domingo, 30 de septiembre de 2018

Las aventuras de JC: aquí y ahí

Se me hace un poco antipático relatar esta anécdota, pero lo veo necesario por el motivo que voy a especificar a continuación. No hace mucho, un colega me dijo que no le hacían mucha gracia estas publicaciones porque lo de reírse de la gente está feo; creedme, si yo me he decidido a escribir estas cosas, es porque antes lo he sopesado mucho, y es que JC, aunque tenía sus cosas agradables e inofensivas, como su timidez y su educación, también tenía sus cosas... digamos oscuras. Allá voy con una de ellas.

Esta se sitúa casi al principio del curso, debía ser un día de las primeras dos semanas o así. Apenas conocíamos a JC, y solo nos había dado la impresión de ser un chaval muy formal y un poco especialito -cosa que puede ser cualquiera, y no es ningún crimen-, pero bueno... el caso es que era mediodía, y el friki y yo estábamos preparándonos para comer. A esto que sonó el *clac clac* de la puerta, y entró en escena nuestro particular compañero de piso.

-B-buenas tardes, chicos -saludó JC.

-Muy buenas -le respondimos.

-Mirad, mirad, a-acabo de venir de la ciudad, y resulta que... bueno, que vengo muy ilusionado. Me he comprado todas las cosas que nos pidieron para las prácticas el día de la presentación, y... y... pues aquí que las traigo je, je... -JC se adelantó, enseñándonos unos cuantos bultos. Entre ellos, destacaron una caja envuelta en su bolsa y una típica bata blanca de laboratorio.

-Ah, qué bien -le dije yo-. Bueno, no te quiero quitar la ilusión, pero como verás, nosotros tenemos colgadas las nuestras del perchero desde el primer día como una prenda más. Ya sabes... al principio te puede molar meterte en una bata de esas, pero al final te acostumbras y pierde la magia. -JC miró a nuestras batas sorprendido, como si fuera la primera vez que las veía.

-Ah... Comprendo... Bueno, claro, es normal.

-¿Qué más te han mandado comprar? -preguntó el friki.

-Bueno, no mucho más. Realmente solo me mandaron esto y unos guantes, p-pero... pero cuando me vi en la tienda, y vi la selección de productos de laboratorio... es que se me llenaron los ojos, así que me compré estas [no recuerdo cómo las llamó, pero dijo algo así como "gafas deflectoras de electrones"]. ¿A que están chulas? -JC sacó de la caja envuelta unas típicas gafas protectoras de laboratorio, de estas que van ajustadas a la cabeza como si fueran de buceo, pero más discretas.

-Ah... pos mira, están chulas, sí.

Aun a riesgo de parecer un poco bordes, lo dejamos allí. Es decir... no puedo ponerme en la cabeza de mi colega, pero lo que yo pensé fue que tampoco había que hacer una fiesta de una bata, unos guantes, y unas gafas... El caso es que volvió el silencio, pero poco duró.

-¿Sabéis? -recomenzó JC-. Ahora miro a mi bata y... y...  y me siento guay conmigo mismo. Es como... como que por fin siento que todo ese estudiar da sus frutos. -El muchacho miró a su bata embelesado.

-Me alegro, tío -le respondí.

-Igual es una tontería, pero... es que veréis. -JC dejó su amada bata sobre el sofá-. Cuando estaba en el instituto... bueno, os lo podéis imaginar: siempre hay unos cuantos idiotas, ¿no? De esos que se meten contigo porque te gusta esto o aquello, o porque tienen problemas en su casa. Gentuza de esta, ya sabes... -Comprendimos su mensaje, de modo que asentimos en silencio-. Y ahora... pues oye, que yo miro a mi bata, y me paro a pensar en aquellos indeseables. Me gustaría poder verlos ahora y decirles que vean mi progreso, porque ahora yo estoy aquí -JC alzó una mano sobre su cabeza- y ellos... ahí, en la mierda -añadió, señalando con la otra mano hacia el suelo-. En fin, chicos, os dejo con vuestras cosas. Voy a ordenar un poco todas estas cosas.

Con esas palabras, JC se metió en su cuarto y abandonó la escena. De más está decir que, tras la relativa indiferencia que veníamos mostrando, nos dejó con los ojos como platos, y con la boca abierta. Uffff... este JC...

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