciendo que lo que empezó siendo una conversación, siguió como una persona chapando mientras la otra decía monosílabos, y terminó como un verdadero monólogo... hasta este punto.
-...Pues eso que te decía, que hoy nos han puesto unos casos prácticos muy interesantes. Hemos aprendido que...
-Ufff... -interrumpió Antonio con rudeza. Un leve ruido se escuchó, como de él levantándose del sofá-. Mira JC, de verdad, ¿ves esta birraca? -Se oyó un tintineo.
-...S-sí... ¿Por qué? -El tono de JC sonó algo más apagado.
-Pues mira, toma, toda tuya. -Se hizo el silencio-. De verdad, te lo juro, toma la birraca. Toda tuya si cierras la puta boca. -Un nuevo e incómodo silencio.
-Emmm... No... No hace falta -respondió, a lo que yo reaccioné mordiéndome un dedo para no descojonarme.
-No, no, no. No es molestia, de verdad. La birraca es toda tuya. Toma, toma, tómala con tu mano, quédatela. -Un sonido sordo, como de dos manos moviéndose sobre lo que podría ser el brazo del sofá-. Es una birraca gratis, apenas me la he empezado. Toda tuya, lo único que tienes que hacer es cerrar el buzón. -Mi dedo empezó a doler.
-Emmm... No, de verdad. Yo no tomo. -Aquí, sentí cómo crujía un hueso y se me congestionaban los ojos.
-¿No bebes nada? -Un nuevo silencio-. Bueno, no pasa nada. Pero cierra la puta boca ya.
Hasta que salí del cagadero no se volvió a cruzar palabra, y tan solo se escuchaban mis jadeos por pelearme contra mi propias ganas de reír. No pasaron demasiados segundos hasta que se escucharon unos pasos, y una puerta cerrándose. Cuando salí, pues no, no era Antonio quien se había marchado.
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