Escribo esto para ayudarme a obligarme a hacer un ligero cambio en mi vida... paso a explicar.
Aunque no recuerdo la fecha exacta, aproximadamente por estas fechas del año pasado fue cuando me dio aquel desagradable brote de ansiedad que, en parte, le dio una vuelta a mi vida, tanto para mal como para bien. Resulta que unos cuantos meses después, estando ya estacionado en mi puesto de trabajo castellano, empecé a ir al psicólogo por recomendación del médico de cabecera, y no tuve ningún problema con ello. El caso es que en una de las consultas le pregunté al hombre que si era bueno hablar sobre la ansiedad con otras personas, ya que por una parte he leído en muchos sitios que es bueno compartir los problemas personales para "aliviar la carga", pero al mismo tiempo también me dijo ese mismo médico que la clave para combatir la ansiedad es no darle importancia y tratar de ignorarla lo máximo posible (en palabras suyas, es muy típico que se compare a la ansiedad con una "novia celosa" xD). ¿Cuál fue su respuesta? Pues que sí que está bien compartir el cómo se siente un paciente de ansiedad... pero con moderación. No está mal hacerle saber a la gente que un determinado día estás regular, pero sí está mal ir pregonándolo a los cuatro vientos, ya que de esa manera se entra en un bucle auto-destructivo que se conoce clínicamente como la "conducta de enfermo". Dicho con otras palabras: tratando de luchar contra la ansiedad, acabas abrazándola aún más de una manera diferente. Y bueno, como todo ejercicio mental, aquello tuvo su aprendizaje... llevo ya un tiempo tratando de ver cuándo debo y no debo exteriorizarlo, pero fue un determinado día en el que literalmente, la segunda frase que le dije a una persona tras presentarme fue un "no estaba exactamente nervioso, es que padezco de ansiedad y..." cuando me di cuenta de a qué se refería el médico. Y por eso, como dije en la primera línea, busco con esta publicación redondear ese aprendizaje y erradicar la "conducta de enfermo". Quiero contaros cómo se siente, y que sea la última vez que lo haga a menos que algún día concreto me sienta fatal. Así pues, ¿qué os quiero contar aquí? Pues voy a resumir en dos párrafos las repercusiones que ha tenido para mí el padecer un año de ansiedad, primero lo malo, y luego lo bueno (sí, habéis leído bien con lo de "lo bueno").
Lo malo... muy obvio. Cuando me dio el primer brote, literalmente pensaba que me iba a dar un infarto. Los siguientes días fueron casi peores, ya que no hacía sino pensar en que tenía el corazón fatal y que los médicos no querían prestarme atención, que no podía ser solamente ansiedad. Me llegó a pasar eso que he visto en muchas series de no querer comer, cosa con la que hasta ese momento no llegué a empatizar. Después tuve dos días de insomnio desagradables in extremis, después me dio otro brote espontáneo en el camino de vuelta del trabajo... y creedme, es una cosa muy jodida. La naturaleza de los animales "pensantes" nos lleva a la evitación de experiencias traumáticas (ejemplo: una vaca no suele volver a comer de un pasto tóxico que le haya provocado una gastroenteritis). ¿Qué me diríais si os contara que, después de aquel segundo brote, empecé a cambiar mi ruta de vuelta del trabajo? O sea, no es ninguna coña... os hablo de que cruzaba la calle por un lugar diferente y acababa caminando dos o tres minutos más con tal de evitar la remota posibilidad de que esa zona de la calle en la que me dio el brote tuviese alguna posibilidad de provocarme otro. Loco y estúpido, pero muy real, y es que el ser humano tiene un gran pedazo de irracionalidad dentro. Aquello me llevó a dejar la beca que tenía en Santander (aunque no fue el único motivo), tras lo que tuve como un mes de tratamientos bastante incómodos que me quitaban mucha vitalidad... y bueno, después de eso, la cosa fue poquiiiiito a poco a mejor. Después habría días en los que pensaba que la cabeza se me iba a apagar, días en los que sentía un hormigueo en el pecho, días en los que no podía dormir, días en los que me daban dolores espontáneos a lo largo y ancho del cuerpo (desde un dolor casi incapacitante en la espalda, hasta un día que me empezó a doler un huevo, literalmente), y así podría seguir describiendo una cantidad de sintomatologías increíbles. Tantas, de hecho, que cuando eran leves se volvían hasta interesantes, era como vivir nuevas experiencias que cada vez estaban más bajo mi control. En resumen: empezó fatal, llegué a pensar que estaba a punto de morirme, pero fue evolucionando a mejor muy lentamente.
Pero no hay cruz sin cara, voy con lo positivo. A medida que fui yendo al psicólogo, a medida que fui escuchando a mis amistades (que me sorprendió saber que SEIS de mis amigos eran también pacientes de ansiedad xD), y a medida que en definitiva me fui informando sobre esta puñetera enfermedad, fui convenciéndome de que era algo puramente psicológico. El sistema de alerta de mi cuerpo estaba mal, era como si la alarma del coche saltase sin motivo alguno, solo que aquí, en vez de ser un pitido molesto e inútil, se traducía en auténticas señales de "vas a morir". Así pues, ¿cuál era la clave? Un ejercicio mental basado en disciplina, en decirse a uno mismo que no merece la pena darle vueltas a cosas que no están bajo mi control. ¿Sabéis qué? Que eso no solo lleva a aprender a gestionar la ansiedad, sino a aprender a ser más sabio en el día a día para casi todo. No es ningún secreto que yo soy una persona bastante miedosa y que siempre lo he sido, pero aprender a no darle tantas vueltas a las cosas (acción de la que nace el miedo muchísimas veces) te lleva en general a ser más arrojado en la vida, a asumir más riesgos y a coger el toro por los cuernos. No, no me he convertido en ningún puto amo en unos meses, pero tengo muy claro que el yo de hace 3 ó 4 años no habría sido capaz de llevar una casa, facturas y un coche con tanta naturalidad como lo hago desde que aprendí a gestionar la ansiedad. Y no, no os voy a decir una americanada tipo "todo el mundo debería experimentarlo", porque los primeros meses son una auténtica putada con mayúsculas... pero sí que os voy a decir ese viejo dicho: no hay mal que por bien no venga. Por último, y esto lo voy a resumir, esta experiencia también me ha llevado a saber ser más empático con gente que pasa por cosas parecidas. El yo de hace un par de años era un poquito más hijoputa sin siquiera saberlo, cuando escuchaba aquello de "nosequién está deprimido" lo único que salía de mí era decirme un tiránico "eso son tonterías". Aunque en este mundo hay de todo, y debe haber gente que tenga muchas tonterías (los típicos que solo quieren llamar la atención), he aprendido que esta clase de enfermedades que quedan fuera del control personal son una cosa muy jodida, y que hay que saber dejarles espacio y comprensión.
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