martes, 31 de julio de 2018

Un trocito sobre la crisis del tercer mundo

Hoy os traigo un tema polémico, del que no tengo un gran conocimiento como para dar una opinión sólida, pero sí como para posicionarme al menos un poco. Todos lo hemos visto alguna vez: docenas y centenares de publicaciones, de la tele o de pancartas publicitarias, sobre niños de África con estómagos hinchados, madres y abuelas llorando, y hombres adultos explotados en minas, o muertos por tal o cual causa, todo ello relacionado por lo que no deja de ser una crisis global que afecta a lo que conocemos como “el tercer mundo”. Como no quiero aburrir a nadie, voy a ceñirme a las dos cosas que me han animado a escribir estas líneas.

Hace unas semanas conocí a un chaval cuanto menos interesante (por respeto, omitiré su identidad): era listo, con las ideas claras, formado académicamente y nativo de Ghana (vamos, que es bien negro). Estuvimos un rato hablando sobre este tema, del cual, obviamente, tenía él mucha más información útil que yo, y aunque su opinión era un poco más cruda que la mía, no pude sino empatizar con una buena parte de lo que me contó. Por resumir, él no se opone a la inmigración hacia los países desarrollados, pero sí que me dijo que la vida en Ghana, si bien dura, no es tan extrema como se pinta en las típicas noticias. En otras palabras (las suyas): quien esté dispuesto a trabajar en Ghana puede hacerlo, y tiene la opción de ganarse la vida e incluso de triunfar si se esfuerza lo suficiente. Según él, paradójicamente, los que se van de allí para buscar bienestar y fortuna en países desarrollados tienden a ser al mismo tiempo los más arrojados pero también de los más perezosos, pues pocos son los que después de haber pasado por la ardua tarea de la inmigración (que suele ser ilegal) se buscan la manera de trabajar duro para ganarse la vida de forma honrada (ojo, que también los hay que lo hacen, no lo niego), de modo que su opinión era la de que no habría que tener miramientos con aquellos que no tengan la mente puesta en buscar esforzarse un mínimo, y habría que devolverlos a su país de origen. No entraré en más detalles sobre las dificultades que esto supone, pues daría para otra publicación, de modo que solo añadiré que, (y ya me repito) en sus palabras, no le ve ninguna clase de sentido a emigrar de un país en el que hacían el vago, para irse a otro a hacer también el vago. ¿Qué puedo decir? No seré yo quien diga si este “colectivo de vagos” es un 1%, un 10%, o un 50% de los inmigrantes porque no lo sé, pero no puedo sino darle la razón en esa premisa. Tema aparte, claro, son esas políticas de comodidad y ayuda a los inmigrantes sobre las que hay mucha controversia, de las que no sé casi nada al respecto y sobre las que, por lo tanto, no voy a opinar.

El segundo punto, que nace del primero. Es un poco más constructivo, y también hablé de él con el chaval que comenté antes. ¿Qué se puede hacer entonces para ayudar a esta clase de países? Aunque no es santo de mi devoción (es muy sensacionalista), el siguiente vídeo da un resumen bastante adecuado. No os digo que lo toméis al pie de la letra, pero merece la pena el mensaje que se extrae de él:


En resumen: si “ayudas” a un país sacando de él a su propia élite, formándola, y reteniéndola en un país desarrollado, obviamente estás ayudando a ese país, sino a esa persona. La manera de ayudar sería la de formar a esa élite y persuadirla para que vuelva a su país, de manera que pueda emplear los conocimientos adquiridos para ayudar a su país DESDE su país, empleando sus propios recursos (que los tienen, solo que pisoteados y mal aprovechados a partes iguales). Claro está que esto no es algo fácil o seductor para un político de nuestro tiempo, ya que se trata de una acción altruista que no reporta beneficio al país inversor más allá de la satisfacción de haber obrado bien… pero bueno, aquí no voy a hablar sobre principios morales, sino sobre algo práctico.

Como se suele decir en esta clase de cosas, el "take home message" sería que las ayudas al tercer mundo son buenas y necesarias, pero la inversión en la formación de sus habitantes puede llegar a ser infinitamente mejor. Mandar voluntarios y misioneros para aplicar tratamientos a enfermedades está muy bien, pero sería mucho mejor enseñarles cómo producir sus propios médicos que sepan tratar. Mandar comida y ropa está muy bien, es deseable, pero es muchísimo mejor formar a un nativo para que sepa cómo optimizar la producción de una plantación, o cómo crear un sistema de producción que no se haya visto jamás por allí por simple ignorancia. No quiero ni acordarme de una noticia que vi hace unas semanas, sobre unos fanáticos indios cargándose todo un campo de paneles solares porque "iban en contra de su dios". Lo de siempre... SIEMPRE es lo de siempre...

¡Ah! Unas últimas líneas antes de irme: aunque la opinión de este colega que os comento me pareció muy valiosa, quisiera recordar que Ghana es solo un país de África, y no de los que están peor de peor. No quiero decir con esto que lo aquí escrito no sea aplicable a otros sitios aún más desfavorecidos, pero sí que todo tiene su contexto.

lunes, 23 de julio de 2018

Incursión a Lisboa 4/4

Todo tiene que acabar, hasta lo malo, así que aquí os traigo la que será la última parte del relato:

Como acordamos el día anterior, nos buscamos uno de estos Free Tour que hay por ahí (para quien no lo sepa, chavales estratégicamente colocados que te hacen una visita turística gratuita de una zona, con la esperanza de que les hagas una donación al final). El chaval era simpático, y había hecho sus deberes... o eso creo, porque tampoco es que sepa yo mucho sobre la historia de Lisboa, de modo que si me hubiera hablado sobre la ascensión de los reptilianos, me la habría tragado igual. La primera mitad de la mañana, genial, escuchando sobre historia y algunos chistes malos del guía. Pero claro, como soy yo, y ese finde tenía la cabeza como un bombo, la segunda mitad se hizo jodida. Por suerte pude ir encontrando donde sentarme y reposar a cada ratito. Me quedo con el detalle de que todo en Lisboa tiene que ver con el terremoto de Lisboa, y con la historia de una panadera cuyo nombre no recuerdo, que se cargó a palazos a unos soldados.

Nos soltaron cerca de la Plaza del Comercio, y nos buscamos por allí un restaurante que no tuviera pinta de ser para turistas. Regla del día: buscar un menú que no sea multilenguaje. El camarero empezó a sacar bandejas de quesos y embutidos, y una de nuestras compañeras, con todo el buen rollo, se decidió a quitarle el plástico en el que venía envuelta una de ellas mientras el primero se frotaba las manos. Bueno, no hubo mucho drama: hubo que pagarla, así que le atamos las manos, y a otra cosa. Ah, por cierto: el famosísimo bacalao de Lisboa sabe a suela de zapato, o al menos el de aquel restaurante. Al menos el arroz estaba rico.

Procedimos al resto de la visita programada para el día: tranvía, y caminito de Belém... vamos, que nos fuimos al monasterio de los Jerónimos de Belém. Una visita agradable, bonita, y como casi todo lo que se puede hacer, con un tío en la puerta pidiéndote tu dinero. Por suerte teníamos carné joven y esas historias, así que se quedaba en unos muy modestos 5 euritos que podrían haber sido 10. Menos mal, menos mal... a saber si habría entrado de haber sido 10. El caso, parece ser que en Portugal tienen un problema a la hora de decorar los patios interiores, pues no fue la primera vez que vimos uno como ese: grande, amplio, precioso... y sin una triste estatua o fuente en el centro. ¿Qué le pasa a los decoradores portugueses? Aun así, insisto: una visita bonita, agradable, mereció la pena; una, además, en la que descubrimos que todos los caminos llevan a Joao, y que Joao es el comodín para todo cuando estás en Portugal. ¿No recuerdas la hora a la que quedaste para esa cita? Serían las Joao y pico. ¿Qué comiste ayer? Joao con bacalao, seguro. ¿Has hecho algo que merezca la pena ver? Pues un Joao pa tí.

Seguimos la visita por aquella zona, donde además estaba la Torre de Belém y algunos otros monumentos y parajes que merece la pena visitar, pero como yo estaba ya para morirme con los dolores de cabeza que padecía, me limité a charlar tranquilamente con los colegas, y a procurar protegerme como pude del sol que empezó a azotar por allí (aun así me quemé el cogote :( ). El caso es que cuando más o menos terminamos de verlo todo, nos paramos a tomar un café, nos volvimos, y no hubo mucho más para mí. Salvo uno de mis colegas que estaba también bastante quemado psicológicamente hablando, los demás se fueron por ahí de pendoneo a echar bien, y yo me quedé viendo una peli extrañísima de Nicholas Cage con Joaquin Phoenix hasta que me quedé sopa.

¡Ah! Antes de cerrar, me olvidaba de un detalle: en el primer día nos sorprendió el increíble nivel de descaro y agresividad que tiene el contrabando de sustancias ilegales por allí, y me explico: es lo más normal del mundo ir por el centro de Lisboa y que se te acerque un tío (o varios), a plena luz del día, y que te ofrezca gafas. Le dices que no... y el mensaje cambia a "¿hachís, marihuana?", y tu cara a la de "WTF???". Pues sí, eso fue una constante durante los 3 días que pasé allí, pero nos hizo falta llegar al último para que mis colegas me dijeran, ya de camino a Santander, que en realidad esos individuos no están vendiendo droga. Es decir... no son precisamente comerciantes respetables, pero en vez de camellos parece ser que son estafadores. En fin... la vida se abre camino como puede, supongo.

sábado, 21 de julio de 2018

Incursión a Lisboa 3/4

Tras muchos *MOOOOTHERFUUUUCKER* y hacer un poco de tiempo, tiramos para el Altice Arena para el momento tan deseado. Mi colega quería comprarse una camiseta... hasta que vio un "3" seguido de un "5" y de un "€" y dijo que ya no le apetecía tanto.

Los Teloneros:

Entramos, y estaba ya tocando el primer grupo de teloneros, "The Raven Age". La verdad, esperaba menos de ellos. No me disgustaron, y no se me hizo muy larga su actuación. Por desgracia, y como ni siquiera los conocía, no me quedé con el nombre de ninguno de sus temas, pero se lo recomiendo a cualquiera al que le guste su estilo y que quiera algo nuevo. De los otros... los "Tremonti"... en fin, mi mamá me dijo que si no tienes algo bueno que decir, mejor te quedas callado, así que no me voy a explayar. Me limitaré a decir que con el dolor de cabeza que me acompañó durante todo el tiempo que estuve en Lisboa, deseé desde la primera canción que fuese la última. Demasiado ruido, no discerní la melodía de ni una sola de las canciones, con la notoria excepción de Throw them to the lions, un tema bastante interesante y el único que medio disfruté. Igual fue por cómo tenía la cabeza ese día, pero si existe la más remota posibilidad de que alguno de ellos llegue a leer esto (si es que saben español), les recomiendo mejorar la calidad de su acústica en directo.

El plato fuerte:

Llegaron, llegaron, ¡llegaron! Tras una espera bastante considerable y la ya clásica intro con Doctor, Doctor, los Maiden hicieron acto de aparición con el másmola temón que es Aces High. Porque se molan, y porque pueden, pusieron en lo alto del escenario un Supermarine Spitfire como un camión de gordo, al igual que a lo largo de la actuación desplegaron una auténtica sobrada en cuanto a escenografía. Se sacaron todo: fondos bestiales, un Ícaro gigante, un Eddie demoníaco, efectos de lava, sus seis sexagenarias churras... en fin, eso, porque pueden. Sin desmerecer el incomparable talento de cada uno de ellos, y como suele ser habitual, el señor Bruce se lució a base de saltos y payaseo constante, cambiándose de ropa cada dos temas al tiempo que el fondo iba variando. Aunque todos y cada uno de los temas fue una auténtica sobrada (con la excepción, quizás, de Sign of the cross, que se me hizo una mijilla pesado), en ningún momento se me pusieron tanto los pelos de punta como cuando sacaron al enorme Eddie demoníaco, aunque destacaría como momento estrella, por espectacular, la actuación completa de Flight of the Icarus. Señor Bruce, ¿podría decirnos dónde comprar esos dos lanzallamas de mano tan chulos? Es para un trabajo del insti... gracias.

Qué más podría decir... ya me repito, pero aunque la cabeza me iba a estallar desde el primer tema, y las rodillas me dolían por estar inmóvil entre más de 18.000 personas, me pasó lo mismo pero también lo contrario que con los teloneros: a cada canción quería irme a mi casa para reposar la chorla... pero a cada canción quería otra más. Destacaría el detalle de que ya vi a mis Maiden en el Sonisphere de Madrid de 2013, y aunque aquello fue espectacular, lo del Altice Arena llegó a otros elevadísimos y over 9000 levels of awesomeness. No decepcionaron, rentaron cada momento de espera y cada segundo de dolor de cabeza de los que padecí. Que no chocheen pronto esos viejales, ¡Up the Irons!

Por último, os dejo dos vídeos que cogí de primera mano, el de la intro, y un fragmento que tomé durante el tema Iron Maiden. No sé mucho sobre estas cosas, pero aunque se supone que si no busco monetización no debería haber problema, por si acaso, dejo caer esta línea: no busco lucrarme con estos vídeos, y los temas que aparecen en ellos pertenecen a Iron Maiden. Que los disfrutéis. [P.D. Siento haber activado el zoom al final del primero, no supuse que se pixelaría tantísimo. Al menos el sonido es aceptable].

Intro: Doctor, Doctor y Aces High.


Fragmento de Iron Maiden.


Próximamente, la nada desdeñable cuarta parte del viaje.

miércoles, 18 de julio de 2018

Incursión a Lisboa 2/4

Esta entrada y la siguiente tratarán sobre el segundo día, pues fue el más intenso y memorable, por lo que esta versará sobre la primera mitad del viernes. Al turrón:

Allí estaba yo, en la Estación Oriente de Lisboa, edificio muy bonito, por cierto... pero extremadamente lioso. Aunque todo está bastante bien señalizado, no hay ni una puñetera pared, y no me lo esperaba, por lo que tardé unos buenos cinco minutos en averiguar dónde estaba yo exactamente en relación al google maps. Total... que como quedé con dos de mis amigos, tenían que recogerme allí. Culpa mía, se me olvidó el detalle de que en Portugal es una hora menos, así que la planificación fue un poco desastrosa. El caso es que aun así alguna mosca les picó, y decidieron no contestar al WhatsApp durante unos largos quince minutos. Lo sé, lo sé, quince minutos no son tres horas, no es el final del mundo, pero poneos en mi situación: un tío en una ciudad que no conoce, a las 7 de la mañana, reventado por haber dormido en la butaca de un tren con un coreano al lado que consideró adecuado quitarse las deportivas. Aun así, con las legañas y el aire matinal de Lisboa en la cara, esperé estoico durante un rato. Pero todo acaba, y aquel rato terminó con una paciencia que estaba corta tras un día de trenes y relativo estrés, por lo que en vistas de que mis amigos no contestaban, decidí coger el metro para ir a la dirección del Airbnb que teníamos alquilado. ¡Coño! ¡Tengo 29 tacos y no me va a picar una víbora por coger un metro! ¿No? Total, que tal como me saco la tarjetita y le meto dos viajes (por si acaso), paso la barrera gastando uno en el proceso (1,35€ creo que eran)... y justo me responden mis amigotes. ¡No te montes en el metro! Me dijeron mientras lo veía llegar, y tras haber pasado la barrera. Se me marcó la vena de la frente... pero en fin, cosas peores habrán pasado que perder euro y medio. Fui hasta donde dijeron, me recogieron, y al piso, donde me eché una gonita siesta.

El resto de la mañana se presentó intenso: la idea era ver un buen trozo de Lisboa antes de comer. Como no soy un gran fanático del turismo, me limitaré a contar las partes graciosas. Como media hora subiendo y bajando cuestas, que parece que es lo que predomina en esa ciudad, echando bien con los colegas, y así, así, hasta que llegamos al castillo de... San Jorge, creo que era. ¡Entremos a verlo! Dijo uno. ¿Es gratis? Preguntó otro. 8,5€, añadió un tercero. #Yaoming, dijimos tres de nosotros, y fue el momento en el que decidimos separar el grupo para perdernos por las calles. Alguna iglesia, un par de miradores, algunos parques... la ciudad es bonita, desde luego, no seré yo quien lo niegue, y aunque el turismo urbano no es lo mío y estaba todavía bastante reventado, pues la siesta apenas me sirvió para hacer un apaño, lo disfruté a mi manera.

Terminó de pasar la mañana, y uno de mis colegas y yo decidimos que era un buen momento para comer. Como tenía unos 70€ para todo el finde, decidimos ir por lo cutre y limitar el turismo gastronómico para el día siguiente, conque kebab al canto. Benditos kebabs... da igual dónde vayas, siempre costarán 3,5 o 3,7. Siempre, siempre, siempre. O sea... siempre. Sea Sevilla, Lisboa, Lugo, o Munich, SIEMPRE están en ese rango de precio si no hay influencias externas, como una localización turística o similar. Kebabs en bolsa, nos dispusimos a tirar para el piso para descansar un poco, porque preveíamos una tarde intensa... y nos cruzamos a un chaval bastante gracioso, regordete, pinta de friki, me recordó a una versión extranjera del Sevilla. Hablándonos en inglés, nos preguntó que por qué tanta gente llevaba camisetas de Iron Maiden, que si había algo que se hubiese perdido. Concierto, le respondimos. *MOOOOTHERFUUUUCKER*, nos respondió echándose una mano a la cabeza, que pasó a ser el primer meme de la estancia en Lisboa. Nos duró solo un día, pero desde ese momento nos propusimos gritar un *MOOOOTHERFUUUUCKER* cada vez que viésemos una camiseta de Iron Maiden. Buena idea, buenas risas... llegamos al piso, papeamos, y todos felices.

Me va quedando esto ya largo, así que acortaré diciendo que antes del concierto fuimos al Oceanario de Lisboa. Visita bastante recomendable si os gusta el tema, por cierto, bastante más grande que otros acuarios que haya visitado, y con una construcción muy inteligente para aprovechar sus recursos al máximo, tiene el Fede's Seal of Approval. Pez luna, pez guitarra, tiburón toro... sí señor, tienen una colección bastante interesante... Por desgracia, este fue el momento en el que el agotamiento acumulado del día anterior empezó a pasarme factura, asaltándome con un desagradable dolor de cabeza que me duró dos días más. Pero bueno, aquí sigo, vivo y escribiendo.

Próxima entrada: el concierto de mis Maiden.

domingo, 15 de julio de 2018

Incursión a Lisboa 1/4

Este fin de semana me sumé a un plan que me propuso un amigo hace varios meses: ir a Lisboa durante un finde, primero, para un concierto de mis queridos Iron Maiden, y segundo, para echar unas minivacaciones. Pues aquí ando haciendo tiempo desde un blablacar para contar el primer relato de tamaño viaje que, con sus más y sus menos, ha terminado siendo una bonita experiencia. Comienzo con el día 1, que igual arranca más de una risa:

Lo primero, claro, era el asunto de cómo puñetas llegar a Lisboa, sin tener coche, y teniendo un día para llegar y relativamente poco dinero para desperdiciar. Durante no menos de una semana, peleandome con la web de renfe y el puñetero blablacar (que logró la proeza de cancelarme tres viajes en un finde), conseguí finalmente cuadrar tres viajes en tren. Cabe destacar el detalle de que no conozco a nadie de confianza en Valladolid ni Medina del Campo, por lo que un error en cualquiera de los viajes intermedios significaría quedarme tirado en una ciudad desconocida, sin posibilidad de ir para adelante o para atrás sin desembolsar más y más pasta, de ahí que estuviera EXTREMADAMENTE ESTRESADO. Sin más, procedo al relato.

1) Allí estaba yo, con el bonobús en la mano y más calor que en la comunión de charmander (porque creedlo o no, en Santander pega el sol en estas fechas). Tras llegar a la estación, dos chiquillos en la misma, dando un porculo impresionante a un transeúnte que no fui yo porque puse cara de pocos amigos. Finalmente me monté en el alvia de turno, con la tensión de no saber si llegaría a Valladolid con tiempo suficiente para el siguiente. Al fin y al cabo, contaba con una generosa, pero no sobrada cantidad de cuarenta minutos, suficientes par ir holgado, pero no para que renfe lo considerase enlace. En fin... el tren se retrasó 20 minutazos, pero como tenía 40, lo logré. Y en todo el durante, dándoles un porculo que rivalizaba con el de los chiquillos esos a mis futuros compañeros de vacaciones, por el grupo de whatsapp que habíamos creado. Por suerte resultaron ser gente amable y risueña, no me mandaron a zurrir mierdas con un látigo.

2) Llegada a Valladolid, con sólo veinte minutos de espera. Esta fue fácil... le pregunté a un revisor, y me dijo que el tren a Medina del Campo era siempre puntual, pues era un recorrido corto y predecible. Me quedé tranquilo con su explicación, mandé un mensaje de positividad a mis futuros compañeros de vacaciones, y me preparé para el siguiente.

3) Llegada a Medina del Campo, con tiempo de sobra, demasiado, de hecho. Una hora dando vueltas por una estación desierta, de noche ya, buscando por donde entraría el tren hotel que me llevaría a Lisboa. La primera media hora fue aburrida... la segunda no tanto. Suena un mensaje por megafonía que dijo algo así como "HFOWVGOHJQGXJRIJQHJFOSBHCIIOQBGIRJJ". Total, que me acerqué al tren y vi a un señor saliendo. Que qué había dicho la megafonía, le pregunté. Que el tren llegaría a los andenes 3 y 4, me respondió. Que cómo se comía eso, le pregunté. Que venía en dos trozos y después se acoplaban, me contestó. Total, que entre inseguridad y tal, di más vueltas en el subterráneo que un idiota al que le pica el culo, porque los andenes 3 y 4 no estaban comunicados en superficie. Conclusión... llegó, me monté y, graciosamente, fue el único tramo del viaje para el que no me pidieron el billete. Me senté al lado de un coreano que estaba editando un vídeo de una performance en Madrid, y me quedé sobado en poco rato, pues realmente llevaba ya muchas horas despierto.

Próxima entrada, día 2...

martes, 10 de julio de 2018

Creación de resistencias, y uso imprudente de antibióticos

Hay por ahí determinados conceptos que, pienso, son demasiado importantes como para que la gente normal (digamos, los que salen aunque sea con la E.S.O.) no los conozca y, sin embargo, muchos de ellos no se aprenden hasta el bachillerato, o incluso hasta una carrera, si es que llegas a estudiarla. Hoy traigo aquí una cosa que pienso que es primordial, que a muchos os sonará, pero a otros, no tanto, y quiero poner mi granito de arena para que los que lean esto mejoren un poquitín al menos.

Casi todos lo habremos vivido, y especialmente los que venimos de los 80s-90s: toses tres veces, y la abuela dice "este niño se está poniendo malo". Toses otras tres, y ya tienes el Clamoxyl en la mesa. ¿Qué es el Clamoxyl, o Augmentine, o lo que sea que os mandara vuestro médico en su momento? Un antibiótico. No entraré en detalles sobre ellos, pues eso sí que pienso que es cosa de farmacología algo más avanzada pero, en resumen, se trata de un medicamento que contiene un fármaco en su composición, cuya finalidad es matar un bicho (una bacteria) y/o dar cobertura frente a la posible aparición de otros, pues mientras estás enfermo, el cuerpo está débil y tiene las defensas bajas hasta que la respuesta inmunitaria se desarrolla. Hasta aquí, bien... vamos con la parte fea.

Las bacterias son bichos que se reproducen y se dividen. No voy a daros una clase magistral de genética pero, en resumen, digamos que cada vez que una bacteria se divide tiene elevadas posibilidades de mutar. La inmensísima mayoría de las mutaciones son irrelevantes para el caso... pero otras no tanto. Imaginaos que padecéis de una infección en la garganta típica, donde hay millones de bacterias (o podrían ser virus, pero esto lo dejaré para otro día). El médico te da un antibiótico, que resulta tener la capacidad de matar a esa bacteria por una "vía A", que podría ser la de provocar agujeros en la membrana de la bacteria, destruyéndola. Y ahora yo digo: imaginaos que entre esos millones de bacterias, resulta que hay una que, mientras está sobreviviendo al tratamiento (pues no tienen efecto inmediato), se divide, y tiene lugar una mutación que hace a su estirpe inmune a ese antibiótico. Quizás ha expresado en su membrana un receptor diferente que haga que el antibiótico pase de ella, o quizás tiene una manera de compensar esos agujeros. El tema es que se mejoras un poco porque la mayor parte de las bacterias ha muerto, pero como queda latente la que se ha vuelto resistente, al cabo de unos días vuelves a empeorar porque esa bacteria resistente se ha replicado. Vuelves al médico... y te manda otro antibiótico distinto, que ataca a la bacteria por una "vía B". Resulta que funciona, te curas, y todos felices.

Digamos que esta es la manera habitual de proceder. No hay nada malo en que te manden un antibiótico y te lo tomes bajo prescripción del médico, e incluso que te veas forzado a tener que tomar un segundo, pero, ¿qué pasa si la "prescripción" es de la abuela, y se realiza de una manera indiscriminada y sin cabeza? Sigamos con el caso anterior, pero en un universo alternativo: después de haberse hecho resistente a la vía A, resulta que el enfermo tose, y le pega esa bacteria resistente a la vía A a un nuevo huésped, que pasa a estar enfermo. Ahora resulta que va al médico, y como él no lo sabe, le manda el antibiótico inicial... y desde el principio, no tiene efecto. Pasa al segundo antibiótico, y resulta que la bacteria también se adapta a la vía B, con lo que hay que tirar por otro nuevo. Y así, hasta llegar a un círculo vicioso en el que no llegue a funcionar ningún antibiótico. Por suerte, aún no estamos en un punto tan desesperado. Las llamadas "superbacterias" (las resistentes a muchos o todos los tratamientos conocidos) suelen ser más teóricas que reales, pero son una auténtica amenaza para la sanidad pública, y en muchos casos, se promueve su existencia por un puro capricho y una sobreprotección, de la abuela, el papá, o el cuñao.

Por eso, en resumen: no es malo tomarse un antibiótico si se hace con cabeza, están para usarse. No obstante, desearía que estas líneas sirvan para que al menos una persona en el mundo llegue a preguntarse si le merece la pena tomarse ese antibiótico que tiene en la mano solo para dejar de moquear, o para que la garganta le duela un poco menos.

sábado, 7 de julio de 2018

Siniestra esperanza

Era tarde y, tras un hastioso día de atender audiencias, se preparaba para finalizar la jornada en la privacidad de su alcoba. Las paredes frías de su regio hogar la miraban con los ojos de sus antepasados, como incontables y descontentos aliados que exigían una solución contra el monstruo que se cernía sobre la corona. Pero lo que encontró allí, lejos quedó de un fin de jornada y, más aún, de un momento privado.
–Majestad –saludó un individuo entre las sombras, acompañando sus palabras con una exquisita reverencia.
La respuesta natural de Elizabeth Tudor debía haber sido la de llamar a los guardias apostados en la puerta pero… se contuvo. Al alzar la luz de una vela cercana, observó que el inesperado visitante llevaba un bello y elegante traje de seda roja, con una capa teñida de violeta. El conjunto no le recordaba a ninguno de los que había visto en su corte, y no llevaba ningún símbolo familiar u otra manera de identificarlo. Su rostro era afilado y pálido, y estaba encumbrado por un cabello negro, corto, y bien perfilado. Aquel individuo era… misterioso, y no parecía armado. Desprendía un extraño aire que causaba al mismo tiempo una sensación de peligro y curiosidad, mas no provocó ningún raro deseo en la Reina Virgen.
–No me suelo tomar a bien que alguien se infiltre en mi propiedad. Decid qué os ha traído hasta aquí –el extraño sonrió.
–Tal como esperaba de vos –el individuo caminó por la habitación, manteniendo las distancias–. Vengo a ofreceros ayuda contra la armada española.
Claro… ¿Qué otra cosa podía ser? “La Grande y Felicísima Armada”, como su red de inteligencia decía que la llamaban, se acercaba a Gran Bretaña poniendo en jaque a la corona inglesa. Más de cien barcos ondeando banderas y símbolos de Castilla, Aragón, y Portugal, además de otros tantos de órdenes y santos católicos. Se habían echado a la mar con el único objetivo de imponer su religión en Inglaterra, pues ni siquiera buscaban la soberanía sobre sus tierras. Y el hecho de que Felipe “el Prudente” hubiese mandado semejante ataque no hacía sino acrecentar lo terrible de la amenaza. Aquel rey tan amante de su meditación, sus responsabilidades, y su despacho, no era alguien que se pudiera tomar a la ligera.
–¿Y qué clase de ayuda podríais brindarme, Señor…?
–Eso no os incumbe… de momento, al igual que no lo hace mi nombre –tamaña insolencia renovó la tentación de llamar a sus guardias. Pero algo en él… algo… sencillamente le decía que no era un enemigo. No… no lo era en aquel momento.
–Habéis de comprender, señor, que aunque cualquier ayuda será bien recibida por mi pueblo, ofrecerla sin decir de qué se trata, y sin saber siquiera vuestro nombre, cae a la altura de fiarse de la profecía de un demente –el intruso asintió.
–Lo sé. No obstante, y aunque no puedo probar el alcance de mis manos, sí que puedo hacer lo propio con la agudeza de mis oídos –la soberana se mostró extrañada, pero también curiosa.
–¿Tenéis información de la que no dispongan mis propios súbditos? En tal caso, dejad la charla hueca –la reina tomó asiento–. Sorprendedme –el individuo realizó una floritura con una enguantada mano derecha.
–Como gustéis. No me cabe duda de que sabréis que don Álvaro de Bazán, el almirante de la Gran Armada española, ha fallecido recientemente por enfermedad, y que ha sido sucedido por don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Duque de Medina Sidonia –la reina asintió con un movimiento rápido y seco–. ¿Sabíais, sin embargo, que dicho duque no es un navegante tan experto como su predecesor? –la reina guardó silencio por unos instantes.
–No es de extrañar –replicó–. Continuad –ordenó.
–¿Sabíais también que la armada española está compuesta por una mayoría de navíos más preparados para los tranquilos vientos del Mar Mediterráneo que para los rigores del Canal de la Mancha? Apostaría a que, salvo por una decena de grandes galeones portugueses, la mayor parte de la armada del Rey Felipe no sabe ni dónde se está metiendo –la reina alzó una mano.
–Suficiente, intuyo que tendréis vuestros motivos para querer perjudicar a mis enemigos. Decís que queréis ayudar a mi pueblo… ¿A qué precio? –el individuo mostró una sonrisa con afilados dientes de sierra, y la mujer más poderosa de Inglaterra no pudo evitar sentir un escalofrío.
–Devolveréis vuestra deuda con intereses y antes de lo que pensáis, pero con la garantía de que sea cuando soplen vientos más favorables para vuestro reino.
La reina se había enfrentado a docenas de hábiles vendedores, corsarios de lengua viperina, y auténticos criminales que solo buscaban salirse con la suya, pero jamás se había sentido verdaderamente amenazada. Aquel individuo, por otra parte… ¿Qué era lo que escondía? Tenía una tenebrosa y fría certeza: si asentía con su cabeza, ganaría la batalla. ¿Qué sería aquello que le ofrecía, y que tendría que devolverle a ciegas? «Algo que, con la armada de Felipe en el fondo del mar, se podrá pagar», se dijo con la decisión que la caracterizaba. Elizabeth movió su cabeza de arriba abajo, y su indeseado acompañante volvió a sonreír.
–Habéis tomado la decisión correcta, Majestad –declaró, mientras miraba por un ventanal hacia la negra noche–. Ahora, si me disculpáis... otras responsabilidades me llaman.
La reina estuvo a punto de pararlo, pero las tornas giraron: aquel ser se quitó el guante derecho, mostrando una afilada garra de color rojo. Con un elegante movimiento trazó un tajo ascendente en el aire, y la misma realidad pareció rasgarse de manera incomprensible. La falla se abrió, y de ella penetró un frío gélido acompañado de una millonada de hórridos lamentos que bien recordarían a los de las almas eternamente torturadas del infierno. La sola idea… Elizabeth Tudor se aclaró discretamente la garganta, pero no pudo sino observar en silencio cómo aquel individuo se perdía en la oscuridad, mientras la falla se cerraba a su espalda.

jueves, 5 de julio de 2018

Lipomas y chorradas

Al principio creías que era un grano, pero creció; empezaste a pensar que sería algo inflamado... pero no dolía; pasan los meses, y vas al médico medio preocupado por ese bulto que te ha salido bajo la piel a lo largo de unos meses. Te echa un vistazo, lo toca, lo palpa en la mayor profundidad de que es capaz y... te dice que es un lipoma, que lo vigiles por si acaso sigue creciendo, pero que no tiene ninguna importancia si no crece más.

Muchos lo habréis vivido, pues no es raro que se desarrolle uno de estos incluso a edades tempranas. ¿Qué es un lipoma? Por definición:

lipo-
Del gr. λίπος lípos 'grasa2'.

1. elem. compos. Significa 'lípidoo 'grasa'. Liposucciónlipoproteína.

-ma
Del gr. -μα -ma.
[...]
3. suf. En patología se utiliza la terminación oma como nuevo sufijocon el significado de 'tumoro de otras alteraciones patológicasFibromapapilomasifiloma.

En otras palabras... un lipoma es un tumor de grasa, que en la mayoría de los casos tiene evolución benigna y no preocupante.

Y ahora yo digo, a modo aleatorio: si cuando se mantiene un modo de vida que lleva a un balance calórico negativo (perder peso), se reducen los depósitos de grasa corporal, ¿qué ocurriría con los lipomas, en un supuesto caso de un individuo que se fuerce a alcanzar el 0% de grasa corporal? ¿Desaparecerían? ¿Se comportarían de manera diferente al ser tumores? ¿Se quedaría un residuo tumoral del tejido fibrótico que pudiera estar entre los adipocitos del lipoma? Preguntas... preguntas...

martes, 3 de julio de 2018

Sobre índices de conversión y sostenibilidad ecológica

Hace tiempo que quiero hablar sobre un concepto que, pienso, es primordial conocer en los tiempos que corren. Es decir, comprendo que la gran mayoría de la gente no lo conozca, pues se trata de algo que empieza ya a irse por la rama de la nutrición, pero no creo que a nadie le haga ningún daño saber, al menos, lo que es un índice de conversión, sin meterse en grandes follones científicos. Como dicen que una imagen vale más que mil palabras (y suele ser verdad), me voy a apoyar en esta imagen, sacada de www.bienvenidoalclub.es (Google me llevó allí, vaya):



Atajando, ¿qué es lo que os quiere contar hoy el tío de las federicadas? En esta imagen podemos ver un número adherido a cada uno de entre cuatro animales-tipo: un pez, una ave, un cerdo, y una vaca. Como explica la cita de la propia imagen, el índice de conversión es la cantidad de alimento que debe ingerir un animal para que engorde un Kg. Por lo tanto, y aunque parezca contradictorio, cuanto más bajo sea, mejor. Un índice de conversión de 8 (el de la vaca) indica que el animal en cuestión debe tragarse 8 Kg de alimento para engordar 1 Kg, mientras que uno de 1,2 (el del pez), indica que el animal debe comer 1,2 Kg para engordar 1. La imagen es simplista, claro... no todas las vacas tienen siempre un índice de conversión de 8, ni todos los cerdos tienen siempre un índice de conversión de 3,5, pero son buenas aproximaciones. Hay muchísimos matices en torno a esto, infinidad de ellos, de hecho, tales como el alimento que se le dé al animal, la línea genética del mismo (raza, por ejemplo), las condiciones ambientales o, como se ve más arriba, por supuesto, la especie. ¿Quiere decir esto que los peces son mejores que los cerdos y las vacas? A la hora de engordarlos, y en condiciones normales, sí, pero claro, no vamos a ser tan simplistas. Dejando a un lado a los veganos/vegetarianos, a todos nos gustan un buen filetón de ternera y unas cuantas tiras de beicon, pero no por eso vamos a abandonarlos por un filete de salmón en el 100% de los casos. Lo suyo es ir alternando como se nos viene diciendo de toda la vida, manteniendo una dieta equilibrada en base a la típica pirámide de los alimentos (pirámide que, por cierto, recomiendo revisar de vez en cuando, pues la nutrición da pasos agigantados cada pocos años).

Con esto tan solo quiero dar una pincelada sobre un tema que personalmente me interesa mucho, que es el de la sostenibilidad ecológica. No es malo que existan las granjas de vacas o cerdos, el mundo es muy grande y tiene sus mecanismos de compensación (que los 7.5 mil millones de humanos que pisamos la tierra estamos sobrepasando poco a poco), pero debemos ser conscientes cada vez que comemos un filete de ternera de todo lo que lleva detrás, tanto a nivel de lo que se gasta para engordar a un animal en cuanto a recursos naturales, como económicos. De igual manera que yo siempre recomendaré comer pescado sobre carne (y no solo por el motivo que aquí atañe), también puedo decir que los insectos tienen índices de conversión incluso mejores que los de los peces, y no por eso os voy a recomendar que los metáis en vuestra dieta, pues no están muy estudiados (de momento). Como se suele decir, a todo hay quien gane. Al final es lo de siempre: pensar es gratis; no hacerlo, te puede salir caro.

domingo, 1 de julio de 2018

Cinco cosas que (probablemente) no sabías de tus roedores

1) En contra de la tradicional visión que se tiene de la "rata de alcantarilla" o la portadora de peste negra, rata y ratón son animales que pasan una grandísima parte de su tiempo de vigilia acicalándose. Esto no quiere decir que huelan a rosas, porque no lo hacen, pero de hecho se lavan tanto que, cuando les empeora la salud y dejan de lavarse, se les acumula una secreción oscura y pringosa en el ángulo interno de ambos ojos, que es un gran indicador de mala salud a la hora de una exploración clínica.

2) Son animales muy curiosos por naturaleza, y sin embargo, su posición como presa en la cadena alimenticia hace que tengan una tendencia natural a arrimarse a cualquier superficie vertical (pared) que encuentren.

3) Aunque son animales muy parecidos, ¡cuidado con tenerlos juntos! En el medio natural el ratón es una presa para la rata, y es por esto por lo que las consideraciones de bienestar animal tienen en cuenta que no se transporten o tengan estas dos especies conjuntamente ni siquiera en el mismo habitáculo, pues la sola presencia de una rata, incluso con rejas o paredes de por medio, puede provocar estrés y ansiedad en un ratón.

4) Rata y ratón son ciegos al color rojo. Es por esto por lo que en los centros de experimentación se está procurando cada vez más emplear materiales translúcidos de este color para alojarlos, ya que así los animales se sienten protegidos (perciben una superficie opaca y negra), mientras que los cuidadores y experimentadores pueden observarlos desde fuera sin meter las manos o molestarlos innecesariamente.

5) ¿Por qué es así de peculiar la cola de una rata/ratón? Se debe a una reminiscencia genética de sus antepasados reptiles. En efecto, si se observa de cerca la cola de uno de estos animales, veremos tanto pelos (pocos), como... ¡escamas! Es por esto por lo que no se los debe alzar tirando por el rabo a menos que sea para desplazamientos breves, pues la transición entre tejido escamoso y piel normal que tienen en el nacimiento de la cola es una zona muy sensible, hasta el punto de que, si no se hace bien, puede llegar a desprendérseles la piel de la cola provocándoles una lesión muy probablemente mortal.