Era una de las primeras semanas del curso, y ahí estábamos el friki y yo: tranquilos, felices, contentos, ¡incautos al inmediato destino que nos aguardaba! Yo no era de saltarme muchas clases por aquel entonces, pero de vez en cuando caía alguna, y ese fue uno de esos días de pereza extrema. Creo recordar que estábamos tirados en el sofá, pues ocurrió en el salón y me parece que todavía no teníamos la XBox (lo sé, no estoy respetando demasiado la cronología)... y entonces fue cuando ocurrió: sonó el *clac clac* de la puerta (pues en la residencia se abrían los pisos por tarjeta), y toda una armonía de solemnidad inundó el piso: era la inigualable presencia de JC. Al pasar el umbral de la puerta, algo fuera de lo habitual nos abrumó por completo, nada más y nada menos que su ira, que se hizo manifiesta cuando comenzó a hablar.
-Eh... Esto... Hola, chicos -comenzó, en tono sombrío.
-Buenas, JC -respondí yo.
El chaval comenzó a moverse por el piso como pollo sin cabeza, entre el cuarto y la cocina, supongo que para recolocar algún que otro trasto. Pero claro, era evidente que algo iba mal: no dejaba de resoplar, y de murmurar cosas raras. Al final, me picó la curiosidad.
-¿Qué te pasa, tío?
-¿Que... Que qué me pasa? Pfff, si yo te contara. Mira, mira.
JC me acercó una página de cuaderno llena de casillas coloreadas, números, y letras, que bien recordaba a un horario... porque era lo que era en realidad. Lo miré un poco por encima, pero claro, no tenía ganas de ponerme a desentrañar lo raro que hubiese ahí.
-Muy... bonito -comenté por compromiso-. ¿Qué es lo que hay de malo?
-P-pues verás... resulta que estaba yo ha-haciéndome un horario por colores para organizar mi semana... y... ¡Jo! ¡Me han fastidiado! -Alcé media ceja.
-Venga hombre, no será tan malo. -Eché otro vistazo rápido a la hoja, tratando de empatizar con él-. ¿Para qué son los colores?
-Je, je... me alegra que me lo preguntes. -No lo hizo, pero se notaba que se arremangaba mentalmente-. Pues mira, he puesto las horas más agradables para mí, como las clases de cálculo, en colores más agradables, c-como el verde, y las tareas más fastidiosas, como las sesiones de estudio, pues en un color... más agobiante, ¿no? Así que van en rojo. -El friki no dijo nada, pero su cara fue la verdadera inspiración para Gerald en Buscando a Dory, que saldría casi 10 años después.
-Ajá... -continué-. Bueno, ¿y qué hay de malo? ¿Por qué dices que te han fastidiado? -JC se aclaró la garganta.
-Pues... Pues que ahí está el problema. Yo me había hecho mi horario con código de colores de la manera más perfecta y óptima de que había sido capaz, y ahora resulta... ¡que me lo han descuadrado! Mira, fíjate. -JC señaló a un hueco en blanco en todo el medio, en la media mañana del miércoles si no recuerdo mal-. ¿Ves? Todos los días están perfectamente organizados, pero... pero resulta que el miércoles me han dejado muerto un período de una hora en el que no tengo clases ni nada. -El friki abandonó aquella expresión que vaticinaba el futuro del séptimo arte, y se fue a su cuarto sin mediar palabra.
-Mmm... Vale, ya entiendo lo que quieres decir. Pero es que sigo sin ver el problema, JC -añadí, confuso-. ¿Te estás quejando porque tienes una hora libre? -JC resopló frustrado.
-¡Claro! Es demasiado poco tiempo para añadir alguna actividad como ir a Córdoba a hacer la compra, o para introducir una sesión de estudio, y demasiado tiempo como para dejarlo correr sin más, sentado en un pasillo. ¡Es un fastidio! -Se escuchó una risa aislada y reprimida, desde un habitáculo cercano.
-No sé, tío... sigo sin ver el problema. -Para no hacerlo sentir tonto, traté de hacerme el interesante, fingiendo que ponía a funcionar mi cabeza mientras me frotaba los cuatro pelos guarros de mi inmadura perilla-. Se me ocurre... podrías usar esa hora para darte un paseo por el campus... tal vez, incluso para venirte a casa y verte algún capítulo de una serie. Es más, ¡yo qué sé! ¡Podrías hasta hacerte una paja!
En aquel momento, JC sonrió de manera incómoda, y se fue a su habitación, recogiendo antes su horario con código de colores. Verdaderamente, no supe si aquellas estrambóticas ideas habían avivado la llama de su imaginación, si el concepto de la paja lo escandalizó, o si pensó que me estaba burlando de él (que, creedlo o no, no era mi intención). No lo supe entonces... nunca lo sabré... y jamás averiguaré qué uso decidió darle a esa terrible hora libre de los miércoles.
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