sábado, 28 de noviembre de 2020
viernes, 20 de noviembre de 2020
¡Y sigue la cruzada contra las telefónicas!
Hacía ya mucho que no echaba mierda sobre una compañía telefónica, y eso, yo, no lo puedo permitir. La siguiente historia sigue de manera directa el relato del anterior capítulo, solo que un año más tarde:
https://federicadas.blogspot.com/2019/12/continua-la-cruzada-contra-las.html
Sabía yo que se aproximaba una fecha que tengo bajo control. Realicé la portabilidad de la que os hablé a costa de volver a hipotecar mi libertad económica bajo pena de multa por un año (lo que se suele llamar "contrato de permanencia"), pero oye, tengo que reconocer que me hicieron una oferta bastante buena. Así pues, tras 11 meses de disfrutar de una nueva oferta, y sabiendo que tenía unas vacaciones próximas, me propuse que utilizaría parte de ese tiempo para arreglar el asunto, ya fuese contratando una tarifa inferior (no necesito 600 megas de fibra...), o incluso estudiando la posibilidad de una nueva portabilidad.
Iluso... (en parte, que me salí con la mía)
Ayer estaba yo por casa de tranquis, cuando me llama un número de Valencia. Mi compañía telefónica: que saben que en dos semanas vence mi oferta, y que quieren proponerme una contraoferta. Durante este año he estado pagando unos 40€ al mes por un servicio que (SEGÚN DICEN ELLOS) vale 65€, de modo que me ofrecían una tarifa aún más potente (mismas megas, pero más gigas para el móvil) por una pequeña subida hasta 43€, pero ya no tendría permanencia y el precio ya no sería de una promoción, sino que se quedaría como precio base. Pues oye... inicialmente sonaba de puta madre, para qué os voy a engañar.
Pero me acordé... es una compañía telefónica.
Dije que aunque la oferta era buena, justamente iba a proponerles lo contrario: pagar menos, y recibir menos megas. El tío (que lo llamo así por la situación, pero la verdad es que fue majísimo) ni se lo pensó, ya estaba preparado: 38€, 300 megas, y se queda fijo, sin permanencia. Me quedé callado unos minutos... le hice repetir las condiciones 2 veces más, para asegurarme de que no me querían colar nada raro. Y... acepté, porque me iba a ahorrar un viaje a la tienda, porque me quitaba el problema de encima, y porque al fin y al cabo, era una de las opciones que yo quería.
Y bueno, pues diréis vosotros: ¡quejica, si te salió bien y sin moverte de casa!, ¿dónde está la pega? Si habéis seguido los otros capítulos, ya os podréis oler la tostada. Primero, decir que QUÉ CASUALIDAD que desde hace dos semanas, el internet me ha empezado a dar problemas tras un año yendo finísimo (confinamientos incluidos, que hubo mucho más tráfico de red). Segundo, decir que tengo la más absoluta y completa seguridad de que si me hubiese peleado un poco (cosa que yo no hago porque lo considero indigno), habría podido arañar 2 ó 3 euros mensuales menos. Tercero, que teniendo en cuenta el segundo punto, estoy casi completamente seguro (y digo casi porque hay que dejar lugar a la duda) de que ese servicio de 38€ que quizás podría haber conseguido por 35 o así, no creo que a ellos les cueste más de 4 ó 5 mantenerlo funcionando.
¡Ah! Y la guinda del pastel: al hacer el cambio de tarifa, dejaron de funcionarme los datos móviles. Llamé al servicio técnico, me lo solucionaron super rápido (sorprendido me hallé), pero en el mientras tanto, que tuve que decir el modelo de mi móvil para que me dijeran qué hacer para arreglarlo, ya me habían intentado colar un contrato de permanencia nuevo porque mi móvil "era muy bueno, pero ya viejito".
Y por ello, a pesar de que las quejas que tengo de esta compañía telefónica son, a nivel puramente empírico, nulas (y por eso no voy a decir el nombre por ahora), no me voy a cortar en decirlo: piratas, estafadores, carroñeros, ¡cabrones!, ¡cabrones!
viernes, 13 de noviembre de 2020
Cosas de un viernes 13
Anoche me crucé con el meme de arriba, y me decidí a hacer la gracia. Le escribí a mi directora de tesis porque hoy nos tocaba ir a Valladolid a hacer unas pruebas, de modo que le dije haciéndome el asustado que si lo podíamos dejar para otro día (de coña, obviamente). Nada, se rio y ahí se quedó el asunto... poco sabíamos.
Resulta que vamos al curro a primera hora y a ella se le habían olvidado unos papeles, de modo que hubo que volver a su casa para recogerlos. Hasta aquí todo bien, es solo un traspiés de 10 minutos... pero ya iba el día apuntando maneras. Cogemos la Kangoo, el que posiblemente sea el trasto más viejo de todo nuestro centro de trabajo aunque se le tenga algo de cariño. Llegamos a Valladolid, empezamos a preparar las cosas para la prueba... todo bien, un ratillo allí de trabajo y alguna risa.
La hora del café. Resulta que en la central de Valladolid tienen dos complejos de edificios un poco alejados (tardas unos 7-8 minutos andando entre uno y otro), de modo que para ir a la cafetería sale mejor coger el coche. Montamos en la Kangoo... y no arranca. Y no arranca. Y... sigue sin arrancar. En estas que para por allí uno de los de mantenimiento (otro Fede, por cierto; lo llamaremos Fede 0.5 porque creo que es más mayor). Se pone a hacer unas pruebas y tal, y deduce que muy posiblemente sea un problema de la electrónica del coche. Que va a intentar arreglarlo, que nos vayamos a tomar el café en otro coche que tenía él ahí preparado. Total, que nos vamos a montar en el coche y... no arranca. Y no arranca. Y... sigue sin arrancar. Momento what the fuck. Nosotros ya pensando en si tendríamos que volvernos a Segovia en autobús o algo. Literalmente me ofrecí a bajarme del coche y probar, para ver si estaba yo gafado o algo... Todo esto que se cuenta en unas líneas tomó unos cuantos minutos, de modo que nos planteamos volver al curro y tomarnos aunque fuesen unos míseros picos. "¡Que no, hombre!", nos dice uno de los compañeros de allí, "¡que os llevo yo en mi coche!", nos insiste. Este sí arrancó, menos mal.
En el corto trayecto bromeamos sobre lo de la noche anterior y los comentarios sobre ser viernes 13. Anécdota arriba y chascarrillo abajo... "Cuando pasan estas cosas, hay que dejarse llevar y ver dónde acabas", dije yo, de broma. "Pues ya sabes, ¡habrá que comprar lotería!", dijo mi directora. Llegamos a la cafetería (abierta en estos días debido a, teóricamente, que es legal abrir "cafeterías de centros de trabajo"). "Un café y un bocadillo de beicon y queso", dije yo. ...Iluso... es viernes 13. "Qué va... no tengo beicon hoy", me dice el tío del bar. Momento dramático de síndrome de adaptación post-estrés.
Sigue pasando el tiempo, entre cafés y bocatas de tortilla y pimiento (muy ricos, por cierto). En estas que llegan otros compañeros a la terraza del bar. Contamos la anécdota, jijí y jajá... La conversación continúa y evoluciona. De pronto, escuchamos de fondo a uno de ellos decir un: "pues yo ayer compré ya un décimo; cada año los venden desde más temprano". Y... lo habéis adivinado. Llamo a uno de mis compañeros del día a día (del centro de Segovia), y cinco décimos que han caído a pagar entre unos y otros. Fijo que nos comemos los mocos a dos manos, pero... oye, que yo lo veo como una inversión en una anécdota graciosa.
La cosa no se extendió mucho más, o al menos no con detalles que os vayan a divertir a vosotros. Terminamos las pruebas... me atreví a coger la Kangoo (que ya funcionaba, cortesía de Fede 0.5) y no nos matamos en el viaje de vuelta... y al fichar, volver a casa, y relajarme, sabía lo que debía hacer: huevos, patatas fritas, y beicon; mucho, mucho beicon.
lunes, 2 de noviembre de 2020
El diccionario mediocre: 3
jueves, 22 de octubre de 2020
Siempre adelante, nunca in-adelante.
He tenido una semana tirando a jodida, y no precisamente por difícil, que ha sido todo lo contrario, sino porque incluso siendo fácil, me ha costado mantener el ritmo por problemas de sueño (nada especial ni resaltable). El caso es que ahora me viene un puente de puta madre, y como en este mismo momento estoy bastante agotado y se me han bajado las "barreras", me he decidido a hacer una publicación un poco distinta y en este preciso momento, ya que si me paro a pensarlo o espero a mañana, sé que pensaré un "anda ya" y no lo haré. Aunque en esta etapa de mi vida sé que estoy creciendo mucho como persona, también siento que cada vez se me atrofia más la capacidad de transmitir emociones, y eso no es bueno. Esta publicación, pues, va a ser para mí un ejercicio emocional, y para ello, me toca abrirme un poquito.
No es ningún secreto (aunque pocos lo sabrán) que siempre he sido muy miedoso. Da igual que parezca un vikingo de más de metro ochenta... el caso es que al final la que rige es la cabeza, y yo siempre he sido muy cagazas. Obviamente, esta vulnerabilidad (que dicen que hay que llamarla así) va mejorando día a día, pero lo cortés no quita lo valiente. Una de las consecuencias de ser así es el hecho de que, desde que tengo uso de razón, recuerdo haber tenido sueños bastante perturbadores con cierta frecuencia (poca, pero constante), y eso, cuando no eran directamente pesadillas bien gordas. Es bastante lógico, ¿no? Si eres miedoso, le tienes miedo a más cosas de lo habitual, y por lo tanto, es más fácil que sueñes con cosas a las que tienes miedo. Aunque he llegado a tener etapas (cortas) en las que literalmente me daba miedo hasta el irme a dormir (hablo de cuando era muy chico), en general esto es algo que he llevado bastante bien, sobre todo a partir de cierta edad. Lo cierto es que esta clase de cosas son las que hacen crecer a uno, y como dijo Tyrion Lannister (palabra arriba o abajo), cuando asumes y aceptas algo negativo de ti, es cuando puedes empezar a utilizarlo como una armadura.
Pero bueno, me estoy desviando del tema del que quería hablar. Como decía al principio, en esta etapa de mi vida (vivir solo, por mi cuenta, haciendo un doctorado y con las riendas totales de mi vida) siento que estoy creciendo mucho. De hecho, jamás me habría imaginado que una de las cosas que más me harían crecer era aquello que, durante casi toda mi vida, había considerado que era algo innecesario, por no decir que incluso estúpido: ir al gimnasio. Dicen que cuerpo y mente son uno y... pues oye, que a modo resumen, es verdad. Te ves más fuerte, más grande, el cuerpo te pesa menos, las cosas te dan menos pereza, y ganas seguridad en ti mismo a base de disciplina y fuerza de voluntad (porque, oh sí, da un HORROR DE PEREZA irse al gimnasio, incluso si lo tienes en la puerta de casa como yo). Bueno, pues el tema es que mis idas al gimnasio se componen de dos partes: entrenamiento funcional, y kickboxing . Y con este último es con el que voy a enlazar todo.
¿Recordáis lo de los sueños jodidos y las pesadillas? Algunos de ellos suelen (o mejor dicho, solían) terminar como en las pelis, en un punto de terror en el que se disparan las alarmas y acabo despertándome. Y aquí viene lo chulo: ¿sabéis qué? Que en los últimos cuatro o cinco meses... esto está cambiando. Obvio que sigo teniendo esos sueños perturbadores, pero el matiz "pesadillesco", como que va desapareciendo. Lo que antes habría sido (por poner un ejemplo) un pandillero viniendo a intimidarme o a atacarme, se va convirtiendo poco a poco en una situación diferente. Si bien estas situaciones siguen apareciéndose en mis "viajes oníricos", ya me ha pasado en más de una ocasión que, en lugar de hacerme un ovillo y quedarme a verlas venir, me veo a mí mismo estudiando a la persona que tengo enfrente. En concreto, ha habido ya dos sueños en los que me he visto a mí mismo liándome a piñas con el susodicho indeseable, y aunque todavía no sé si esto podría ocurrir así en la vida real, joder, qué bien sienta darle la vuelta a las tornas y tomar el control de la situación. Aunque sea solo un sueño, convertir una situación de tensión/miedo en algo positivo por medio de un directo-directo-crochet-mawashi-ura mawashi geri, está a otro nivel. ¿Qué ha cambiado? Sencillamente, que ahora siento que PUEDO, y antes no.
Y bueno, como al principio dije que esto era para mí un ejercicio emocional, antes de cerrar, quisiera dedicar unas palabras a los que han hecho esto posible. Siempre he pensado que la figura del maestro/profesor/mentor/etc es una de las más admirables y nobles que existen en este mundo, pues aunque muchos se olvidan de ello, no dejan de ser personas que dedican su vida a enseñar a otras personas a crecer. Por ello, y sin olvidarme de los compañeros de kickboxing, le dedico en especial esta publicación a Rober, mi maestro, ese tío que una vez me sacó el aire de un puñetazo en el estómago y acabé en el suelo por puro novato, pero que ahora, aunque sin dudas podría hacerlo de nuevo porque es un máquina, seguro que le costaría un pelín más de trabajo. Igualmente, y aunque las clases que me ha dado han sido menos, estas palabras aplicarían también para Eutimio, dueño del gimnasio y maestro sustituto cuando falta Rober; tío simpático, paciente y comprensivo donde los haya. Y como actualización, a 29 de abril de 2021, quisiera incluir también a Rosa por sus clases de entrenamiento funcional; tras un mes un poco duro de adaptación a esas clases tan intensas, noto que también voy mejorando, que tengo más fondo, y que con su paciencia y perpetua sonrisa todo sigue, en general, hacia adelante. Un abrazote para todos, en especial para los tres mencionados, y muchas gracias.
martes, 13 de octubre de 2020
Otro sueño estrafalario
Hoy he tenido otro de esos sueños que bailan peligrosamente en el filo de la navaja, entre lo que podría ser catalogado como un sueño emocionante y con chicha, y lo que podría ser llamado pesadilla rocambolesca.
En estas que estaba yo en un día normal y corriente... o mejor dicho, en noche cerrada. Total, que suena la vibración del móvil y me despierta. Pum, alarma del curro indeterminada (cosa graciosa, porque esta semana no estoy yo de guardia), conque me toca vestirme y tirar para allá. Cosas del reino de Morfeo, resulta que en este caso las instalaciones de mi trabajo no eran como son en el mundo real, sino que eran una especie de búnker al que había que acceder por medio de una propiedad privada. ¿Qué propiedad privada? Pues empecemos con el despliegue de absurdeces: la susodicha no era otra que la casa de mi jefa. O sea, no mi jefa/administradora, que se llama Ana, sino mi jefa/jefa, otra señora con la que apenas tengo contacto en el día a día y que se llama Sara. Para más inri, la casa de Sara (en la que no he estado nunca) tenía el aspecto de la casa de mi difunta abuela, que para quien no lo sepa, es una casa de pueblo bastante enorme y bastante de puta madre.
Pues nada, que por aquí comenzó el estrés. Tal como voy entrando en el acceso al búnker de las instalaciones de trabajo (que se entraba por el cuarto de baño de mi abuela), me asomo por una ventana y veo a una comitiva de saqueadores. Era una hilera de no menos de veinte personas que estaba llevándose de todo: muebles, dinero, joyas... a saber de dónde las sacaban, porque esa casa está medio vacía hoy día. Viéndome superado por la situación, llamo por teléfono a mi jefa/administradora Ana y se lo explico. Me dice con toda la calma del mundo:
-OK, ¿¿pero los peces están bien??
-Pues no sé, ¡ni siquiera he entrado en las instalaciones aún!
-Vale, ahora llamo a la policía. Tú ve a mirar los peces.
Os ahorraré un puñado de estresantes detalles que poco os aportarían (alarmas, carreras inagotables por pasillos secretos que no existen en el mundo real, instalaciones de nuestro centro que parecían más bien de la NASA con algún que otro acuario gigante de por medio, etc...). Miro al móvil de nuevo, y veo que la alarma provenía de la sala 7. Cosa graciosa, porque es la única sala de nuestras instalaciones que no tiene alarmas activadas... pero eso para otro día. Me voy a la sala 7 y me encuentro con que la mitad de los tanques están desbordándose, y las tencas (dato curioso del día: tenemos tencas en esa sala), peleándose por no morir ahogadas. Aquí ya la escena se tornaba extravagante en extremo, pues salía agua hasta de unos acuarios vacíos que tenemos allí, e incluso de lugares que directamente no podían expulsar agua, como los botones que sirven para manejar las bombas de agua... todo muy loco. Y yo, en medio del meollo, y muerto del estrés.
A todo esto que nunca llegué a colgar la llamada...
-¿Cómo lo llevas, Fede?
-Pufff... ¡está saliendo agua hasta de los botones!
-¡¿Cómo va a salir agua de los botones?!
Fede le manda a su jefa un vídeo de agua saliendo de los botones.
-Ahh... sí... eso nos pasó una vez cuando estábamos solo dos allí trabajando... No te preocupes, tienes que ir arriba y darle al magnetotérmico de la enfriadora.
Fede sube corriendo para arriba, a darle al magnetotérmico de la enfriadora. Otro dato curioso del día: la sala 7 no tiene enfriadora, que yo sepa. Pero eso para otro día.
En ese momento me desperté. No por estrés o miedo, sino porque me despertó un ruido. Me levanto, miro... no hay nadie (normal). "Habrá sido el viento", aunque la ventana estaba cerrada. Bebo agua; hago un pisiño; me vuelvo a dormir.
Y... vuelvo al mismo puñetero sueño (sí, esas cosas que pasan en las pelis).
Llego a las enfriadoras, y me cruzo de frente a Sara, mi jefa/jefa. O sea... no era Sara, porque tenía una cara totalmente diferente. Pero las cosas de los sueños, ya sabéis.
-¡Sara! ¡¿Qué haces aquí?! ¡Que te están robando la casa!
-Bueno, bueno, las cosas una por una, que ya ha llamado Ana a la policía. No te estreses, vamos a mirar el magneto primero.
Total, que miramos el magneto (que no es el malo de los X-men, sino un interruptor). Efectivamente, el magneto, o mejor dicho, el automático para este sueño, estaba para abajo. Lo pongo bien, y la alarma se para.
De aquí para adelante el sueño siguió siendo igual de loco, pero por algún motivo la sensación de estrés fue decreciendo (cosas de la fisiología del sueño, ¡vaya usted a saber!). Nos fuimos de nuevo para la sala 7, la mitad de las tencas habían vuelto solas a sus tanques, y la otra mitad las devolvimos nosotros, sacadera en mano. Llegó Ana, llegó la policía, volvimos para la casa y nos topamos de pleno con los ladrones (que, sorpresa, resultaron ser gitanos... qué sueño más racista :/ ).
Y poco más, de aquí en adelante la cosa se fue calmando con tan solo algunos detalles lovecraftianos de por medio, como tentáculos saliendo de las paredes y algún que otro mosquito gigante. Todo de lo más normal. Un ratete más charlando con los policías y echando a los ladrones, y sonó el despertador. Fin. Ya podéis seguir levantando el país.
miércoles, 30 de septiembre de 2020
domingo, 20 de septiembre de 2020
Cosas que hacen que moles
Crecimiento personal, autoestima, seguridad en uno mismo... todas son cosas que, si bien son diferentes, van cogidas de la mano. No voy a hablar aquí sobre que hagas ejercicio, o vivas el hoy, pues Internet está que se viene abajo de publicaciones sobre estos temas. Precisamente por ello, quiero hacer un pequeño recopilatorio de pequeñas cosas que considero que son muy útiles para el día a día, que ayudan a que tomemos el control de nuestras vidas de una manera firme, y que NO SUELEN APARECER en esta clase de publicaciones.
1) Ten un objetivo: tener un sueño o una meta en la vida es muy útil para ir dando pasos hacia él, especialmente si es una cosa creíble. Hay muchas personas que cuando salen de lo que está marcado sobre raíles (colegio->instituto->estudios superiores o no...) se quedan medio bloqueadas porque nadie les ha enseñado qué deben hacer después, no tanto por esto mismo, sino por el hecho de que hay TANTAS opciones, que puede resultar abrumador enfrentarse a ellas. Si tienes un objetivo en mente, te será más fácil focalizarte, pues mientras estés dando pasos hacia tu sueño estarás contento contigo mismo, incluso si sabes que es posible que nunca lo alcances.
2) Ponte pequeñas trabas: ojo con este, que es fácil de malinterpretar. El mundo moderno nos lo da todo fácil y al instante (menos el dinero), y eso hace que nos volvamos perezosos. Desde cosas tan tontas como usar zapatos con cordones en vez de con velcro (sí, hay zapatos con velcro...), hasta proponerte cocinar tu comida a menudo y tirar poco de precocinados, todas estas pequeñas cositas te harán crear hábitos y ser cada día un pelín menos perezoso, lo que te llevará a ser poco a poco más productivo. Pero como decía al principio, ojo; se trata de utilizar esta medida para tu bien, no para bloquearte. Las trabas crean frustración, y cuando la frustración se vuelve excesiva, en lugar de motivar, hace todo lo contrario. Moderación aquí.
3) Ten a un Dmitri en tu agenda: coges el móvil, miras la agenda y ves dos Antonios, tres Manolos, un Javier, cinco Anas y dos Jorges. El enunciado de este apartado es de broma, obvio. No quiero decir con esto que literalmente te vayas a hacer un nuevo amigo ruso (aunque mola que te cagas tenerlo), sino a que tengas pequeños detalles en tu vida que te den un sentimiento de exclusividad. Si todo lo que haces lo haces para seguir tendencias, estarás cumpliendo con la necesidad innata del ser humano de pertenecer a una tribu, pero a corto/medio plazo esto te irá absorbiendo más y más hasta que te conviertas en uno del montón. No se trata tampoco de convertirse en un malsano hipster que viva por y para el postureo, que para mí es incluso peor que lo anterior, pero tener pequeños detalles en tu vida que te hagan sentir especial te servirán de una manera pasiva a cultivar la personalidad y a distinguirte. Igual te mola ir de traje y con un pañuelo de seda en el bolsillo; igual te gusta pregonar por redes sociales detalles sobre tus "jueves de pizzas". Dicho de otra manera: crea uno o varios memes en torno a ti, y hazlos especiales. Esas cosas atraen, y ayudan a mejorar la autoestima.
4) Céntrate en lo positivo: piénsalo, ¿qué tienen en común casi todas las personas a nivel mental? Viven con un elevado nivel de frustración, y echan muchas horas a la semana tratando de desahogarse. Muchos echan pestes de la política sin tener posibilidades factibles o, siquiera, intenciones, de cambiar nada; la mayoría echa pestes de su turno de trabajo demasiado a menudo, pero pocos harán algo para promocionar o mejorar su situación. Desahogarse está bien... pero con mesura. La mente humana está diseñada para estar preparada para el peligro que acecha, y eso hace que nos centremos en las cosas negativas y que nos acordemos mejor de ellas. ¿Y si hablas sobre ese tío bueno que te has cruzado en el metro? ¿Y si compartes tus sueños con tus colegas, en lugar de tus frustraciones? Te costará un poco de trabajo al principio, pero te aseguro que merece la pena.
Iba a escribir 5, pero la verdad es que me han quedado unos párrafos bien grandotes y creo que está bien por hoy. Quizás algún día retome esta publicación...
sábado, 5 de septiembre de 2020
Hablar en el mismo idioma
Voy con otra de mis publicaciones de racionalidad vs. sentimientos. Muchos habremos oído esta frase o variantes, ¿verdad que sí? "Si quieres convencer a alguien de algo, debes hablarle en su mismo idioma". Obviamente, esto no se refiere al idioma en sí (que también puede tener su mijita de importancia...), sino a la parte más emocional de la conversación.
Me explico.
Todos hemos sido jóvenes en una mayor o menor medida, o mejor dicho para el caso, adolescentes. ¿Recordáis esos tiempos tan tremendamente idiotas en que nos esforzábamos por no salirnos del tiesto y decir siempre frases puramente emocionales que encajaban con nuestro círculo? Todos hemos dicho (y seguimos diciendo, pero ya menos forzado) un "es la caña", "ostiacopón", o variantes marcadas por el círculo social correspondiente. Cuando yo era chico, en mi barrio estaba de moda decir "qué mafia" de alguien que era el puto amo. ¿Hoy? Daría vergüenza ajena escuchar esas dos palabras xD. ¿Y sabéis qué? Que no hace falta que sea hoy, habría bastado con el paso de unos meses, o quizás años. Y sin embargo... aquí tengo una anécdota graciosa para compartir: 2015, estaba yo estudiando en Lugo y ya andaba yo por la quinta de los puretones dentro de la universidad. Vi a unos chavales de 5º de carrera hablando entre ellos, y cuando hablaron de alguien que era un puto amo, dijeron un "qué capo...". Me costó dios y ayuda no partirme el ojete delante de ellos, pues me caían bien y tampoco era plan. ¿No es mucha casualidad que en Sevilla y en Lugo, con una diferencia de unos 10 años, se haya dicho "qué mafia" y "qué capo"?
Pero bueno, eso era un dato aislado y no me quiero ir por las ramas.
Poneos en la psique del que érais cuando teníais 13-15 años. Imaginaos que el típico chaval de 30 y tantos que venía a dar alguna charla sobre civismo o, peor aún, sexo, viniera a intentar "hablaros en vuestro idioma", pues verdaderamente se esforzaban por intentarlo. En aquel entonces, muchos de nosotros teníamos la personalidad de un borrego bastante indeseable, y no me refiero a que fuésemos necesariamente malas personas. Sencillamente no sabíamos nada sobre lo que era una tribu social, y nos encerrábamos en la nuestra incluso sin saberlo, por lo que escuchar a un pureta de 30 tacos decir un "¡cómo mola, tío!" tenía más posibilidades de desacreditarlo a nuestros ojos, que de hacer lo contrario. Y es así, no tratéis de negarlo. Horrible, pero así. Ahora... tratad de extrapolarlo a un contexto social más relevante que el de unos niñatillos de instituto.
Pensad en esos adorables personajillos de las series de la tele, los pandilleros. Sí, sí... esa gentuza que vive bajo la filosofía del "yo contra el mundo". Típica escena: va un policía a investigar un marrón, se pone a preguntarle a los pandilleros, y todos se callan como putas. Claro, porque ellos están involucrados de alguna manera. Lo peor no es el hecho de que se lo callen (que ya es bastante malo, pero comprensible), sino que seguramente sacarán a relucir toda su hostilidad diciéndole borderías al policía, o sacándole burlas. El policía, según qué personaje sea, tomará uno de entre dos cursos de acción: si es protocolario y correcto, se cansará de perder el tiempo y se irá por donde ha venido; si es más tipo Harry el Sucio, entrará en sintonía con esa gentuza y, lo habéis adivinado, "hablará en su mismo idioma", que no es otro que el idioma de la fuerza. Con un poco de suerte, y sabiéndose protegido por la ley, el Harry el Sucio se pondrá a partir dedos, a repartir mamporros y/o a hacer chantaje hasta que los pandilleros dejen de reírse y alguno cante. Hablar en su mismo idioma, finalmente, tuvo su efecto.
Vamos con otro caso que nos pilla más de cerca. Que levante la mano quien no conozca a una persona que cuando escucha "comunismo", se pone de uñas y piensa automáticamente en un sistema totalitario y corrupto que no cumple con la definición de comunismo. ¿Qué creéis que puede convencer mejor a esa persona, una exposición de argumentos y hechos, o un vídeo de Whatsapp en el que salga el político de turno, chillando y dando golpes en la mesa mientras le da todo lo que esa persona desea oír (que además, casualmente, serán frases de moda muuuy preconstruidas)? Dicho de otra manera, ¿es su idioma lógico y racional, o emocional e improductivo?
Antes de cerrar, quisiera dejar caer una última idea. Normalmente, la gente que entiende mejor el lenguaje emocional que el lógico, tiende a perderse mucho más cuando se encuentra en una multitud. Aunque por supuesto que depende de la persona, la gente que se encuentra en este estado mental suele volverse más receptiva a argumentos lógicos en un "tú a tú" que en una reunión de amigos, ya que al fin y al cabo somos animales tribales y a la mayoría nos encaaaaanta el postureo. Si conocéis a alguna persona así que os importe, y que no deseéis que se acabe convirtiendo en un auténtico bufón, mi consejo es que os lo llevéis a un rincón de vez en cuando y lo hagáis razonar. De otra manera, y dado que es improbable que seáis su padre como para castigarlo sin móvil... poco a poco irá convirtiéndose en una persona que es difícil de tomar en serio.
lunes, 31 de agosto de 2020
Desfogante misiva a un soplapollas
Ya sabéis que andarse con hostilidades y cabreos no es lo mío, hasta las fedepataletas las suelo poner en clave de humor. Pero como dijo un sabio... el blog es mío, y me lo follo cuando quiero. Hoy toca.
En mi camino al trabajo (corto, 6-10 minutos según si es ida o vuelta) hay 2 rotondas que catalogaría como conflictivas: una de ellas por escasa visibilidad, y otra de ellas por tener bastante tráfico en hora punta. Hablemos hoy de la segunda de esas rotondas, y de una hora bastante punta como son las 14:15. Debo admitir antes de lo que viene que llevo menos de 2 años con coche, y aunque conducir en Segovia me ha creado ya bastante maña para el tema de salir en primera y en cuesta arriba... las cosas como son, es algo en lo que soy todavía un poco lento (aunque hace meses ya que no se me cala). Pues resulta que para entrar en esa rotonda hay una cuesta arriba, lo que dificulta el tiempo de reacción.
...Me dejo de preámbulos, voy con el relato.
Llego a la rotonda y había mucho tráfico, más del habitual. Miro a izquierda y derecha y
*PIIIIIII*
Ni tres segundo, ya me ha pitado el soplapollas de atrás. Presionado, intento buscar el momento de salir. En esas que veo un poco de hueco, pero resulta que en las otras dos salidas de la rotonda (las que no son ni la que yo voy a coger, ni de la que yo vengo) veo por el rabillo del ojo que hay dos coches de policía, con sendas patrullas. Me da un poco de canguele, dudo dos segundos, y el hueco que vi, pues se ha ido.
Espero... cinco segundos más. Contando, habrán pasado NADA MENOS QUE DIEZ SEGUNDOS desde que me paré.
*PIIIIIIIIII*
El soplapollas considera que yo debo arriesgarme por él a comerme una multa, pues hay no uno, sino dos guardias controlando el tráfico. Van pasando coches, pues es una rotonda muy concurrida y yo no entro por la avenida principal.
Lógico y normal tener que esperar un poco.
Se abre un nuevo hueco, uno de esos que aprovecharía alguien con experiencia al volante, pero no yo, pues podría provocar un accidente, o como poco, comerme una multa, ya que hay dos guardias a menos de 20 metros de mí.
*PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII*
No es toque de humor. El pitido del soplapollas esta vez fue más largo y más agresivo. Impropio de mí, empiezo a alzar el brazo derecho para hacerle un corte de mangas hacia atrás.
¡Qué a gusto me habría quedado!
Pero se abrió un hueco, uno más hecho para mí. Meto primera, salgo para la derecha. Sigo con mi vida, más cabreado que treinta segundos atrás.
Desearía que esta carta llegue al soplapollas retrasado que iba detrás de mí en la rotonda, ya que deseo hacerle llegar dos mensajes: uno, que siento mucho haberle robado quince segundos de vida (obviamente, estoy siendo irónico); dos, que ojalá me lo cruzase por ahí con la mala ostia que me ha dejado, no ahora, sino en el momento de los hechos. No le deseo la muerte, ni siquiera dos merecidos tiritos en las rodillas. ¿Una buena patada por el lateral del corvejón de mulo ese que gasta? Oh, eso sí; y más, hasta partirle los meniscos. A lo mejor así la próxima vez, sabiendo que está obligado a ir lento, decide salir tres minutitos antes para no ir con tanta puta prisa.
Soplapollas, subnormal, pedazo de asno, bestia impaciente. Y sobre todo, ¡imbécil!
sábado, 29 de agosto de 2020
Reflexión sobre la transexualidad
Si bien todo el asunto de la pandemia ha hecho que la moda del hembrismo y los LGBT se haya callado bastante (¡vaya, qué chorprecha!), lo cierto es que hace tiempo que quiero traer un asunto al blog. Antes de empezar, solo decir que la idea que voy a plasmar aquí no es estrictamente mía, sino que la saqué de un vídeo de Fripozo que tendrá ya como un año o así... pero bueno, me hizo pensar, y aquí ando tecleando.
Ya escribí sobre lo que parece ser la identidad de género (enlace: https://federicadas.blogspot.com/2019/09/que-es-sentirse-hombremujer.html ), y digo parece ser, porque incluso a día de hoy y tras haber preguntado a DECENAS de personas, todavía no he encontrado a nadie que me haya dicho algo profundo o trascendental, más allá de que se trata de un sentimiento/inclinación vacío. A lo que voy... ¿qué es una persona transexual? Una persona que nace con un sexo, y que decide modificarlo para que concuerde con su género. Hasta aquí bien, ¿no? Es un poco duro además de arriesgado, pero es como si naces con el corazón a la virulé y decides arreglarlo por una operación, pues de lo contrario, no cumplirá con tus expectativas (en este caso, de supervivencia). Dejando a un lado a los que son abiertamente tránsfobos (personas que, desde un no muy profundo respeto, mando a que se lo hagan mirar), digamos que hay tres formas de enfocar la opinión pública sobre la transexualidad:
1) Los que la aceptan sin más. ¿Te sientes mujer, y quieres transformar tu cuerpo para ser más parecida a una mujer biológica? OK, cero problema, ¡adelante! Podríamos decir que esta es la visión más emocional, la "más mayoritaria" y la que está más socialmente aceptada en el mundo civilizado.
2) Los que la niegan sin más. Si has nacido hombre, eres un hombre, punto. Si "te sientes mujer", es una cuestión de sentimientos erróneos, posiblemente motivados por según qué experiencias del pasado. Es una visión dura y cero emocional, no tan mayoritaria, y muy cercana a lo que conocemos como transfobia. Sin embargo, no es exactamente lo mismo, ya que las personas que se encuentren aquí no son (en principio) violentas o intolerantes, pues aunque darán su opinión (y vaya si la darán...), no se pondrán en el camino de alguien que quiera cambiar su cuerpo, o al menos no de forma violenta o intransigente. Diríamos que es una visión pragmática y simple, que busca, generalmente con pocos argumentos, hacer que se desestabilice la convicción de los que están en el punto 1.
3) Aquí es donde me voy a enrollar. Resulta que hay una tercera visión que se parece a la del punto 2, pero que es más humanitaria. Esta visión rechaza parcialmente la legitimidad de la transexualidad como un remedio, pero no lo hace metiéndose con los transexuales y sus sentimientos, sino con la parte más tóxica e insidiosa de la sociedad. Por desgracia, es una idea compleja, así que no puedo resumirla en dos frases... ¿os acordáis de lo que dije al principio sobre lo de que nadie sabe decirme "qué es" sentirse hombre o mujer? Pues ahí está justamente el problema, voy a desgranarlo un poco.
Imaginad un universo paralelo en el que nunca haya existido algo similar a la homofobia. Un lugar en el que, como antaño (muy antaño), si te gustase un culo redondo o uno peludo, daría igual y nadie se metería contigo. En este mundo, además, resulta que si te gusta ponerte una falda o maquillaje, no por ello eres mujer. En este mundo, además, por nacer con un pene entre las piernas no existe una presión social que te obligue a "ser fuerte", a no expresar tus sentimientos más primarios (y no me refiero a los sexuales aquí), o a marcar el territorio. En este mundo, en definitiva... no habría etiquetas sobre este tema, pues ser hombre o mujer no te define. Por encima de ser un hombre o una mujer, resulta que eres una PERSONA, y el sexo no es más que un carácter más de entre todos los que te da tu genética.
¿Qué más ocurriría en este mundo? De una manera hipotética (pues la sociedad es extremadamente compleja), nadie se sentiría presionado a ser o fingir algo que no se es, al menos en lo sexual. Si resulta que nacieses mujer y te sintieses "masculina", nadie te diría que eso significa que te pareces a un hombre. Dicho de otra manera: nada, salvo tú mismo, te presionaría jamás a CONVERTIRTE en un hombre. Por lo tanto... lo más probable es que en este mundo hipotético, la inmensa mayoría de los transexuales que existen en el nuestro no llegasen a realizar ese cambio, pues no verían la necesidad de hacerlo. Obvio... también habría algunos que lo hicieran; aquellos que, ya fuese porque "sienten muy fuerte", o porque son auténticos "drama queens" adictos a dar el cante, acabarían haciendo la transición para autorealizarse, y recalco ese "auto-", pues también recalco que en este mundo no existiría la presión social para estos tópicos.
A modo resumen, pues se trata de una idea muy compleja como decía antes: la visión número 3 buscaría atacar el problema de raíz, que no está tanto en el "nacer con un cuerpo equivocado", como en el "nacer en una sociedad criticona y nociva". Pero claro... véndele tú esa idea a personas que se sienten felices por sentirse parte de algo, aunque ese algo sea el poder llamarse "gender fluid" antes que vivirlo sin más. Al fin y al cabo, somos animales tribales.
domingo, 23 de agosto de 2020
El diccionario mediocre: 2.
En esta nueva edición me voy a meter con algunos casos algo más concretos que los anteriores, y centrados en el parné. Si por un casual te escuece u ofende: 1)por favor, recuerda que aunque estas líneas guardan demasiada verdad, no dejan de estar escritas en nota de sátira humorística; 2)si aun así te ofende, por favor, recuerda que pulsar ctrl+W te da ventajas financieras muy rápidas.
1) "Cincuenta euros por una radiografía, ¡menudo disparate! ¡¿Quién tiene tanto dinero para echarle al perro...?!" -> es una frase incompleta; se complementa con -> "¡¿...después de pulírselo en cervezas?! ¡Cuñao!"
2) "Ay hijo... yo lo siento mucho, pero es que si quieres hacerlo por lo legal... a mí no me renta alquilarte la habitación..." -> es una declaración incompleta; se complementa con -> "Es que claro, si pago impuestos... ¿cómo me pago las idas y venidas a la segunda vivienda que tengo en la montaña? ¡Cuñao!"
3) "Qué pena... la tienda de Perico ha cerrado... es que claro... ya sabes... la crisis... el *COVIS*... ¡no somos nadie!" -> significa -> "Es que claro... los calcetines de Perico eran muy caros... los de Amazon me valen menos y me los traen a casa... ¡Lo siento, Perico! ¡No cuentes con mi ayuda y adáptate a los nuevos tiempos!".
4) "¡Qué hijos de puta son los chinos estos! ¡Nada más que vienen a cargarse los negocios locales! ¡Putos comunistas, seguro que han creado el virus en un laboratorio! ¡Habría que cerrarles las fronteras a todos!" -> significa -> "No tengo ni puta idea sobre macroeconomía ni flujo de dinero, ni pienso aprender. Mejor quejarse, ¡cuñaaaao!"
5) "Hay un montón de ricos por ahí que parece que con tener y alquilar un pisito ya les va todo bien... Ay hijo, yo no me lo explico, a mí esta casa solo me da problemas. Que si la lavadora hoy... las cañerías anteayer... las ratas del sótano... los hay con suerte y luego estoy yo" -> significa -> "Tengo las manos que parezco Jesucristo; pero es que claro... ¿cómo voy a alquilar este piso si no le pongo treinta adornos baratos por mueble? Quedaría tan soso... ¡no me lo alquilaría ni mi cuñaaaao!"
miércoles, 12 de agosto de 2020
El diccionario mediocre: 1.
Tengo el blog dando coletazos de muerte, y no quiero que siga así, de modo que voy a intentar revitalizarlo con una nueva serie que me motive. Al igual que hice con los "consejos para ahorrar", voy a hacer una serie de publicaciones cortas sobre un tema que me interesa, todo ese rollo de la productividad vs. mediocridad de la que tanto escribo por estos lares. Las reglas del juego son sencillas: pondré algunas afirmaciones o frases típicas del ciudadano de a pie que en el 80% de los casos significan otra cosa por culpa de la mediocridad latente en todos nosotros (si alguien nuevo visita estas líneas, lo animo a leer mi publicación sobre "la población latente", de la que me siento especialmente orgulloso; aquí el enlace: https://federicadas.blogspot.com/2018/08/la-poblacion-latente.html ). Antes de empezar, decir que eso del 80% de los casos es, claro, una aproximación jocosa; habrá veces, y siempre dependerá de la persona, en las que la susodicha afirmación sea verídica.
Empezamos:
1) "Te echo de menos, ¡a ver cuándo nos vemos!" -> significa -> "Soy más perro que Rantanplán, y tú también; vente por aquí un día, que yo no me voy a mover".
2) "El profe me tiene manía" -> significa (salvo profes indeseables) -> "Soy más perro que Rantanplán; no estudié; es obvio que el profe, que tiene vida propia, y que es un funcionario que pasa tres pueblos de tomarse su trabajo mínimamente en serio, no dedica tiempo de su vida a odiarme".
3) "Pfff... con lo fácil que es, y que la cague así. Si yo tuviera el trabajo de ese tío... con lo que cobra... otro gallo cantaría..." -> significa (salvo enchufes) -> "No tengo el trabajo de ese tío porque no me he esforzado para tenerlo; si lo tuviera, seguro que lo perdería muy rápido; quizás su trabajo sea más difícil de lo que parece, o esa persona esté pasando por un mal momento".
4) "Pero qué más dará... si lo hace todo el mundo..." -> significa -> "Soy más perro que Rantanplán; no quiero esforzarme en hacer las cosas bien; me escudo en lo mal que lo hacen los demás, que son más perros que Rantanplán".
5) "¡¿¡¿Pa qué?!?! Que noooo, que noooo, ¡¡que la ley solo ampara a los delincuentes!!" -> significa (salvo casos de corrupción) -> "Me han soplado 200€, suficiente para que me pique, pero no suficiente para que me rente hacer un reportaje de mi caso para poner una denuncia y reclamarlo en el juzgado. ¿Por qué? Porque soy más perro que Rantanplán".
Sí, me gustaba mucho Rantanplán.